pan moby dick

Pan (2021) Moby Dick Club. Madrid

Crónicas
De la melancolía infinita al ruido y la furia

FOTO: Alfredo Rodríguez

La música de Pan oscila como un columpio: del vértigo en el estómago a las ganas de más. De la delicadeza absoluta al torbellino estruendoso. De la melancolía infinita al ruido y la furia. Y todo eso se multiplica exponencialmente en directo con Pan este viernes en Moby Dick.

Porque este viernes la banda madrileña pudo al fin presentar su disco ‘Instrucciones para el vuelo’ en la Moby, emblemática sala de la capital. Bueno, no es exactamente eso. Porque, a ver, la idea era que eso ocurriera en mayo de 2020 y como no pudo ser, pues ya estábamos todos como en otro lugar.

Así las cosas, un año después Pan han optado por hacer algo más especial: tocar el disco de principio a fin en el mismo orden. Con el bis final de ‘Arde lento’, su más reciente sencillo, que en su momento quedó fuera de ‘Instrucciones para el vuelo’ y que ahora inesperadamente de alguna manera cierra el círculo.

De manera que con perfecta puntualidad salen al escenario a las 19:00 para el primero de los dos pases. Ya se sabe que ahora, con eso de que el gentío es menos gentío y tiene que permanecer sentado sin frotarse, los aforos de las salas son trágicamente ridículos. A tocar dos veces seguidas se ha dicho.

ESTAMOS EN GUERRA Y NADIE LO SABE

‘Estamos en guerra y nadie lo sabe’ es toda una declaración de intenciones para empezar el recital de Pan en Moby Dick. Un compromiso con uno mismo para ir a muerte con lo que desea. La vida misma. Rock enérgico de guitarras relucientes, melodías refulgentes. Noventerismo en vena como la otra cara de la moneda, ‘La nada’, lo que queda cuando no eres capaz de creer.

Lo de noventerismo no es baladí, qué va. Porque Pan beben su gasolina directamente del rock alternativo de aquella mágica y prolífica década. Y aunque no la hayan tocado porque no tocaba, tienen por ahí una magnífica versión del ‘1979’ de Smashing Pumpkins.

Vamos, que si hubiera aparecido Billy Corgan moviéndose to lento y enigmático por la Moby este viernes con su túnica no hubiera desentonado. Nos habríamos cagado todos encima. Literalmente. Pero le hubiéramos encontrado todo el maldito sentido en un instante.

Porque como la banda estadounidense, tiene Pan esa capacidad de pasar de la finura primorosa al despelote embrutecido. Dejándose ir en la transición sobre unos desarrollos instrumentales de esos que atrapan y llevan a tu mente a algún lugar que no esperabas. Magia como la inapelable ‘Pareja caucásica sonriendo’.

En esa oscilación que, como un columpio, nunca se detiene del todo, gana encanto Pan hacia el ruido y la furia. ‘Falso emperador’ es buena prueba de ello. No en vano y no es (de nuevo) baladí, de la producción del disco se encargó Manuel Cabezalí. Y hay conexiones musicales directas entre Havalina y Pan. Lo cual es genial.

Y tiene Teresa tiene ese liderazgo magnético de cantante que se crece cuando tiene bien agarrada y enchufada su Fender (me viene a la mente una mezcla entre Cristina y Amparo Llanos, por lo que sea). Y Tweety aporrea la batería que parece mentira que no se desmoronen los tambores. Las guitarras de Marcos supuran y el bajo (Carlos Bueno, de reemplazo por razón de confinamiento mayor) late fuerte a pesar de todo.

OFICIO Y PASIÓN

Porque hay oficio y pasión en Pan (sus integrantes no son en absoluto novatos). Hay mimo en preparar un concierto que tiene incluso la lectura de un poema y una canción con Teresa sentada en el suelo con una solitaria acústica. Y ambiciosos arreglos de teclados y melodías de piano para los momentos más sentidos.

Hay, en definitiva, actitud. Y todo lo anterior se resume de alguna manera en ‘Arde lento’, el bis final. Esas guitarras noventeras que le ponen las orejas de punta a cualquiera con una edad y una formación. Ese balanceo que de niño nunca quieres que termine. Esa sensación casi de volar cuando te empujan fuerte de más. Estar bien alto en el columpio que no cesa. Eso es Pan en la Moby Dick.

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