Zahara (2019) La Riviera. Madrid

Crónicas

Zahara en Madrid: Lanzamos un mensaje para todo el universo

No recuerdo jamás en mi vida un silencio semejante en La Riviera. Una reverencia de ese calibre no, no me consta. Y se la ganó Zahara mostrándose tal cual, con toda su vulnerabilidad, parapetada apenas detrás de su guitarra, al cantar Con las ganas al borde del llanto. Bueno, en realidad lloró. Y se la dedicó a todos los que alguna vez le pidieron esa canción y les respondió que no, que no podía. Pero ahora puede porque ha traspasado esa línea que nos libera del miedo a vivir y nos hace canción.


Pero este jueves, en el arranque de la gira de presentación de su nuevo álbum, Astronauta, pudo. Porque al fin sintió esa fuerza que te libera del miedo a vivir. Ese impulso que te lleva a querer enfrentarte al terror de una puta vez. Para que acabe la pesadilla. Porque ya basta, porque hay cosas de cada uno que la vida nos pretende arrebatar y mira, que no. En esa lucha de ella iluminada por los focos nadie dijo ni media y fue fantástico así. Y yo vi pasar muchas imágenes ante mi y cuando regresé a mi ser, dos chicas lloraban abrazadas desconsoladas entre el escenario y yo. Eso pasó. El enema emocional aconteció y moló.



Esto fue a mitad de una generosa velada de dos horitas. Un punto de inflexión acústico entre la primera parte más rockera y la última decididamente bailable. Con plausible ambición escénica, además, con todos los músicos convenientemente vestidos de astronautas y una decidida vocación de mejora respecto a anteriores giras. Como debe ser, caramba, yendo a más para que todo a su vez vaya a más.

La banda, por cierto, me encanta. Con Zahara obviamente al mando, más que solventemente flanqueada por Manuel Cabezalí (de mis amadísimos Havalina, guitarra), Martí Perarnau (de los notables Mucho, teclados siderales), Carlos Sosa (exbatería de Fuel Fandango) y Pablo Pérez (de los cálidos Laredo, bajista). Una sobrada, como perfectamente comprenderá cualquiera interesado en la movida.

Y así despegamos con la pegadiza David Duchovni que para ella es por Expediente X, para mí por Californication, tal y como comentamos en su día– que abre a su vez Astronauta. Los sinónimos relacionados con la industria aeroespacial que pretende conquistar las estrellas son el camino más rápido y directo para montar el contexto, lo cual no deja de ser divertido con títulos de canciones como El fango, algo totalmente opuesto a la libertad de volar. Pero es que pasa que los mensajes lanzados para todo el universo son difíciles de controlar desde la Tierra. Nos sobrevuelan.

Multiverso gana en vivo gracias a la pericia de la mencionada banda, que termina convirtiéndola en algo mucho más rockoso y progresivo -inevitable ver referencias a Bowie, cuya música suena al principio y al final del bolo, pero también a Pink Floyd-.

Se suceden El universo, la siempre conmovedora El frío -que me toca especialmente desde siempre- o la preciosa Big Bang. Luego se rompe la baraja con Camino a L.A., que resulta que desde su originalidad acústica termina mutando en una pieza stoner en la que Cabezalí saca la caña que todos sabemos que lleva dentro mientras Zahara canta: «Bájame el pantalón, saca el hambre atroz, escúpeme en la pena. Me enseñaste una vez que el dolor es mejor si genera violencia».

La más reciente Guerra y paz cuenta con Santi Balmes en su versión en estudio y aquí Martí cumple bien mientras todo se eleva rebosando emoción sin dirección. Es justo antes del primer break y de que Zahara se haga con la escena ella solita, como decíamos al principio, primero para contar esa divertidísima historia detrás de Adjunto foto del Café Verbena. 


Sé que no viene al caso hablar de uno, pero cuando hablamos por la salida de este Astronauta, le confesé que yo guardo en algún lugar de mí una historia similar vivida en Cullera que acabó en un hotel decadente al borde de las lágrimas por culpa de la ingesta excesiva de espíritus líquidos. Es lo que tiene adentrarse en territorios que creíamos que nunca nos pertenecerían. Pero ella en La Riviera lo contó con mucho humor y fue un momento ciertamente remarcable.

Sola con su guitarra, tirando de cachondeo para vencer la timidez, es en realidad cuando Zahara gana fácil. Es genial para ella contar con esa carta al mismo tiempo que pone en escena una banda gorda capaz de generar al menos un par de estrellas fugaces. Así se lo monta con Tuyo antes de desnudarse Con las ganas. Como antes empezamos con esto, solo me gustaría apostillar que resulta mágico ver a alguien a punto de romperse sobre un escenario, contemplar su lucha y disfrutar de su victoria. Que es de todos, porque aquí hemos venido a pelearnos con nosotros mismos y no siempre resulta sencillo. Lo de Zahara fue una puta preciosidad este jueves aparentemente intrascendente que cambió de signo gracias a su pena compartida.

Para cuando todos volvemos a nosotros me doy cuenta de que a dos pasos hay dos chicas abrazadas llorando sin consuelo posible. Y se me pega un poco porque, además, cuando estoy cansado cada vez flaqueo no más, sino más rápido. Y la vida mata de a poquito mientras en el horizonte intuyes a lo lejos la cercanía del viernes. Por eso está bien que justo después de salvarse ella, arrancara el tercer acto del recital, que es el decididamente más discotequero, en progresivo aumento hacia el subidón definitivo.

Primero con La gracia, luego con Bandera blanca en plan música disco. Para cuando llega Caída libre y ese ‘Yola mola mil’ el personal ya está liberado de miedos y penas y exige mandanga de la buena para quemar zapatilla. Hay un pequeño frenazo con Diluvio universal -cómo mola eso de «a tí te gustaba follar los días de lluvia»-, aunque Cabezalí vuelve a tener su ratito de lucimiento y eso siempre es fetén.

El deshielo resulta efectiva como siempre y pone a toda la pipol a cantar y baliar eso de «cuando acabó aquel letargo sin fin me quedé en agosto a vivir». La Riviera es ya para entonces una modesta pero rendida rave que está deseando, una vez desatado el nudo, lanzar las zapatillas al aire para colgarlas del tendido eléctrico.



Eso ocurre, claro, con Hoy la bestia cena en casa, ese alegato contra la gestación subrogada que esta noche está acompañado por imágenes de políticos en las pantallas. Separados por condición, están los humanos -Pedro Sánchez, Íñigo Errejón y los propios músicos- y los replicantes -todos los políticos de puta mierda que nos quieren llevar al medievo, el del PP, el de Ciudadanos, el de Vox, el de Italia, el de USA, en fin, gente para nunca tomar cañas-. Pablo Echenique, por cierto, es el único con categoría propia: Androide.

Con un montón de gente bailando en el escenario y los músicos con ropajes brillantes en plan Star Trek, acaba este primer recital de la Gira Astronauta. Zahara (María Zahara Gordillo Campos, Úbeda, 1983) sostiene un ramo de flores y saluda con su perpetua sonrisa entre tímida y traviesa. Y da las gracias y lanza mensajes de amor eterno a la concurrencia, que no duda en aullar y elevar los brazos. Es como hacen los de la NASA cuando lanzan un cohete y nadie muere en el intento. Eso hicimos con Zahara este jueves en Madrid: Lanzarla como mensaje exterior para todo el universo.

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