counting crows la riviera

Counting Crows (2022) La Riviera. Madrid

Crónicas
Agosto del 93 y todo lo que nos pasó después

Anda que no hay grupos aplastados por el éxito desmesurado de una única canción. Grupos que quedan reducidos a su mínima expresión por la popularidad de, no sé, ‘Mr Jones’. Bueno, venga, sin rodeos, hablemos de Counting Crows, que ponen del revés una Riviera abarrotada con la celebérrima sucesión de acordes de, efectivamente, ‘Mr Jones’.

Es la tercera canción de su repertorio y ya no les sorprende la respuesta de aullidos y teléfonos al aire en modo grabación de vídeo que se alza ante ellos. No puede decirse que haya precisamente una emoción embriagadora en sus caras, aunque sonríen y diríase que disfrutan interpretando otra maldita vez la canción que, en última instancia, les sigue dando de comer. Fue la que les puso en el mapa, la que ayudó a que su disco de debut, ‘August and everything after‘ (1993) vendiera siete millones de copias. Y la que les convirtió ipso facto en clásicos del fin de siglo por voluntad popular.

Pero Counting Crows es más que un grupo sepultado por el mastodóntico éxito de una sola de sus canciones. Es, de hecho, un grupo que lleva treinta años y seis discos persiguiendo cierto tipo de belleza. Algo constatable en sus directos actuales, cuando hace ya tanto tiempo de todo, que en Madrid arrancó, con sonido perfecto, con ‘Mrs Potter’s Lullaby’ e ‘If i could gie all my love -or- Richard Manuel is dead’. Dos demostraciones clarísimas de la hermosura intrínseca y un tanto intrincada de su cancionero de rock alternativo noventero a la par que americanamente clásico.

Todas las fotos son de Ricardo Rubio
PROBLEMAS DE VOZ

La tercera es, como dijimos, ‘Mr Jones’. Y pareciera que Adam Duritz, (tan carismático a sus 58 años, desde hace ya un tiempo sin rastas y como es natural tan lejos de la imagen que quedó cicatrizada en el imaginario popular en aquellos locos noventa), de alguna manera la sabotea. Que la canta sin ganas, que pone al público a corear. Lo parece, pero al poco saldremos de dudas cuando empiecen unos problemas de voz que llevarían a acortar ligeramente el concierto y, en última instancia, a suspender la noche siguiente (hoy) en Bilbao.

Una voz con una amplia expresividad y una profunda capacidad de comunicación que los 2.500 asistentes que agotaron en las entradas tienen grabada en alguna parte de sus cerebros. Por eso reaccionan cual perritos de Pavlov cuando retumba contra las palmeras y se esparce en pedazos sobre todos en empírico recordatorio de que aunque por fuera vayamos envejeciendo, seremos eternamente jóvenes en las voces que nos cantaron canciones bonitas cuando teníamos toda la vida por delante.

Un público que, afortunadamente y a grandes rasgos, sabe que Counting Crows no son solo ‘Mr Jones’. Y que aunque ‘August and everything after’ sea lo más celebrado de la velada (para muestra también vale ‘Omaha’), conoce y canta también otros hitos de la discografía de la banda como ‘Black and blue’ o ‘Miami’. Al mismo tiempo, asistimos al resquebrajamiento progresivo de la voz de Adam Duritz, que bebe agua sin parar y que incluso se separa del micrófono para toser.

Es por ello que baja la intensidad con una sucesión de versiones acústicas de Jackson C. Frank (‘Blues run the game’), Joni Mitchell (‘Big yellow taxi’) y Grateful Dead (‘Friend of the devil’). En la misma línea de tono bajo y acústico ‘Color blind’ y ‘When I dream of Michelangelo’ como preludio al último arreón en el que el público vuelve definitivamente arriba con la contagiosa ‘Rain king’, la melancólica ‘A long december’ y la corpulencia generacional de ‘Round here’.

RECORTES EN EL REPERTORIO

El cantante se disculpa una y otra vez, da la sensación de que esto se acaba aquí, pero aguanta como un jabato. Lamentablemente, nos quedamos, sin escuchar del tirón, como venía siendo habitual en esta gira, las cuatro canciones de su notable último EP, ‘Butter miracle suite one‘ (2021), concebido como una especie de opereta rock ciertamente inspirada. Una lástima porque la banda está sonando estupenda, tan versátil como de costumbre, pero ya solo queda aguantar un poquito más. Así que rematan los noventa minutos con ‘Hanginaround’ y ‘Holiday in Spain’ y ya.

«Gracias por cantar por mí, sois el mejor público de toda la gira» y cosas por el estilo. Se deshace en disculpas Adam Duritz, quien, a pesar de todo el sufrimiento, ha mantenido cierto nivel contra sus maltrechas cuerdas vocales. Lejos de la excelencia, pero razonable dadas las circunstancias, es buen cantante y tira de oficio. Prometen volver y seguro que lo hacen, pues el gran éxito de Counting Crows en 2022 es seguir llenando salas como La Riviera, no haber vendido millones de discos cuando eso todavía tenía su importancia.

Menos reconocidos por los más puristas del sonido americano que otros grupos por tener sus raíces más en el pop que en Woody Guthrie, Counting Crows siguen encontrando ese cierto tipo de belleza cada vez que salen a un escenario. A pesar de y gracias a ‘Mr Jones’, ese es su mayor triunfo. Como para nosotros lo es haber sobrevivido a aquel agosto del 93 y todo lo que nos pasó después.

Todas las fotos son de Ricardo Rubio
Todas las fotos son de Ricardo Rubio

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