¿Quién demonios paga 2.199 euros por ver a Metallica?

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Indignación generalizada con los precios del regreso a España de Metallica en mayo de 2019, cuando en realidad ese enfado no tiene sentido, pues los precios son básicamente los mismos que cuando vinieron en febrero y reventaron el WiZink Center y el Palau Sant Jordi con sendos dobletes. Pero está bien que surja el resentimiento porque esto se nos fue de las manos hace ya tiempo y nunca es tarde para trazar una línea roja. Los grandes conciertos tienen ya un precio que está expulsando a miles de personas que o no quieren o directamente no pueden.

Mi cuñado pretendía ir a Bruno Mars con mis dos sobrinos, pero cuando vieron que el montante final ascendía a más de 300 euros optaron los tres por abortar misión al sentir que era un desembolso absolutamente innecesario. El Wanda se llenó con 55.000 personas, pero no creo que estos tres que os cuento sean los únicos que se echaron atrás. Y por supuesto, como digo, otros muchos no pueden ni planteárselo. Es una mierda. Es la mercantilización de la cultura reavivando la lucha de clases. El rencor de clase.

Y no vamos a hablar hoy de esas zonas VIP que en realidad ocupan la mitad de la pista, de manera que de experiencia mejorada nada de nada. Al final lo VIP es tan poco exclusivo que resulta idiota. De hecho, lo que se va a convertir en norma, ya os lo digo por si tenéis alguna duda, es partir directamente la pista en dos, con zona A y zona B, eliminando así el concepto VIP, que no pinta una mierda aquí. En Ed Sheeran ya va a ser así y al menos la diferencia de precio es menor, aunque no deja de ser una jugarreta para exprimir a la máquina de fabricar dinero: Al público.

Pero perdonadme, que me desvío. Venía yo a comentar una cosa muy específica del mercadeo este de la música en vivo. Aunque antes aún otro inciso, pues en la presentación del observatorio de la música en vivo de Ticketmaster el otro día pregunté dónde quedaba lo del acceso a la cultura en todo esto, entre tanto beneficio. La respuesta de una ponente -que no era de la compañía- fue que el acceso a la vivienda digna también está en la Constitución y el Estado es el que tiene que promoverlo, igual precisamente que lo de la cultura, subvencionado lo que estime oportuno. Pero que esto de los grandes conciertos es un negocio privado. Esta experta en derecho cultural no es de Ticketmaster pero tampoco nadie rechistó.

Tampoco hay que asustarse, aquí no está mintiendo nadie, pues en otra charla con el CEO de Ticketmaster España, una gran respuesta fue «aquí nadie pone una pistola a nadie para comprar una entrada». En esa misma entrevista también decía que agotar entradas en cinco minutos no es un éxito si se venden por debajo de lo que se podrían vender, o sea, que no mola si se puede sacar más pasta. En el caso de U2, todos hemos visto cómo aparecían entradas de pista la semana antes, cómo las que costaban 800 acababan en 200 y cosas así. Vamos, que la especulación de última hora hizo que no quedara entrada alguna sin vender, estrujó al personal hasta el último minuto y consiguió una taquilla más lucrativa que si se hubieran despachado todas en cinco minutos. Será legal, pero me resulta descorazonador -de tema reventa no hablemos por esta noche, aunque ya sabréis que Ticketmaster va a abrir su propia plataforma de intercambio entre particulares, en la que cobrará comisión por transacción… blanco y en botella-.

Bravo por todos los implicados, qué duda cabe. Los conciertos de U2 en el WiZink han dejado gran sabor de boca generalizado y aparentemente lo allí visto cuesta lo que se ha pagado -que en absoluto es poco tampoco, por supuesto que no y, de hecho, me sigue sorprendiendo cómo en el grupo de amigos aparecieron de repente dos entradas de 248 pavos cada una que nos sobraban y las colocamos en cinco minutos, otro disparate-. 

