Mira que te gusta Rosendo, ¿eh?

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Doy mucho el coñazo por Whatsapp mandando canciones. Sin parar lanzo temazos a diestra y siniestra porque siempre aflora la tonta necesidad de compartirlos con alguien. Como si ese alguien lo fuera a gozar como uno mismo… qué tontería. Pero bueno, ahí está la intención.

Y en esas este domingo me ha recomendado Spotify el nuevo disco en directo de Rosendo, que no tenía en absoluto controlado. Y lo he enviado al hiperespacio obteniendo como respuesta: «Mira que te gusta Rosendo, ¿eh?» Y esa es la frase que nos ha traído hasta aquí.

Esa afirmación irrefutable (de Musicazul) y el hecho de que se trate del directo de despedida de Rosendo, grabado en el WiZink Center de Madrid el 20 de diciembre de 2018, ergo, el día en el que cumplí cuarenta años. Y lo celebré de la mejor manera imaginable, rodeado de familia y amigos cantando todos esos himnos que, como carabanchelero que soy, siento como casa.




Vivo y escribo ahora, de hecho, desde la acera de enfrente de la casa de Rosendo -un saludo a su hijo Rodrigo, buen colega de parque… siempre podré decir que mis hijos jugaron con el nietísimo-, a quien nos hemos cruzado por la calle decenas de veces -ahora menos porque desde que lo dejó se ve que goza del plácido retiro en su pueblo de Burgos, a su putísima bola, qué envidia-.

Carabanchel, Rosendo, rock. La vida en un domingo lluvioso de diciembre, casi un año después. Eso suena en este directo ‘Mi tiempo, señorías…’ que arranca a rabo con ‘Aguanta el tipo’. Y por arte de birlibirloque estamos allí con el puño en alto y la cerveza trasegando, abrazados unos con otros.

No hay tantos momentos en los que seamos realmente conscientes de estar vivos. O, más bien, de la necesidad de bebernos la vida entera. Y aquella noche pasó eso. Y fue gracias a Rosendo por enésima vez, gracias a ‘Por meter entre mis cosas la nariz’, ‘Cosita’, ‘El ganador’, ‘Cúrame de espantos’, ‘Mala vida’, ‘…Y dale’ o ‘Amaina tempestad’, con todos cantando «al menos una vez, hacerlo a mi manera, a ver si sale bien».

El aporte de Rosendo a la rutina diaria de tanta gente es incuantificable ni falta que hace, pero es que en sus letras está toda una forma de entender la vida. Con una elegancia y una puntería de pura ‘Vergüenza torera’. ‘El tren’ de Leño es mi infancia entera en un tocadiscos, cuando mi hermano la ponía sin parar y Rosendo era poco menos que el Papa para mí -un héroe local, que te decían que vivía aquí al lado, pero salía por la tele y todo eso… guau-. 


Y luego ‘Flojos de pantalón’, que i-rre-fu-ta-ble-men-te es el mejor solo de la historia del rock español. Eso es y punto, aparte de una eclosión como un gol en la final de la Copa de Europa (ha perdido 0-2 el Carabanchel hoy, por cierto, contra el Santa Ana, que aunque no suelo ir mucho, les escucho gritar todos los domingos desde mi cocina).

‘Flojos de pantalón’ rompe la velada en dos, es el punto de inflexión a partir del cual ya te has tirado por el tobogán haya o no haya agua en la piscina: ‘Masculino singular’, ‘Pan de higo’, ‘Navegando’, ‘Agradecido’, ‘Loco por incordiar’… A veces usamos la palabra himno en vano pero no, no hoy: Hoy es la única que realmente encaja.

Y eso que aún falta ‘Maneras de vivir’, que no es que sea un himno, es que debería cantarse cada domingo en las iglesias -¿se canta? No lo sé, hace muchísimo que no entre en ninguna y así está bien-. Debería cantarse, así en plan góspel con todos los feligreses perdiendo los papeles y arrojando los bancos hacia el altar. Eso molaría.

El remate final es de nuevo Leño por siempre. De nuevo toda una filosofía vital concentrada en una canción que hago mía palabra por palabra. Porque, en última instancia, resume el motivo por el que mando canciones sin parar aunque la gente pase: «Porque es solo una canción y me siento mejor«.

Sé que no estoy en mi juicio
Y que me falta inspiración.
Todo me saca de quicio
¡Qué desilusión!

Odio salir a la calle

Hiede la televisión,
El Rock and Roll es un arte
¡Qué desilusión!

Es sólo una canción

Y me siento mejor.

Soy compañero de nadie

Y viajo solo en mi vagón,
No encuentro un soplo de aire
¡Qué desilusión!

Soy pregonero del negro

Y tengo en cama la opinión,
Sé que no existe el infierno
¡Qué desilusión!

Es sólo una canción

Y me siento mejor.


La crónica de aquella noche en la que fuimos los mejores fue doble y tiene una en Europa Press y otra aquí en casa en Mercadeo Pop. Por si os da el punto.

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