Robert Plant (2016) Noches del Botánico. Madrid

Crónicas

Lugar: Noches del Botánico. Madrid
Fecha: 14 julio 2016
Asistencia: 2.500 personas
Artistas Invitados:

Mito a la altura de su leyenda

No puede evitar uno reflexionar sobre la marcha y tratar de comprender qué pasa por la cabeza de este tipo que tantas veces hemos visto petándolo en el Madison Square Garden de Nueva York con sus Led Zeppelin en la peli ‘The song remains the same’, y que ahora se presenta en las Noches del Botánico de Madrid como si tal cosa, como si acaso no fuera un Dios.

Claro que la película de marras fue grabada en 1973 (y estrenada en 1976) y ahora estamos en 2016, por lo que tiene todo el sentido que cualquier coincidencia sea pura casualidad. Porque aunque intentaran engañarnos con ese título, lo cierto es que las canciones, aún siendo en esencia las mismas, no lo son en absoluto en realidad, porque Robert no se conforma, no cae en la autocomplacencia y sigue buscando. Algo, lo que sea, pero buscando y, de paso, disfrutando plácidamente del viaje.

Tampoco es el mismo Robert Plant, claro, quien a sus 67 años muestra un aplomo que poco tiene que ver con el salvajismo de aquellos (maravillosos y locos) setenta en los que dominaba el mundo con Led Zeppelin. Mucho ha cambiado la película y ahora, en lugar del fucker insaciable tenemos al abuelo que disfruta recordándonos lo grande que fue y demostrando, de paso, que sigue siéndolo.

Acompañado por su más que solvente y talentosa banda The Sensational Space Shifters, comienza la velada con la intensidad zeppeliana de ‘Babe I’m gonna leave you’, en la que aparte de la contundencia rockera, ya se aprecia por donde van a ir los tiros de un recital abierto de miras, que revisita el catálogo de Plant centrándose principalmente en su vieja banda, transitando desde el rock hasta el folk pasando por la electrónica y la música magrebí que tanto le ha gustado siempre al vocalista.

Un vocalista que también ha cambiado su forma de cantar, evitando los agudos desafiantes y optando por tonos más reposados y propicios para su voz algo más ronca y arenosa, limitada para los excesos de antaño, pero en la que perdura todo el legado de una época de la historia de la cultura popular de nuestro tiempo. Y, no nos engañemos, precisamente por eso congrega aún hoy en la capital a 2.500 fans que acuden a la llamada con reverencial respeto a lo más nuevo y con pérdida de papeles cuando reconocen señales añejas.

Tras el segundo tema, ‘Tin Pan Valley’, volvemos a Led Zeppelin con ‘What is and what should never be’, antes de una enérgica versión del ‘Spoonful’ de Willie Dixon, que precede a uno de los momentos más emotivos, con la grandilocuencia de ‘The rain song’ sentando cátedra y pellizcando de lo lindo los corazoncitos de los presentes, muchos de los cuales, como yo, se ven a sí mismo hace mil años toqueteando la inquietante portada de ‘Houses of the Holy’ y deseando sacar el vinilo para descubrir cómo sonaba eso. Pues aquí estamos, aquí seguimos y sigue emocionando tanto.

Prosigue la velada con ‘All the King’s horses’, ‘Poor Howard’, ‘Friends’ (de Led Zeppelin), la tradicional ‘Little Maggie’ y ‘Fixin’ to die’ (versión de Bukka White), con un Plant contento lanzando frases al español, bromeando sobre el Brexit y preguntando en diversas ocasiones si ya hemos tenido bastante. Es evidente que los músicos disfrutan y que el público se mete suave en la propuesta, en la que cobra especial protagonismo el ritti (violín de una cuerda) del gambiano Juldeh Camara.

Supongo que, después de todo, disfrutar y reinventar son las claves para que Robert Plant sepa perfectamente cual es su lugar en el mundo, lejos de las presiones que supondría una reunión de Led Zeppelin que, tras ver al vocalista en directo, uno comprende que nunca debe producirse. No tendría razón de ser porque aquello fue tan enorme que tratar de resucitarlo solo serviría para desvirtuarlo y quitarle toda la grandeza con la que reside plácidamente en nuestros corazones. Y es pasado. Muy pasado.

Y bueno, ahí está a la derecha del Padre ese pedazo de guitarrista que es Liam Sean ‘Skin’ Tyson, con quien se divierte versionando el ‘Boom Boom’ de John Lee Hoker antes de que lance al mundo el riff de ‘Whole lotta love’ y los aullidos de júbilo se disparan como resortes en una reinterpretación deconstruída de uno de los mayores clásicos del rock, que lleva ahora a los presentes a una especie de viaje espacial pero que mantienen los pies en el suelo gracias a ese riff inmortal tantas veces tocado por millones de millones de aspirantes a guitarristas en todos los rincones de este loco planeta.

Tiempo aún para un ‘Rock n’ Roll’ tan hipnótico como estratosférico y contundente, antes del final desnudamente acústico de ‘Going to California’ que pone colofón a una noche rebosante de música y alejada del conformismo, pero igualmente plagada de naturalidad sobre las tablas. Porque Robert Plant y The Sensational Space Shifters hacen fácil lo difícil divirtiéndose como unos chiquillos. Y como vino, se fue, caminando lentamente hacia la salida del escenario, sonriendo y agradeciendo las muestras de cariño de los congregados en la Universidad Complutense. Que inevitablemente tampoco somos los mismos que entonces. Eso sería un coñazo.

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