Pero ahora es cuando me centro y cuando me pregunto: ¿Quién cojones paga 2.199 euros por ver a Metallica? Porque a ver, lo dicho, los precios de Madrid y Barcelona entran dentro de la más absoluta normalidad tristemente asumida, es decir, que una entrada normal para el secarral de Valdebebas donde se hizo Mad Cool cueste 95,50 euros. Los precios en febrero eran parecidos pero, a ver, en el WiZink somos un poquito menos rebaño, por así decirlo. Luego está el golden circle perverso del demonio, 140 pavos. Pues bueno, yo qué sé, es menos que Guns n’ Roses en el Calderón en 2017 sin ir más lejos. Lo dicho, ya lo tenemos asumido.

A mi lo que me ha dejado loquísimo es ese tipo de entrada que se llama ‘The Dream no more experience’ que cueta 2.048 euros más 151 de gastos de gestión. Me flipa también que los estos gastos de gestión sean más o menos proporcionales al precio de la entrada, se ve que tramitar esto requiere mucho más esfuerzo y responsabilidad. Por eso siempre me gustó eso que dice un buen amigo de que no son gastos de gestión, es impuesto revolucionario. Pero como estamos ante un monopolio, los precios son los que son y si no quieres no lo pagues y te quedas en tu puta casa, tieso. Otro buen amigo siempre me recuerda que antes los conciertos eran de los pocos lugares donde convivía gente de toda condición en hermandad, llegando incluso a interactuar. Eso también se acabó hace tiempo cuando alguien descubrió que compartimentándonos maximizaba beneficios. Pocas veces vuelve a darse esta mezcolanza de gente -hablamos siempre de grandes conciertos, no de salas y tal-.

Bueno pues que si quieres dejar de soñar y conocer a Metallica, puedes conseguirlo pagando 2.199 euros. Verás tu vida indudablemente colmada con esta suma de dinero qué, bah, seguro que no es para tanto. Además, con ella podrás acceder al ‘snakepit’ delante del escenario, esto es, el golden dentro del golden. Entrarás al recinto por una puerta exclusiva (oh) y, vale, tendrás un «encuentro con miembros de la banda en el backstage antes del concierto». Bien se cuidan de no poner con todos los miembros de la banda, pues es probable que alguno falte -me comentan que eso pasó con James Hetfield en Barcelona la última vez, pero tampoco lo tengo confirmado, así que si me equivoco, que alguien me lo diga sin problema y lo cambio, estamos charlando de tranquis-. Sí pone en las condiciones de este sueño hecho realidad que saldrás del camerino con una «fotografía profesional junto con la banda al completo». Incluso te firmarán los cuatro un setlist.

Pero lo dicho, no te aseguran que el «encuentro» sea con todos. Y venga va, a mi lo que me parece un despropósito es que tanto hablar de la «Metallica family» luego se traduzca en nos hacemos una foto los cuatro contigo pero solo contigo si enseñas el ticket de compra. Esto último es una exageración y tengo que decir, además, que cuando el grupo vino a España a promocionar su peli en 3D, entrevisté a Lars Ulrich y al terminar se hizo una foto conmigo sin problema. Y fue un encanto en el ratito que tuvimos. No creo que la cuestión esté en que ofrecer este paquete exclusivo esté mal -que para mí lo está, pero para mí, que no pinto nada aquí-, sino que resulta que así los músicos están poniendo un precio a su tiempo con el fan. Eso no suena del todo guay, ¿no?


Que estamos hablando de Metallica porque es el tema esta semana, pero obviamente no son los únicos. Y, oye, que entiendo perfectamente que si les apetece pues dicen ‘venga ese meet & greet y nos sacamos una pasta’. Entiendo que ellos son libres de proponerlo y la gente de aceptarlo. Pero por eso mismo me pregunto ¿quién cojones lo acepta? Por el amor de dios, si casi lo que más me ha flipado es que por ese precio te dan dos consumiciones y no barra libre. ¡Y no barra libre! Y pone que te dan unos snacks. ¿Cacahuetes? Los cacachuetes son snacks, ¿no? Aunque pone buffet libre, de modo que espero que sea algo más consistente. La verdad es que cuanto más veces lo leo más adorable me parece todo este dislate. También es verdad que puedes acceder a una exposición exclusiva de material de la banda que, como veas a la misma velocidad que el resto de los museos, te vas a cepillar en un par de minutos.

