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Los Rolling Stones, la inmortalidad, tú y yo

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Nos hicieron creer que éramos inmortales. Los Rolling Stones, tú y yo. Pero todo se acaba y todo lo que quedará será muerte, destrucción y un radiocasete encendido atronando con ‘Start me up’ en un descampado random. De manera que, bueno, sí, ellos son inmortales. Tú y yo no. O sí, pues habitan en nosotros sus canciones y sin nosotros no existen.

Y no, Charlie Watts no es el primer Rolling Stone que muere. Pero hay varias puntualizaciones. La primera es que Brian Jones murió en 1969, cuando la mayoría de nosotros, por edad o no haber nacido, no le sentíamos de la familia. Tampoco habían empezado los chascarrillos sobre la eternidad stoniana, claro que no, si pensaban en retirarse a los treinta. Además, había salido del grupo semanas antes, así que, bueno, eso.

La segunda es Ian Stewart, teclista sempiterno al que dejaron fuera de la formación oficial por orden del mánager, que le consideraba feo aunque técnicamente estuvo antes incluso que Mick y Keith. Aún con esas, se quedó en el grupo sin salir en las fotos, aceptando su extraño y relegado papel, hasta su muerte en 1985.

De manera que no, los Rolling Stones no son inmortales. Ni tú, ni yo. Pero en ese descampado random seguirá sonando ‘Start me up’ cuando ya no quede nada de nosotros. Y Charlie Watts seguirá marcando el ritmo a su antojo, levantando la baqueta, esquivando el charles antes de pegarle a la caja como si eso lo hiciera cualquiera. Ese gesto, que dura medio segundo y le destapa como entregado amante que marca el ritmo perfecto, le hace eterno.

La cosa es que se muere Charlie Watts y se hace trending topic Keith Richards porque, en el fondo, el mundo rota por gente cachonda. Tal es la implantación en la cultura popular de una forma de vida. Los Rolling Stones van a salir de gira, como ya anunciaron semanas antes de la muerte de su batería desde 1963, con un sustituto: el formidable Steve Jordan. Pero nadie estaba preparado para que esto no fuera temporal porque nadie lo vio venir.

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El batería es el motor, el embrague, el freno y el acelerador de una banda de rock. Se inventó así esto y así será hasta el descampado ese y más allá, pues el casete no dejará de girar y sonar. De manera que es imposible que los Rolling Stones vuelvan a ser lo mismo sin su batería de los últimos 58 años. Ya puede ser bueno el que se siente en su taburete, que da absolutamente igual: esta banda no va a sonar igual. La orquestina de Mick, Keith y, bueno, sí, Ron.

Y es una pena. Porque teniendo en cuenta que en 2022 los Stones cumplen sesenta años, imaginad la de vidas impregnadas de sus lengüetazos que hay por ahí fuera. La muerte de Charlie Watts nos hace conscientes de que no somos nada, una frase hecha de mierda que todos conocemos. Si se muere el baterista de los Rolling Stones, si cae en batalla, caeremos todos.

Mi primer recuerdo serio de los Stones es ‘One hit to the body’, del ‘Dirty works’ de 1986. Un disco menor, pero el videoclip me volvía loco, anda que no le di al VHS palante patrás con el ‘Born in the USA’ de Bruce Springsteen, y luego el ‘Joshua’ de U2. Tú conoces a toda esa peña en su momento álgido y te dicen que no se van a morir nunca y lo comprendes. Necesitas comprenderlo, es necesario que sea así.

Me mosquea mucho una idea que siempre pasa desapercibida: que Mick tiene 78, Keith 77 y Bruce Springsteen hace 72 ya mismito. De manera que los Rolling Stones son pioneros, sí, pero anda que no van todos los mitos detrás (y los que se fueron ya). Hay mil ejemplos, pero yo lo concreto en los míos. También hay que tener presente que del VHS no hay ni rastro ni se le espera. El paso del tiempo es violencia.

Por edad, mi primer odio fue que mi hermano mayor no me llevara a ver a los Rolling Stones en el Calderón en 1990 (algo subsanado con creces cuando en 1993 me invitó por la cara a U2 y Guns n’ Roses). En cuanto pude, en cualquier caso, allí me planté y les vi en 2003, 2007 y 2014. En todas estaba ya el chascarrillo de que era la última y con esa me llevé a mi sobrino en la última, la del Bernabéu, aflojando buena pasta. Era importante.

Decir eso de la última es una ordinariez. La gente de bien dice la penúltima y se va a hurtadillas sin despedirse porque ya no puede más. Con un redoble y un cambio de ritmo apenas imperceptible de Charlie Watts. Así funciona la vida. Los Rolling Stones, la inmortalidad, tú y yo es lo que queramos que sea. Y queremos rocanrol porque eso es lo que nos gusta a ti y a mí.

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