Un fin de semana en Sevilla con MTV

Crónicas

Aquel otoño fue el de la semana Green Day e inesperadamente lo disfruté mogollón. Porque, a ver, aunque objetivamente están de puta madre, tampoco es que sean uno de mis grupos de cabezera. Pero supongo que regresaron a España en el momento adecuado y los astros se alinearon.

Así que tres días después de poder asistir -in extremis, pues no había acreditaciones por parte del promotor pero finalmente Warner Music tomó cartas en el asunto la noche antes- al histórico concierto en La Riviera, dándolo todo con otros 2.000 colegas con el ‘Dookie’ al completo por su 25 aniversario, cambio de tercio total para una segunda acometida en la colosal Plaza de España de Sevilla.

Y digo que se alinearon los astros porque esto fue un viaje de prensa al que me cuadró asistir escaqueándome vilmente de mi rol de ‘padre adulto responsable’ para volver a ser un hedonista malcriado. Y como las fechas cuadraron, me apunté antes de saber que el MTV World Stage iba a contar con Green Day y con The Struts y León Benavente. Tampoco se sabía lo de La Riviera, así que cuando todo encajó, se consumó mi regresión definitiva a los años noventa.

A los tiempos despreocupados del instituto, al trueque de las cintas de casete, a las tardes de los viernes por los garitos de Moncloa dándole al grunge y al punk y al britpop. A todo eso he regresado en los últimos días con Green Day, a mi bola, apostando por la vida disoluta porque así tenía que ser. Cumpliendo con Europa Press -crónica de Madrid AQUÍ y de Sevilla AQUÍ– pero también desafiando los límites de la resistencia de un muchacho rumbo a los 41 palazos.

Como ya comentamos también en Mercadeo Pop (AQUÍ), en La Riviera fue más ‘crossfink punk’ de sudor, apreturas, empujones y pogos cómplices. En la Plaza de España de Sevilla cambiaba necesariamente la dinámica porque allí se congregaban 10.000 personas y nosotros éramos un grupo de prensa considerable con su zona reservada y sus privilegios cerveceros. Era otra cosa, cambiaban no solo las coordenadas.

El público tuvo severos problemas para entrar, pues tuvo que soportar grandes colas y muchos se perdieron a León Benavente. No nos libramos de eso, aunque en nuestro caso nos tocó rodear toda la Plaza de España por detrás hasta dar con nuestra entrada y, para entonces, la banda llevaba ya un buen rato de sus cuarenta minutos de actuación. Pero eh, no veáis cómo petan en vivo ‘Ayer salí’ -mi himno favorito ahora mismo- y la reventona grandilocuencia fílmica de ‘Ser brigada’.


Mucho me apetecían también The Struts, que se prodigan poco por estos lares pero son una de esas bandas que están manteniendo vivo el rock más hedonista y casi glam. Con su clara herencia stoniana y su punto a lo Queen, con pildorazos de la pegada de ‘Body talks’, que te pone las pilas de manera instantánea. Subidón con el vocalista Luke Spiller convertido en una fotocopia con menos arrugas de Mick Jagger. Y como me encantan The Darkness, me flipan The Struts, eso tambien. Tienen ambas bandas esa visión desenfrenada y divertida del rock y eso se contagia.

Para entonces ya estaba la cosa calentita, ya se había petado la colosal Plaza de España y en esas aparece Green Day y arranca ya con el motor revolucionado con descaro con ‘Minority’. Y se suceden ‘Revolution radio’, el nuevo single ‘Father of all’ -que funciona muy bien en vivo- y ‘Basket case’ dos veces porque el concierto se estaba filmando y algo no quedó como ellos querían. Un momento bastante loco, por tanto, eso de repetir dos veces uno de sus mayores hits, con el público de las primeras filas entregado a la causa, y en esta ocasión también con bastante gentío casual pero que también supo disfrutarlo a su manera, con más tranquilidad.




Estando allí, contemplando la escena, intentando extraerme, constaté la importancia del lugar. O sea, quiero decir, estar viendo a Green Day en la Plaza de España de Sevilla es algo especial y que termina resultando abrumador. Es un poco como La Guerra de las Galaxias, además, con tanto láser, fuegos artificiales, confeti y demás mandanga para alborotar a las masas. Todo parece más solemne y más relevante cuando el sitio es especial: Y tanto La Riviera como la Plaza de España de Sevilla son lugares únicos para ver a Billie Joe Armstrong y los suyos por razones diferentes.

