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Vetusta Morla + Zahara (2021) Auditorio Miguel Ríos. Rivas

Crónicas

Vetusta Morla inauguró el Auditorio Miguel Ríos de Rivas el 10 de septiembre de 2009. Y exactamente doce años después, el 10 de septiembre de 2021, Vetusta Morla regresa al mismo sitio, distinto lugar. Porque puede que en esencia seamos los mismos, pero ya lo decía aquella vieja canción: cómo hemos cambiado.

Los putos días raros

Las canciones de Vetusta Morla han cambiado, han evolucionado. Suenan diferentes, con arreglos inconformistas respecto a las grabaciones originales. Como la vida misma, siempre en movimiento hasta que te estrellas o atraviesas la pared. Solo si coges la suficiente velocidad y te la juegas descubrirás si ha merecido la pena.

Ese posicionamiento monolítico contra el inmovilismo es Vetusta Morla. Que vuelven a la carretera después de tanto tiempo en el que nos hemos echado tanto de menos con un repaso equilibrado a todo lo suyo. Lo de siempre, lo que son, pero en 2021, que no es igual. Canciones que, en cualquier caso, son casa. Memoria colectiva. Contexto de lo nuestro y de cada cual.

Vetusta Morla en Rivas. Fotos todas de Ricardo Rubio

Brillante idea abrir con ‘Los días raros’, detenerse en un momento dado y retomarla en el mismo punto como remate final dos horas después. Ese giro de guion lo engloba todo, pues habitamos días muy raros y, dentro de ellos, de todo hay. Pequeñas alegrías, grandes frustraciones. Tantas vidas salvadas por la canción correcta que te pilla, por fortuna, con la guardia baja. ‘Lo que te hace grande’, ‘Palmeras en la Mancha’, el típico golpe que no encajas. ‘Golpe maestro’.

El particular sentido del ritmo de Vetusta Morla se apodera rotundamente del auditorio. Resulta hipnótica la expresividad de Pucho acompañando la música mientras canta con todo el cuerpo. Cada movimiento es una nota. Bailarín delicado, juego de manos, también una suerte de Jane Fonda hipervitaminada en los pasajes más aeróbicos. Danza tribal a Manitú en ‘Fuego’.

«Esta gira es para celebrar la vida. Que ya es», resume el vocalista en un momento dado. Literalmente adoramos al dios Baco con la bota de vino en alto. Puro hedonismo laico con el cuarteto palentino El Naán, que golpea una vieja mesa de amasar pan para aportar percusión a ‘Finisterre’. La banda les mira sonriente mientras la música emerge y el vino hace el resto. Esa placentera irrealidad tonturrona hecha canción.

Fotos de Ricardo Rubio

Cuesta mucho permanecer sentado. La peña hace contorsionismo en la silla y un ejercicio de control mental encomiable para no levantarse. Aullar es la única liberación posible, vaya mierda todo esto, igual ya está bien. Y cuesta sobre todo cuando Pucho, que va sobradísimo de fondo, decide batir el récord de los 1.000 metros lisos corriendo por esta pista con espacio de sobra. Cuesta mucho todo, ya, pero se va por necesidad.

Carrusel de pequeños grandes clásicos ya del tirón. En ‘Mapas’ parece que está por ahí Juan Valdivia, lo cual siempre es elegante. ‘Sálvese quien pueda’ es la canción perfecta para la pandemia esa de la que se supone que íbamos a salir mejores y ya vemos que no. ‘Valiente’ es puro contagio viral del bueno y ‘Saharabbey Road’ pues la cantan hasta los de seguridad (que vaya labor también en estos días). Se rompió la noche.

Tiempo para un bis cálido con ‘Iglús’ en plan íntimo. ‘La deriva’ nos lleva a nuestros ‘Cuarteles de invierno’ y nos deposita con delicadeza en el punto exacto en el que se detuvieron ‘Los días raros’. Una conversación de Whatsapp que retomas horas después en el mismo punto con total normalidad porque ambos sabéis que no había acabado. Que la continuidad es eso. Porque aún quedan vicios por perfeccionar.

Con todas las grandes bandas ocurre igual. Quizás crees que te has aburrido de escucharles y verlas tantas veces pero, si se te ponen delante a tocar, te preguntas: ¿pero qué demonios? Ese factor diferencial lo tienen muy pocos. Y resulta que también pasa con Zahara, pues es otra que ha cambiado un porrón desde que la conocimos. Ni rastro de aquella aspirante a cantautora, qué va, ahora es un ciclón a cuyo paso no vuelve a crecer el cesped en tu jardín.

Foto de Ricardo Rubio

Y no vuelve a crecer porque ese es su empeño. Que te enteres. Que ya está bien. Que puta será tu puta madre. «Ojalá esas personas que se indignaron tan profundamente entendieran que esta foto es una denuncia», planteó hace unos días en su dichoso concierto en Toledo. Y es que menudo relato se marca en este disco, en ‘Puta’. Confesiones liberadoras, trazar líneas rojas para no volver a dar un paso atrás.

Eso es lo que anuncia Zahara aporreando con furia la batería en ‘Flotante’. Sintiéndose fuerte, como procede, con Manuel Cabezalí (Havalina) a un lado y Martí Perarnau IV (Mucho) al otro. Un triunvirato que vino para atornillarte a la silla. Desde el synthpop hasta la rave más loca. «No te confundas, nadie va a venir a perdonarte en el nombre de nadie. Te entregas con los brazos en cruz, pero no podrás resucitarte», menuda ‘Canción de muerte y salvación’.

Foto de Ricardo Rubio

Los discursos molestos son necesarios. Ya te molesten a ti o al de al lado. Zahara aguanta el chaparrón por todos y eso es encomiable. Por eso hay gente entre el público luciendo con orgullo la banda azul de ‘Puta’. Porque mientras siga habiendo una única persona que así lo piense, putas somos todas. Todas somos ‘Ramona’ bailando, cantando y pegándole a los tambores. Furia contra la violencia.

«Jamás imaginé celebrar mi 38 cumpleaños con 7.000 personas. Lo que siento en el escenario es amor», respondió Zahara cuando el público se puso a cantar cumpleaños feliz. Porque, claro, era su cumple. Y aún bromeó, después de tanta controversia con lo de Toledo y toda esa mierda: «Si 2020 fue una distopía, 2021 es ya… me lo estoy pasando bien, jaja».

Es un poco fuerte lo de la Puta Gira de Zahara, eh. Todo estudiado. Las canciones, las coreografías, los colores (vaya fotos salen). La parte final es ya un imposible con todos sentados: una rave bien dura. Maquinote por un lado, delay en la guitarra por otro. Zahara afina, baila, toca la guitarra, toca la batería. Es nuestra Taylor Swift buena. Más buena.

El despiporre final llega ya con ‘Merichane’ y ‘La bestia cena en casa’. Con Pucho apareciendo por sorpresa bailando a muerte como si fueran las seis de la mañana en tu antro favorito. Volvamos a nuestros antros favoritos, pero en pie, por favor (o bueno, de mediolao, que es también lo suyo). Refugiémonos en nuestras canciones. Lancemos discursos molestos. Brindemos. Abracemos a los nuestros. Subamos el volumen de todo lo que hacemos. Perfeccionemos nuestros vicios. Vivamos en voz alta estos putos días raros.

Foto de Ricardo Rubio

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