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Use your illusion: el rotundo exceso de Guns n’ Roses

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Hola, perdone: ¿el infierno por dónde queda? «La siguiente puerta a la derecha». Y coges, empujas, abres y está ahí Axl Rose desgañitándose como una rata abierta en canal al frente de los Guns n’ Roses en su momento de gloria.

Cuando eran la gran banda del rock mayúsculo. La última, decían. Pues seguramente. Porque ese nivel de profundo calado en la cultura popular no lo ha vuelto a tener ninguna otra desde entonces. Hace ya treinta años.

Tres décadas desde que, en un pertinente ataque de megalomanía, publicaran no uno, no dos, no tres, sino cuatro discos a la vez. Bueno, dos dobles, vale. Parte uno y parte dos. Pero eso al final suman cuatro. Un rotundo exceso, en cualquier caso.

Y menuda mandanga, ¿que no? Desde las drogodependencias más sórdidas de los rincones oscuros de Hollywood hasta los estadios de medio mundo. No se podía saber. Esto, de verdad, no se podía saber. Había cienes de aspirantes, pero en realidad el trono siempre fue de esta combinación de personajes.

Porque ‘Appetite for destruction’ (1987) sigue siendo el debut de rock más vendido de todos los tiempos. 32 millones de copias por unas canciones creadas en tugurios de mierda rodeados de mugre, discos, instrumentos, chicas, bebida, drogas, algo de pizza y, claro, policía.

En apenas un lustro, pasaron de la marginalidad a las mansiones. De los clubes de striptease a tocar para decenas de miles de personas. Y mientras eso pasaba, en pleno desfase, compusieron los ‘Use your illusion’ 1 y 2.

Bueno, en realidad, ya tenían cosas. Siempre me flipa recordar que Axl Rose ya tenía ‘November Rain’ y ‘Don’t cry’ desde 1985. Y ambos himnos quedaron fueran del ‘Appetite’ porque no encajaban en ese rollo hair metal airado tan cercano a la alcantarilla más punkarra.

No cabían, no. Sabia decisión. Y por eso, cuando encontraron su adecuado acomodo, explotaron. «Teníamos estadios llenos de fans deseando vernos allá donde fuéramos por todo el planeta», rememora Slash en sus memorias sobre aquellos años.

Y remarca el guitarrista: «En un solo día editamos dos álbumes que debutaron en el número 1 y en el número 2 de las listas de ventas. Las cosas no podían ir mejor. Pero en el backstage, a espaldas del mundo, nos estábamos dividiendo más rápido que los componentes del átomo en una bomba nuclear».

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En ese clima, con Axl interpretando a la perfección el papel de gran dictador de Charles Chaplin, entregaron estos discos tan emblemáticos. Que pasa como siempre con los dobles, es cierto: si hubieran resumido todo en uno simple hubiera podido ser acojonante. Pero el camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría.

Y Guns n’ Roses son la definicióin de exceso. Capaces de abarcar desde el frenesí de ‘Right next door to hell’, ‘Perfect crime’, ‘Garden of Eden’ o ‘Shotgun blues’ hasta el romanticismo extremo de ‘November rain’, ‘Don’t cry’ o ‘Estranged’. Tres canciones catedralicias estas últimas, en las que está bien presente la enorme admiración de Axl Rose por Elton John.

Hay country (‘You ain’t the first’), hay blues rock (‘Bad obsession’), hay auténticas epopeyas como ‘Civil war’. Y hay versiones que no sé si mejoraron a las originales, pero desde luego las sepultaron para toda una nueva generación: ‘Live and let die’ de Paul McCartney y ‘Knockin on heaven’s door’ de Bob Dylan. Nada menos. Tan alto disparaban.

De mis favoritas de siempre es ‘Back off bitch’ porque es hard rock de pura venganza (esta también estaba ya antes del ‘Appetite’). ‘Get in the ring’ es rabiosa y violenta contra la prensa musical, con ese ‘rant’ de Axl Rose en el que menciona a medios concretos a los que quiere fostiar. Nadie dice ‘fuck’ ni ‘motherfucker’ con tanta ira como él.

No hemos hablado de ‘You could be mine’. Bien: hablemos. Fue esa mi puerta de entrada a toda esta mierda porque, como es natural, me voló la cabeza. Tienes doce años, pones la tele y de repente aparecen estos notas tocando esto junto al mismísimo Terminator. «Caramba», me dije, menuda demostración de fuerza.

No, qué va. En realidad me dije «hostia puta, ¿pero esto qué cojones es?» Desde ese preciso instante pasé a necesitar saberlo todo sobre semejante panda de cuatreros. Y como no había internet, cumplí el maravilloso ritual de la búsqueda concienzuda entre quioscos, amigos, librerías y tiendas de discos. Molaba mucho más así.

Detecté en ese proceso a una chica de mi clase que afirmaba tener los dos ‘Use your illusion’ en casete. Me compré dos TDK de 90′ y se las intenté entregar. Digo intenté porque su respuesta fue que en realidad eran de su novio y era un poco raro que me las grabara, que se pondría celoso.

Vamos, no me jodas, no me interesas ni lo más mínimo, solo quiero mi mierda y me largo. Bueno, pues no me las grabó. Tal era el compromiso que había en grabar una cinta de casete, todo sea dicho. No era cosa para cualquiera. Era un gesto con contenido y la chica no quería que se malinterpretara. Me parece mal aún hoy, treinta años después, pero lo respeto.

Tardé un poco más, pero los conseguí. Ahorré unas pesetas, me metí en el metro siendo una persona hasta Madrid Rock y para cuando regresé a Carabanchel con esos vinilos ya era otro. Cuando los puse a girar cambié para siempre. A peor, se entiende.

Suena en este momento ‘Locomotive’. Me flipa la batería de Matt Sorum muchísimo. Y el riff de guitarra. ¿Cuánto dura? ¿8 minutos? Pocos me parecen. Podría habitar en estas estrofas tanto tiempo como fuera necesario. También en las de ‘Dust n Bones’, gran trabajo ahí de Izzy Stradlin.

Otra que me encanta por su rotundidad es ‘Don’t damn me’, en la que está enorme Slash. Como en todo lo que hicieron Guns n’ Roses en su día. Bueno, y ‘Coma’, menudo despelote de diez minutos de subidas y bajadas: es el tono de llamada de Paloma así que suena constantemente en casa a todo volumen. ¡No lo cojas! Deja que suene un poquito más.

Me obsesioné, en definitiva. Con Guns n’ Roses al mismo tiempo que con el ‘Achtung Baby’ de U2. Fui afortunado por eso, indudablemente. Y en 1993 vi a los irlandeses el 22 de mayo y el 6 de julio a los estadounidenses. Ambos en el Vicente Calderón, en dos conciertos absolutamente definitivos para mí. Puto flipe absoluto.

Del conci de los Gunners recuerdo que empezó tardísimo. Nos tuvo el puto Axl esperando no sé cuanto. ¿Una hora? Pero en ese clima de ansia, de tensión, de enfado ya, de repente se encienden las pantallas laterales y aparece el gilipollas sonriendo. Desaparece de ahí y ya está corriendo por el escenario. Esa eclosión impresiona. La recuerdo bien. Es un truco de trilero que funcionará siempre.

Las crónicas no fueron especialmente buenas. Eso me descuadró porque yo había vivido una epifanía absoluta. Pero es que para entonces el grupo estaba ya rotísimo tras una gira interminable de tres años en la que les pasó de todo y en la que no faltaron peleas, detenciones, disturbios monumentales y grandes destrozos. Joder, qué guay.

En Madrid tocaron ‘Dead horse’, que tiene ese cambio tan notorio del acústico al eléctrico. Y ‘Yesterdays’, que es bastante Beatle y mola, aunque me gusta más ’14 years’. Lo cierto es que salvo el detalle de poner ‘Don’t cry’ dos veces con letra diferente y rematar con ‘My world’, de estos discos me gusta todo. Como del jamón: hasta el hueso.

No necesitaron más Guns n’ Roses para ser lo que son. Un debut acojonante y dos discos dobles en los que metieron todo lo que tenían. El ‘Lies’ mola pero queda irremediablemente perdido en medio de estos buques. Vaya dis-ca-zos generacionales. Nos marcaron a fuego en una temporada en la que ojo, reinaba el grunge y todo aquello.

Por eso, cuando Slash y Duff regresaron al grupo, llenamos el Vicente Calderón 24 años después en cero coma. Desde Carabanchel fuimos un porrón, hicimos un previo eterno y entramos a toda prisa sobre la hora. Cómo mola eso. Y no querría yo terminar sin decir una frase que decimos mucho los amigos de siempre desde aquel día y que lo resume todo: «¡El puto Axl Rose ahora va de puntual!»

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