Los Secretos (2015) BarclayCard Center. Madrid

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Lugar: BarclayCard Center. Madrid
Fecha: 3 julio 2015
Asistencia: 5.000 personas
Precio: Desde 30 euros
Artistas Invitados: Casa Rusa

Canciones que son nuestra historia

Estuve el jueves un rato charlando con Rick Astley, que anoche cantó pasada la medianoche tres canciones gratis en el centro de Madrid, en una plaza de Callao abarrotada y festiva como pocas veces, como siempre debiera ser el corazón de una ciudad palpitante. La cosa es que le prometí que iría a verle y lo cumplí, pero no sin antes explicarle que tenía una cita con Los Secretos en el pabellón más grande de la capital.

«¿Oh y cómo suenan? ¿Son buenos?», preguntó mostrando un interés real por el tema musical. «Llevan toda la vida con nosotros, están en sus fifties y suenan así como los Eagles y Jackson Browne, es pop rock de guitarras, very gently and melodic», más o menos le expliqué antes de decirle que debería ir. «Should I go?». «Yeah, sure». Total, si yo estuve en los dos sitios, él también podría, puesto que cantó un cuarto de hora sobre música enlatada.

Sin saberlo en ese momento, al verme obligado a explicarle a un guiri como Rick Astley lo que eran Los Secretos, estaba definiendo al trote la cuestión. Obviamente me quedé corto, pues la historia de la banda merece más que dos frases improvisadas, ¿pero a quién puede no gustarle Jackson Browne? ¿A quién puede nos gustarle los Eagles? ¿A quién puede no gustarle Los Secretos?

A estas alturas hablamos de una banda clásica, epítome de elegancia, con un repertorio incontestable y un sonido prístino. Puede que, efectivamente, no haya mucho secreto en su propuesta, pero es que precisamente el secreto, en la música, son las canciones. No hay más y ellos las tienen a toneladas después de años mejores y años peores. Y por eso se pegan el gusto de hacer un álbum de versiones y nos parece perfecto.

Versiones que, pasadas por el estilo propio de Los Secretos, parece que siempre estuvieron aquí. Y así suenan ‘Échame a mi la culpa’, ‘Margarita’, ‘Entre tú y yo’, ‘No me imagino’, ‘Colgado’, ‘Sentémonos a hablar’, ‘Y no amanece’ y ‘Algo prestado’, conformando un todo en el que los músicos disfrutan casi diríase que más que los 5.000 asistentes, con un Álvaro Urquijo encantado de la vida dando buena cuenta de su Gibson y un Ramón Arroyo apoderándose de su lado del escenario con su habitual egregia y ensimismada figura. Jesús Redondo, Juanjo Ramos y Santi Fernández están tan solventes como de costumbre y lo sabéis.

Pero claro, la gente quiere cantar. No pasa nada, venga, vamos con ‘La calle del olvido’, ‘Calle compasión’, ‘Qué solo estás’, ‘Cambio de planes’, ‘Esta ciudad’… y ‘Ojos de gata’, que se convierte en uno de esos momentos comunales que trascienden el lugar y el momento, con los músicos como catalizadores emocionales. ‘Pero a tu lado’ parece inofensiva, pero como eso depende de cada cual, resulta que pellizca, igual que ‘Ponte en la fila’, pedazo de versión de un talentoso contemporáneo como Ron Sexsmith.

La velada va disfrutablemente fina y se torna colectivamente memorable con ‘El boulevar de los sueños rotos’, una de esas tónadas incrustadas a fuego en nuestra cultura popular. Y el crescendo prosigue con ‘Te he echado de menos’, ‘Buena chica’ y ‘Ojos de perdida’, ya con el personal despatarrado dando buena cuenta de su noche de viernes en la gran ciudad.

Tiempo de bises con ‘Agárrate a mi María’, ‘En mi habitación’ y, oh, sorpresa, ‘Déjame’ (nada que decir pues es momento de cantar y recordar y sentirnos un poco viejos pero milagrosamente vivos). Y todavía más bises con ‘Cuando todo iba bien’, ‘Sobre vidrio mojado’ y el fin de fiesta rockero vitalista que es ‘Gracias por elegirme’.

Y aún más con un último regalo improvisado, en versión acústica de ‘Quiero beber hasta perder el control’ como cierre para una velada de esas en las que todo discurre según lo planeado. Quizás eso haga pensar a algunos que, bueno, fue una noche más. Mas no. Porque cada noche con el cancionero de Los Secretos tiene mucha más profundidad de lo que las apariencias pueden hacer pensar a los despistadillos. Por eso siguen y seguirán aquí.

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