Los Zigarros (2020) Teatro Circo Price. Madrid

Crónicas
Los Zigarros en el Price. FOTO: Ricardo Rubio

Los Zigarros en Madrid: El rocanrol nos salvará ayer

Sabes esa canción de Los Zigarros de que no quieren ser abogados, bancarios, economistas o aparejadores (esto nunca lo dijo nadie y por eso hola Jose, coño, qué bien contigo y qué risas con esto). De eso va también no ir al Carrefour a comprar el sábado por la mañana después de una noche de rock (el aparejador es un poco cabrón). 

Bueno, pues yo he pasado toda la mañana comprando ahí a tope de filetes de lomo, de aquello y de esto, con una resaca imponente. «Aún hueles a alcohol», me dice Paloma, a lo cual solo puedo responder algo en plan: «No me conociste anoche». Bromas aparte, lo cierto es que no he ido con resaca al hipermercado, he ido claramente intoxicado. Espero ser vuestro héroe por ello.

No, obviamente no lo espero. Pero hay un punto divertido en todo porque mientras compraba suavizante escuchaba en mi cabeza ‘A todo que si’. Y mientras compraba mi Pepsi Light escuchaba ‘No obstante lo cual’. Luego pillé unos boquerones y ahí ya andaba por ‘Mis amigos’. En ese instante miré el móvil, copié la letra y se la mandé a todos los pringaos a los que tanto quiero.

Todo esto lo hice en vaqueros y con la chupa. Despeinado, con las gafas de sol. Toda esa parafernalia que se espera de uno. Pero me cruzaba con peña en chandal y no daba crédito. Es broma pero me crucé con varias parejas comprando quien sabe qué ahí mirando su listita en chandal y en mi cabeza retumbaba la noche de ayer en todo su esplendor: ‘Tendrías que haberla visto’. También estaba Bruno corriendo por los pasillos para completar mi mañana en el jodido Vietnam. 


Justo por eso me compré dos botellas de vino y mil cervezas. Por pura supervivencia aunque, en serio, es un sábado fantástico. Lo irremediablemente cotidiano es verdad que termina resultando superlativo. Y al volver a casa desde la Ciudad de la Imagen, con 200 pavos de compra -estaba la cosa bien chunga ya- en el maletero, aún me permití el lujo de molestar un poco con la música de Los Zigarros a toda hostia. No obstante lo cual.

Porque no es que un buen concierto de rocanrol te salve de una mala semana, es que es el perfecto túnel de lavado. Anda que no hay veces que entras con el coche y, por lo que sea, sales que te sientes como si te hubieras confesado al otro lado del túnel de lavado. Pues la eucaristía del rock es básicamente y en pocas palabras eso: Que entras sucio y sales más sucio. Porque para salir limpio vas a ver movidas de pop o de yo qué coño sé, lo que os mole.

No es ese el caso esta noche de viernes en la que Los Zigarros se coronan con sus santas pelotas, ojo, por segunda noche en el Circo Price ante otras 1.800 personas igual que el jueves. Joder, está pasando ante vosotros: darse cuenta. Es viernes por la noche y vamos a toda hostia por la ciudad. Pasamos a vuestro lado y ni nos veis. Quienes creen vernos nos confunden con gamusinos. No éramos nosotros, igual eran otros. Seguro que no.




Me siento muy partícipe de Los Putos Zigarros sin serlo porque el concierto de AC/DC en Sevilla en 2010 fue un maldito desfase. Y ellos eran los teloneros como Los Perros del Booggie y allí que nos hicimos la foto de rigor cuando bajaron del escenario en un clima absolutamente tóxico, como si el domingo ‘realmente’ no fuera a llegar. Era sábado a 500 kilómetros de casa y aún no comprendo cómo lo hicimos para regresar. Qué bonito.

Después de aquello pasaron a ser Los Zigarros y han crecido, la verdad, a toda hostia. Todos los hemos visto por ahí en circunstancias cuanto menos adversas. Como teloneros de Fito hace eones les vimos como familia unida como quince personas. Teloneando a Leiva -que comparten mánager con todos ellos, que lo sepáis los despistados- también les vimos otra baza. Pero todo eso era otra vida que desde luego ha cambiado ahora.