Si pagas por el ‘Dream no more’ te llevarás también un póster y una camiseta a elegir (especifican esto último, jaja, me encanta también). Si con una camiseta no tienes suficiente, que sepas que podrás «comprar merchandising sin colas», lo cual indudablemente es un privilegio al que cualquiera aspira. Qué demonios un privilegio, ¡es un derecho fundamental como el wi-fi! (eso preguntó el otro día la hija de otro amigo, que si el wi-fi es un derecho fundamental, pero ella tiene cinco inocentes años). El último punto ya es un colofón tan excelso que mejor que comentarlo voy a dejar que cada cual imagine su significado: «Atención personalizada y staff de cortesía».

Aún hay otro par de tipos de entradas que venden ‘experiencias‘. Y este sí es el problema, porque cuando esta palabra entra en juego todo se difumina a la misma velocidad que el precio se dispara. Yo, con mi entrada de pista normal, espero la siguiente experiencia: Llegar a un recinto digno, pedirme una o dos o tres cervezas, charlar con mis amigos y amigas mientras esperamos, escuchar bien la música cuando empiece a sonar, ver el escenario razonablemente bien y no solo por las malditas pantallas, poder ir al excusado cuando lo necesite sin que sean Los Juegos del Hambre… Estar cómodo y disfrutar de la música, en definitiva. Esa es la experiencia que deseo cada vez que voy a un gran concierto con miles de personas. Y a poder ser no sentirme rebaño, ya que estar allí no es precisamente barato.

Todo lo demás me parece mercadeo. Y me da rabia que esta web tomara su nombre de aquella gira PopMart de U2 de 1997 y 1998, en la que se ironizaba sobre un gran supermercado del pop. Me da rabia porque ahora sí que están mercadeando con todos nosotros a muy diversos niveles y se están desvirtuando demasiadas cosas. Es el mercadeo, amigo. Y de la misma manera que hace unos meses lanzaba una pregunta, cada vez tengo más clara la respuesta: ¿Terminará resultando imposible asistir a grandes conciertos y nos importará una mierda? Sí.

Y es aquí cuando me pregunto si es proporcional la subida de las entradas para grandes conciertos y el coste de la vida. Porque ver a Metallica en 2009 en el Palacio de los Deportes de Madrid costó 59 euros. En 2010 vi a Metallica ¡con Motorhead! en Rock in Rio por 69 euros. Y en 2012 el abono del Sonisphere Getafe eran 80 pavos. Tengo la inocente impresión de que en los últimos dos o tres años esto se ha disparado. ¿Es cosa mía? Y reitero que no hablo solo de Metallica, sino de los grandes conciertos en general. Me da bastante pena y coraje que el cable electrificado de la oferta y la demanda esté tan tenso pero, sobre todo, que no tenga toma de tierra. Porque al final nos vamos a electrocutar los de siempre en el camino.


PD: Si tenéis curiosidad, todos los precios de los que hablamos están AQUÍ.


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2 thoughts on “¿Quién demonios paga 2.199 euros por ver a Metallica?

  1. David, te compro todo lo que dices y tienes razon, esto empieza a ser insano.
    Los que deciamos que los artistas debian ganarse su pasta cantando sobre un escenario y no solo sacando un CD y quedarse en casa, no esperabamos esta escalada de precios.
    Pero dejame matizar algo dentro de esta locura, el m&g de Metallica en su gira 2018, era donado a una ong, tipo RED d nuestros amados U2 y si salio el cantante pero de refilon, lo que no se es si en esta segunda parte seguiran donando esa pasta en cada concierto, piedes verlo en su Instagram como entregan el cheque y si mirar el importe eran 1200€ que era el anterior m&g por el numero de fans que estaban con ellos entre 12 y 15 por concierto, un abrazo

  2. ¡Bravo, compañero! Se puede decir más alto pero no más claro. Este párrafo es, como tú dices, "excelso": Yo, con mi entrada de pista normal, espero la siguiente experiencia: Llegar a un recinto digno, pedirme una o dos o tres cervezas, charlar con mis amigos y amigas mientras esperamos, escuchar bien la música cuando empiece a sonar, ver el escenario razonablemente bien y no solo por las malditas pantallas, poder ir al excusado cuando lo necesite sin que sean Los Juegos del Hambre… Estar cómodo y disfrutar de la música, en definitiva. Lo suscribo punto por punto.

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