‘Boulevard of broken dreams’ pone a todos a corear, y luego ‘Know your enemy’ y ‘Bang bang’ son dos collejones. Regreso puntual a ‘Dookie’ con ‘Longview’, ‘She’ y ‘When I Come around’, verbena con el ‘Shout’ de los Isley Brothers y rock de estadio infalible con ‘American idiot’ y ‘Jesus of Suburbia’.


Cuando parecía que ya llegaba el sereno, hubo conexión acústica con ‘Good riddance’ y luego auténtico despelote con ‘St Jimmy’ para chapar el garito. Repleto al fin, sobrepasado al fin, desparramado al fin. Era lo prometido y así ocurrió con todas las consecuencias. Billie Joe no hubiera permitido que fuera de otra manera: es un arengador profesional respaldado por una banda sólida y un repertorio sobrado. Así que ovación cerrada y palante.

Lo que vino después debe quedar en la esfera de lo privado pero incluye bebidas espirituosas, risas, encuentros y, en última instancia, intentonas de dar con el penúltimo bar abierto en los alrededores del hotel. Ese subidón tras un concierto hipervitaminado no se baja fácilmente, así que por eso es casi mejor no tener vértigo. Lo que no hay que hacer es andar fumando por los pasillos del hotel a altas horas de la madrugada porque nososotros somos gente de bien, gente educada, gente fetén. Solo que a veces se nos va de las manos lejos de casa.

Además, es que quedaba más, pues el domingo también había que cubrir la gala de los MTV European Music Awards en el Fibes -la crónica de esto en Europa Press AQUÍ-. Un evento con todas las letras de la palabra evento. Un espectáculo pensado para la televisión, del que me sorprendió en vivo el tamaño de la producción y la rapidez con la que se cambiaban las escenografías para la actuación de cada artista -recopilación de vídeos AQUÍ-.

Moló la de Dua Lipa, la de Halsey fue bastante impactante -cantaba sin ahogarse a pesar de corretear sin parar, por cierto- y Rosalía se lo llevó de calle porque la gente está loca por ella y en realidad es bastante normal porque tiene rollazo. Otra cosa es su tediosa omnipresencia, que también nos afecta a los periodistas porque, no creáis, no es que sea cosa nuestra, es que ahora los jefes escuchan «Rosalía» y te piden que lo hagas todo. En fin, en eso estamos ahora mismo, a ver en un par de años.


Por tercera vez ahí estaban Green Day, aunque en esta ocasión solo para recoger su premio a Mejor Banda de Rock -también vimos un par de canciones grabadas la noche antes-. Bueno, como si le importara una mierda el rock a la MTV en estos premios. Porque ahí estaba nominado también Liam Gallagher y, junto a ellos, agárrense que vienen curvas: Imagine Dragons, The 1975 y Panic! at the disco. Mazo rock esos tres y los otros ya casi cincuentones. Una pena, pero me gusta creer que habrá relevo en el rock comercial de verdad y ahí estaremos.

El público, jovencito y gritón en la ceremonia, lo gozó con Becky G más que con Liam Gallagher, eso también es verdad. Eso no se puede obviar, porque ahora los disparon suenan en otras direcciones. El británico estuvo bien como fin de fiesta, en cualquier caso, con la reciente ‘Once’ y la vieja de Oasis ‘Wonderwall’ con acompañamiento de cuerdas y toda la pomposidad imaginable de un mar de teléfonos móviles y un público que cantó el estribillo con vehemencia. Es un gran clásico atemporal y por eso es pertinente que siga sonando entre tanto pop y tanto reguetón y tanto meneo colorista.

Ooootra vez hubo fiesta después. Una macrofiesta del copón con artistas, influencers, periodistas, trabajadores de la industria musical y de un montón de países de la MTV. Tan descomunal y con el personal tan maqueado que tampoco era demasiado mi lugar. Y como ya uno sentía cansancio acumulado de más, y mientras seguía sonando ‘Ayer salí’ de León Benavente en bucle en mi cabeza, tocó una retirada a tiempo. Menuda pedazo de victoria porque ahora se me cierran los ojos en este lunes laaargo… aunque eso es por culpa del debate político este infernal que tan poco tiene que ver con todo lo que ha generado Green Day en tanta gente en los últimos días. Así que como gritó Billie Joe en la gala del domingo, solo una última cosa: «¡Viva el rock!»

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