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Sherpa: ese cantante del que usted me habla

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Jamás en veinte años había escrito un texto de estas características sobre música. Pero ante la enésima bufonada que nos ha regalado Sherpa, a partir de ahora “ese cantante del que usted me habla” (Rajoy dixit), me veo en la obligación de dejar claros algunos aspectos.

Desgraciadamente, ya no sorprenden sus exabruptos fascistas porque vienen siendo habituales desde que descubrió Twitter y se vino arriba para que le hicieran casito. La historia le dio la oportunidad de redimirse en 2009 cuando pudo poner un fin glorioso a la banda más grande de heavy español de los 80, pero huraño, tampoco lo hizo y siguió a hostias con los hermanos de Castro. Como ya escribió Marx, esta se repite primero como tragedia y después como farsa, así que ese cantante del que usted me habla ha decidido acabar sus días haciendo el ridículo más grande del rock duro que se recuerda.

No pienso dirigirme a él, pues cuando solo te apoya la gusanera contrarrevolucionaria señorita y falangista de Vox, has caído ya lo suficientemente bajo como para tener el derecho a un debate democrático. Pero, en cambio, sí quiero recordarle a la gente algunas razones musicales por las que decir bien alto que cuanto más lejos mejor.

Mientras él pide bombardear cayucos y alerta de no se qué invasión racial demostrando la más mínima empatía y el decoro humano, olvida que el rock nació en el justo momento en que chicos blancos se pusieron a bailar música de negros en el cinturón bíblico estadounidense para escarnio de la sociedad más puritana.

La música negra ha regado desde entonces las canciones populares de los occidentales (blues, soul, funk, reggae, ska, punk, rap…) así como sus luchas, desde el Movimiento por los derechos civiles a las guerras imperialistas (Vietnam, Irak). Incluso el ascendente del heavy metal que siempre ha llevado a bandera, nació del hard-rock de Led Zeppelin y Black Sabbath, y este a su vez del blues-rock de Cream y Hendrix, por mucho que se hayan querido colar filonazis en el movimiento. Rachid Taha, Khaira Arby o Fela Kuti, en su aportación al rock, me son ahora mismos más propios que él, un ente ajeno a toda decencia.

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Ese cantante del que usted me habla olvida que la libertad de Europa se sembró sobre sangre comunista. Solo en nuestro país, cuando él cantaba “Resistiré”, Gladys del Estal o Yolanda González, dos asesinadas entre centenares, ya habían pagado con su vida para que él disfrutara de la libertad. Desde luego, hay más dignidad en cada comunista y socialista que entonces peleó por traer a este país un colegio, un ambulatorio, una asociación de vecinos o asfaltar una calle.

Por cosas así clamó Sartre que “un anticomunista es un perro”, porque hay que ser miserable para olvidar ese trabajo anónimo. Su decepción con el felipismo en su día y hoy con el sanchismo es legítima, pero camuflarla con un apoyo a los que fueron opresores en su día y si pudieran seguirían hoy siéndolo ya está muy visto, recordemos sobre lo que nos alertaba Malcolm X.

Resulta bochornoso que en su próximo concierto en Madrid, canciones como “Son como hormigas”, “Los rockeros van al infierno” o “El pobre” vayan a ser cantadas (si finalmente van) por los Señoritos que reflejara Delibes en Los Santos Inocentes. En los 80 y 90 los nazis nos pegaban por llevar el pelo largo, y hoy campan a sus anchas matándonos por ser homosexuales. Ver para creer.

Hay motivos para la esperanza, no cabe el fascismo en el rock. El momento más peligroso se vivió en Inglaterra en los años 70 con el Front National intentando colarse entre las clases populares y solo consiguió hacerlo mediante el fútbol. La respuesta que dimos desde el rock fue el Rock Against Fascism, una gran página de nuestra historia, por lo que ya contamos con la vacuna para este tipo de negacionistas.

Este cantante del que usted me habla (casualmente también lo es de las vacunas) es un señor que no ha sabido envejecer y que da sus últimas pataletas, y la pena es que esto terminará salpicando también a Obús, que ha perdido una oportunidad de oro para recuperar esa dignidad vallekana, a quien precisamente Vox quiere someter.

ACTUALIZACIÓN: Obús cancela su concierto con Sherpa en Madrid

Seguramente no lo hará, pero no sorprende a nadie. Ojalá tuviéramos en España a un Bruce Springsteen uniéndose a Tom Morello de Rage Against the Machine para tocar The Ghost of Tom Joad, una canción que, como siempre digo, une a Steinbeck, John Ford, Henry Fonda, la Gran Depresión norteamericana y el folk de Woody Guthrie, con la inmigración latina y los espaldas mojadas de los 90. Cómo alguna vez he leído en Twitter: ‘estos qué se han creído, ¿que Machine era la lavadora?’

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