Lugar: Huertas del obispo. Palencia
Fecha: 1 septiembre 2006
Asistencia: 6.000 personas
Precio: gratis
Músicos: Jairo Perea ‘Muchachito’ (voz, guitarras, cajón flamenco), Tito Carlos (teclado), El Lere (contrabajo), Josue El Ciclón (trompeta), Héctor Bellino (batería), Santos de Veracruz (artista y grafitero). Junto a ellos, un grupo de músicos de viento -La Gigoleto Brass- con Alberto Pérez (trompeta), Martín García (saxo alto), David El Niño (saxo tenor), Óscar Bas (trombón).
Necesitaba escapar y lo sabía. Entró en una página web de viajes dispuesto a elegir un destino al azar. El primer nombre que se cruzó entre la pantalla y él fue el de Palencia. Como destino no es que le atrayera demasiado, pero era una ciudad en fiestas y eso podría irle realmente bien. Además, le apetecía un viajecito en tren y los conciertos de las fiestas tenían una pinta aceptable. Sí, definitivamente, Palencia era un buen destino para dejarse llevar. Una pequeña mochila, lo puesto y la tarjeta de crédito era equipaje más que suficiente.
En el tren rumbo al destino elegido no pudo evitar escuchar a una pareja, chico y chica, discutir acerca de los eventos a los que había que asistir y los que era mejor obviar. El chaval que planteaba todas estas cuestiones, el cual le resultaba muy familiar, parecía pensar como él. Estaba avisando a la que parecía su novia de que él iría solo si era preciso a ver a Loquillo y Los Trogloditas, de que Muchachito Bombo Infierno era un gran trampolín para continuar la noche del viernes a todo trapo, y prácticamente suplicaba que no le obligaran a sufrir un concierto de Soraya, por muy gratuito que fuera. Pobrecillo…
Tras un paso breve por la habitación de su hostal, bajó a la calle y siguió a la gente. Parecía que iban hacia algún lugar y él, que viajaba sin rumbo por decisión propia, no tenía otra opción mejor. Era viernes, estaba ya anocheciendo y la ciudad se gustaba a sí misma. Los pasacalles hacían mucho ruido. “Demasiado”, pensó, de modo que se refugió en un bar de esos en los que lo difícil es conseguir que te sirvan una cerveza. Pero él era un tipo perseverante y logró su objetivo. Varias veces.
Provisto ya de la fuerza necesaria, decidió acercarse a la zona del río Carrión. “Que sí, que los fuegos artificiales son muy bonitos”, pensó. En fin, estas cosas siempre tienen cabida en los festejos populares. Mientras decidía lo siguiente que haría, escuchó detrás de él la voz de la pareja del tren, en esta ocasión acompañados de algunas personas más. Parecía que el chaval, que iba vestido exactamente igual que él, se salía con la suya, puesto que iban hacia las Huertas del obispo, lugar de celebración de los conciertos. Decidió seguirles, no con intención de entablar, sino porque le parecían de fiar. Era la segunda vez que veía al que parecía su doble y le pareció una señal.
Cuando llegó a las Huertas vio lo que esperaba: mucha gente joven, mucha gente adulta, niños… todos ellos pasándolo bien, cada uno a su manera. El concierto no había comenzado, así que decidió pedir unas cuantas cervezas. Coincidir de nuevo en la barra con el chico del tren le pareció ya excesivo. Que éste pidiera dos cervezas de litro a la vez y se llevara una en cada mano, también, puesto que eso era justo lo que tenía pensado hacer. Era como mirarse en un espejo. Cada vez le resultaba más familiar, aunque estaba seguro de no conocerle de nada.
El concierto empezó y muy pronto confirmó que sí, que Muchachito Bombo Infierno son ideales para una noche con ganas de lo que sea. Durante las dos horas que duró el concierto no dejó de visitar la barra, de hablar con gente, de tontear sin éxito con algunas chicas, y de fijarse en lo que sucedía en el escenario. Todo a la vez. Se juntó a un par de chavales, palentinos de pro, que criticaban el concierto y se quejaban de que el heavy metal nunca tenía un hueco en las fiestas, pero le cayeron bien. Eso sí, coincidieron en que eso de tener un grafitero haciendo un dibujo sobre un gran mural blanco en el escenario al ritmo de la música era algo que nunca habían visto antes.
La música en directo acabó cuando mejor se encontraba, cuando estaba alcanzando al fin el objetivo de olvidarse de todas las preocupaciones que había dejado en Madrid y que tanto le atormentaban. ‘Ojalá no te hubiera conocido nunca’ le pareció una canción dedicada exclusivamente para él, y así se lo tomó. Trató de acercarse a los músicos una vez finalizada su actuación, pero apenas arrancó un par de sonrisas al pintor-grafitero y poco más. Se fue con sus dos nuevos mejores amigos en dirección hacia cualquier lugar en el que les dejaran gritar rocanrol y seguir deshaciendo el mundo para arreglarlo después con un par de zarandeos. Tenían todo el tiempo del mundo.
Wuau! he llegado aquí vía enlace Muzikalia… y vaya currículum tienes de conciertos!! ya me gustaría haber estado en muchos de ellos!! (aunque es lo que tiene la edad). Flipas, espectacular lista, y que seguro aumentará, ¿verdad? un saludo galko!!!
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