Porque en el Price han sonado reventones. A clásicos como si llevaran toda la vida con nosotros, con el personal en pie meneando las gradas sin prar. El guitarra Álvaro Tormo se lo vive como tiene que ser y el vocalista y guitarrista Ovidi pues la verdad es que pareciera que nació para estar exactamente ahí plantado en pie -con una pinta ochenterísima que nos hace pensar que dos décadas antes hubiera sido leyenda o qué-. 

Yo creo que más que saber tocar, que saben, estos pollos se han aprendido toda la parafernalia y justo por eso resultan convincentes ahora que ha llegado su momento. Bueno, en realidad no lo creo, lo sé: Porque cuando les entrevisté para Europa Press comentamos un rato el vídeo de ‘The songs remain the same’ de Led Zeppelin y cuando Álvaro ha sacado la guitarra de doble mástil la verdad es que me he tenido que reír. Son de los nuestros y ya.


O sea, que llevan un telón rojo de fondo y que si ‘Apaga la radio’, que si ‘Espinas’, que si la pendenciera ‘No obstante lo cual’. Suenan bien, convincentes, y te crees a esos notas que están ahí encima lanzándote su movida. Parecen tan reales que no es descartable que sea la banda de rock canallita que necesitábamos en un momento en el que todo el mundo es mogollón de pringao. Y no han inventado nada, las referencias son múltiples y están ahí. Pero lo clavan y lo refrescan.

Tengo que decir, por otro lado, que nos pone profundamente nerviosos que no nos dejéis de ir a la barra del bar aunque llevemos ya una hora de concierto. Joder, ya basta. Todos queremos una rondita porque esto es rocanrol y, la leche, lo que nos cuesta no tener algo en la mano y en el gaznate. Pues nada, hay que esperar y eso nos toca los cojones muchísimo. Sois lo peor y nos reconforta que hablemos el mismo idioma. Casi nos perdemos a Ariel Rot volando en ‘Qué harás amor’, que fue realmente un momento para no ir a la barra. 

Tienen Los Zigarros esa mierda dentro que te incita a beber. Te joden, no te dejan. Estás viendo un momento guapísimo, pero el personal abre y cierra las manos como los muñequitos del Lego porque sería aún mejor con un algo que tomar. Los Zigarros son de tomarla. Coño, y nosotros. Y todos nosotros. Es tan evidente que los camareros de las barras no se han visto en otra en años. Hay colas interminables para pedir una cervecita; tal es el desconcierto que yo quiero pedir tres o cuatro minis a la vez para dos. El tiempo, como suele pasar aunque no tan en el acto, nos da la razón. Es la razón inherente e inexplicable del rock n’ roll.

A Ariel Rot es que en la tele hay que verle más. Porque es un flow de rapero cuando no había raperos y luego te hace un solo ahí to guapo y ‘Qué harás amor’. Pues nada, aquí te espero. ‘De nada sirve hacerse mayor’ es infantil pero me representa porque es viernes así que ole las gónadas de tod@s y cada un@ de nosotr@s. Y luego el Fitazo con ‘Resaca’ y ‘Voy a bailar encima de ti’.

Porque Fito sale y la peña le quiere que te cagas. Y cuando canta sobre la resaca te está clavando la estacada de veinte años borracho con sus canciones (o la que estaba por venir en el suicidio del hipermercado). No vamos a descubrir a Carlos Raya como el mejor guitarrista heavy español de los ochenta, ahora reconvertido en ese tipo al que todos queremos que se marca un solo antológico en ‘Tenía que probar’. 

Y joder cómo mola sentir el carisma de Tarque en ‘A todo que sí’, el desparrame vocal absoluto de Aurora en ‘Dispárame’ y el Leiva que hace lo que le viene en gana con ‘Baila conmigo’. Este párrafo me hace pensar que no ha sido en absoluto un viernes cualesquiera, ni tampoco una noche mierderita de la que arrepentirse carromato en mano en la compra. Realmente compensa cagarla un poco siempre.

¿Acaso no se trata de eso el rock? Hubo un fogonazo con ‘Dentro de la ley’ y luego toda la panda que no pasaría un control de alcoholemia de primaria cantando ‘Qué demonios hago yo aquí’. Me lo pasé guay y lo del control de alcoholemia solo es una broma porque, at the end of the day (me encantan los guiris), estoy con Sangre Azul (el grupo ochentero de Carlos Raya en plan Bon Jovi que yo grababa en Tocata y A Tope). Y no obstante lo cual, voy a acabar esto en plan macarra ya: «El rocanrol nos salvará ayer».

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