canciones

Las canciones que revivimos a través de nuestros hijos

Artículos

En casa siempre hay sesión continua de películas infantiles. Yo he desarrollado la capacidad de ponerlas sin atender a su título. Pero este sábado ha vuelto ‘Sing 2’, que es importante porque Bruno se llama Bruno por Bruce Springsteen y Bono (Bru+No). El otro día lo explicó en el cole y a sus cuatro años fue un hito acojonante.

Pues bien, pongo la peli y me piro a hacer cosas a la cocina, pero le dejo una consigna: avísame cuando salga Clay Callaway. Es decir: Bono. Y andaba ahora fregando platos y venga a gritar desde el salón y acudo presto en cuanto puedo para escuchar ‘I still haven’t found what I’m looking for’ y casi rompo a llorar.

He notado algo subir por todo el cuerpo. Desde la boca abierta de Bruno contemplando la tele y tarareando bajito en su inglés, que ya es mejor que el mío, por supuesto. De eso que cierras los puñitos porque está pasando algo. Está volviendo una canción que estás harto de escuchar pero no vuelve para ti ni por ti, sino a través de ti.

Apagón de plomos. Algo así como un infarto de Iberdrola o lo que tengas contratado. Tu corazón deja de latir cuando escuchas la misma canción que tanto adoras a través del leve movimiento de labios de tu hijo. No es la misma canción que te hartaste de escuchar. Es totalmente brand new. Recupera todo su sentido y recuerdas por un instante por qué te flipa, pues la escuchas nueva.

Una canción recién duchada no tiene trampa ni cartón. Y huele bien. A bebé. Un olor a cuello en un garito, también. A amanecer mojado en primavera. Al árbol de Josué talado 35 años después. Nada se parece el mundo a aquel verano de 1987 en el que yo mismo grabé aquel videoclip en VHS con los cuatro notas haciendo el tolai en Las Vegas.

He estado en Las Vegas. Sé que existe. Pero nadie me avisó de que llega un momento en el que todo lo que te gusta no te pertenece nunca más cuando les gusta a tus hijos. He visto a U2 dos veces en Dublín (la segunda Bruno retumbaba en la tripa). No hay nada mejor. Esa sensación. Pero todo da igual. Tus arrugas te están diciendo que ya no es tu momento.

Así que tienes que dejar de ser tú un poquito para recuperar lo que entonces te alucinó a través de ellos. Es así como funciona la vida. Igual tienes que querer menos a Bono porque hay una cuota que excedes. Así dejas espacio. Y, a su vez, así eres tú otra vez. Un león viejo que se emociona con las canciones que te cansaste de escuchar, David.

PD: tengo muchas más entradas de U2, creo que les he visto una veintena de veces. Ahí arriba hay algunas y este es Bruno. Así son los sábados santos en casa.

SIGUE A MERCADEO POP EN

Comparte
Tagged

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *