Steven Tyler (2018) Teatro Real. Madrid

Crónicas
STEVEN TYLER EN MADRID. FOTO: NABSCAB



Steven Tyler la lía parda en el Teatro Real tirando de versiones y clásicos de Aerosmith

Mantiene Steven Tyler a los 70 años una vitalidad que cualquiera querría para sí a sus 40. Por eso anda ahora el vocalista de Aerosmith de gira por Europa presentando su disco de debut en solitario, We’re All Somebody from Somewhere (2016), en el que se acerca al country por primera vez en casi cincuenta años de vida consagrados al rock.

Su concierto de este lunes en el Teatro Real dentro del Universal Music Festival, en cualquier caso, fue más rock que country, pues el giro musical que sí está en lo registrado en el estudio se limita en su puesta en escena a una instrumentación que incorpora, por ejemplo, banjo, mandolina y ocasionalmente acordeón, pero sobre una banda con bajo, batería y dos guitarras eléctricas.

Y es que, tras un breve vídeo introductorio con imágenes a mayor gloria de Steven Tyler (Nueva York, 1948), la música empieza a sonar con la Loving Mary Band -con formación paritaria de tres hombres y tres mujeres- ya a todo trapo tirando del repertorio clásico de Aerosmith con Sweet emotion de 1975 y Cryin‘ de 1993.

Se rompe el protocolo de solemnidad que siempre impone estar en un lugar como el Teatro Real y el propio Tyler pide al público que se levante y se acerque al escenario, provisto para la ocasión de una pequeña pasarela alrededor de la cual se colocan los fans de las primeras filas, que no pararán en toda la velada de toquetear las piernas del vocalista, que les devuelve el ímpetu chocando las manos constantemente y gritándoles literalmente a la cara.

Porque nadie aúlla rock como Steven Tyler, encarnación humana del demonio de Tasmania de los Looney Tunes, zíngaro incansable que, aunque lógicamente ha aprendido a dosificar, mantiene el poderío y el dominio escénico que para siempre ha quedado fijado en la memoria colectiva después de cinco décadas de canciones y conciertos desaforados por todo el planeta.

Tras el potente arranque, tiempo para expresar amor por los Beatles con versiones aceleradas en clave blues rock de I’m down, Oh! Darling y la muy coreada Come together, que dan paso a otra versión del Rattlesnake shake de Fleetwood Mac, para acto seguido retomar Aerosmith con uno de sus temas más populares del siglo XXI, Jaded (2000), con la mandolina adquiriendo cierto protagonismo entre la distorsión guitarrera.





Hay que esperar hasta el séptimo tema para que suene algo del disco en solitario de Tyler. Se trata de Only love, muy propicio para las populares emisoras de radio country que pueblan el dial estadounidense con millones de oyentes -el giro hacia este estilo es de corazón, vale, pero no se puede obviar el influjo de Nashville, donde se grabó el álbum, en las listas de éxitos del mercado discográfico más importante del mundo-. Convence y suena diferente pero parece más una excusa que otra cosa en el repertorio.

Porque seguidamente la banda se adentra en otra versión, en este caso Piece of my heart, popularizada en los sesenta por Janis Joplin y la Big Brother and the Holding Company. Y tanto se encienden los ánimos que alguien del público arremolinado contra el escenario intenta coger el micrófono y Steven Tyler se lo arrebata rápidamente. Y al terminar avisa de que la consigna es divertirse y, si no es divertido, no tiene sentido. Regaña incluso a los que no paran de verle a través del móvil a pesar de tenerle literalmente encima.

Son las cosas del directo cuando los ánimos se disparan, pero Steven Tyler sabe manejarlo como nadie y prosigue como si tal cosa con We’re all somebody from somewhere, tema que da título a su esfuerzo como solista y que sirve de pasaje antes de la musculosa interpretación de Livin’ on the Edge y Janie’s got a gun -con protagonismo del banjo-, piezas capitales en la discografía de Aerosmith.




Como es habitual, se sienta Steven Tyler ante el piano para interpretar Dream on, el primer single del primer disco de Aerosmith, lanzado en 1973 aunque había sido escrita por el vocalista ocho años antes, cuando tenía apenas 17 años. Una canción que bien vale una vida y que en el Teatro Real suena con toda su grandilocuencia, apoyada de nuevo por la mandolina y en esta ocasión un acordeón que le da un punto original.

De la ceremoniosa magnificencia de Dream on pasamos a una furiosa reinterpretación del Train kept a-rollin’ (versión de Tiny Bradshaw incluida en el segundo álbum de Aerosmith) que es básicamente como un tren de mercancias colina abajo sin frenos y con una vieja locomotora de carbón echando humo. Ni rastro aquí del prometido country, con Steven Tyler aferrado como todo el recital a su sempiterno pie de micro ataviado con cintas y pañuelos, que maneja cual majorette desatada mientras se contonea y se contorsiona con fruición.

Es momento para el paripé del bis y tras apenas un par de minutos reaparecen los músicos para rematar la jugada con otro de los grandes clásicos de Aerosmith, Walk this way, que atrona mientras el público en la pista se apretuja contra el escenario y en los palcos hay desmelene generalizado -algo siempre divertido de contemplar en un lugar tan suntuoso como el Teatro Real, aunque de un tiempo a esta parte ya se está convirtiendo en habitual-.

Y por si alguien tenía alguna duda de que la cabra siempre tira al monte, hay aún una coda final con Whole lotta love de Led Zeppelin y su celebérrimo riff de guitarra sobrevolando con rudeza ante el desvarío generalizado de los 1.500 asistentes que, aunque razonablemente satisfechos, tienen que conformarse con una rácana hora y veinte minutos. Al precio desorbitado que estaban las entradas -casi se rozó el ‘sold out’, en cualquier caso-, más de uno exigiría más, pero el cierre fue con ovación cerrada de la parroquia.

Satisfacción generalizada por más que la presentación del disco country de Steven Tyler, este formato va en realidad en la línea de ‘una velada con’, que siempre es más agradecido. Porque de la entrega en solitario del neoyorkino solo sonaron dos canciones y, el resto, fueron versiones de sus favoritos y temas de lo más celebrado de su vida con Aerosmith. Y porque, qué demonios, una velada con Steven Tyler sigue dando para mucho… y lo que le queda.

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