Kiko Veneno: «No nos debemos dejar arrumbar por la apariencia siniestra del mundo de la crueldad y del dinero»

Entrevistas

Kiko Veneno (José María López Sanfeliu, Figueras, 3 de abril de 1952) cumplió hace mes y medio 67 años casi coincidiendo con la publicación de un nuevo libro-disco audaz en lo sonoro y repleto de reflexiones sobre el arte, la creación, el dinero, la empatía, el miedo. Sobre la vida misma, en definitiva. Yo firmo llegar así hasta igualarme con su brillante hoy.

«El riesgo para mí habría sido no hacer este álbum», afirma el músico catalán a Mercadeo Pop al referirse a ese cambio reflejado en Sombrero roto, un polirrítmico libro-disco en el que se centra «más en sonidos contemporáneos que en la guitarra», para lo cual contó con la ayuda inicial de su compinche uruguayo Martín Buscaglia, rematada después por la labor del joven jerezano Santi Bronquios.

«Mientras yo trabajaba en el disco, mi hijo Adán iba preparando el libro, que es en realidad una obra del colectivo Rayos en tu cabeza, formado por él mismo y las artistas gráficas Carmela Alvarado y Marta Lafuente. Es una obra suya sobre la creatividad en general y concretamente sobre el proceso de crear a lo largo de mi vida. Reflejándose sobre todo en este último disco, al que hizo un seguimiento constante. Es una obra sorprendente, tiene arte, literatura y pintura», resume Kiko encadenando veloz las palabras.

Y una vez hecho ese resumen, concreta aún un poquito más argumentando que este Sombrero roto es, en un sentido conceptual global, «una reivindicación de la creatividad, que nos define muy bien como humanos». «Porque, ¿tú crees que Messi hace las cosas que hace por dinero? No, las hace porque disfruta con su creatividad», plantea divertido.

Porque para Kiko Veneno, «en un mundo donde solo se habla de dinero y de números», los artistas tienen «que luchar y reivindicar la creatividad». «La nuestra y la de la gente -continúa- y decirle a esa gente que no solamente somos sujetos de consumo, sino que somos también personas humanas artistas con emociones fuertes dentro y con capacidad de decisión importante en nuestro interior».

«No nos debemos dejar arrumbar por la apariencia siniestra del mundo de la crueldad y del dinero», remata, explicando por inercia una de las frases más llamativas del álbum, incluida en su canción Yo quería ser español, en la que canta que ‘Securitas Direct vende el miedo, que es lo que da más dinero’. Y, comentando las cuñas radiofónicas de la empresa de seguridad, que le terminaron resultando fuente de inspiración, se posiciona: «Eso se llama terrorismo de Estado. Es una amenaza terrorista constante que está ahí a diario».

Sin solución de continuidad, admite Kiko: «A mí lo que más miedo me da es el dinero». Y luego reflexiona en voz alta: «El dinero es lo que hace que todo sea tan estrecho y tajante. El dinero y esta ambición desmedida, esta crueldad inconsciente que nos proporciona el dinero».

«Eso hace que antes de que termine nuestro interlocutor de hablar ya le estamos calificando. ¿Qué ha dicho Serrat? Bah es un facha. ¿Qué ha dicho Sabina? Lo mismo. Esta constante alusión a juicios de valor sin fundamento como si dependiera nuestra vida de ello, como si nuestra vida dependiera de juzgar a la gente tan rápidamente y con tan poco cariño. Eso lo hacemos sin darnos cuenta de que nosotros también somos sujetos de crítica», resalta.

Una vez lanzadas todas estas ideas, confiesa que él lo que quiere conseguir con este nuevo disco es que «la gente sea más feliz». Por eso, aunque asegura que le «interesa mucho la política y todo lo que está pasando», este Sombrero roto lo ha hecho para «aportar un poco de luz en el sentido de alegría».

Para conseguir ese objetivo, buscó «ritmos chispeantes para reflejar en las canciones entusiasmo juvenil y alegría en este mundo oscuro en el que vivimos». Y para rematar la faena, se adentró en «sonidos contemporáneos» inéditos en su obra: «Estoy contento de mis discos anteriores, no los desprecio en absoluto, pero me comprometo a seguir la evolución natural de los sonidos de nuestro mundo».

Queda así relegada la guitarra flamenca, que «no es conductora en el disco, pero rítmicamente tiene algunas apariciones muy importantes». En su lugar, Kiko optó en esta ocasión por los pianos, los teclados, la batería, los ritmos programados o efectos sonoros que crean ambientes.

«He intentado abrirme más a la tecnología actual y los teclados. Tampoco soy Paco de Lucía, así que tampoco tengo por qué defender la guitarra flamenca. Estas canciones se pueden cantar también con la guitarra en fiestas, que es algo que me preocupa mucho», defiende entre risas.

Toma entonces el figuerense un tono más solemne para afirmar que «por supuesto que las canciones pueden hacer la vida mejor». «Y sobre todo el arte», apostilla, para luego proseguir: «La motivación fundamental del arte es hacer la vida mejor. Trascender la vida pero no el sentido místico de la religión, sino en darnos cuenta de que la vida es lo que tenemos, vale, pero a veces se organiza de una forma social y política muy determinada que te limita y te impide cantidad de cosas».

Para Kiko, por tanto, «el camino del arte, en cambio, es mucho más libre y humano en el sentido de que nos permite comunicarnos unos con otros, países con países, razas con razas». «Por eso el camino del arte y de la cultura es un camino unificador de buscar la belleza y lo mejor de nosotros mismos. A la política hay que confrontarla con el arte. El arte y la cultura son muy necesarios, es lo más humano y lo más sustancial que tenemos y por eso tenemos que defenderlo siempre más», subraya.

Relaciona entonces Kiko esa visión de la vida y el arte con las propias relaciones humanas y este mundo gobernado por el dinero y el consumo a velocidad de vértigo: «Hemos perdido mucha capacidad de hablar de temas que nos confrontan. Cada uno creemos que tenemos nuestra verdad, pero sin duda hemos tenido poco tiempo para reflexionar sobre lo que sea la verdad, sobre la conveniencia de ser depositario de la verdad».

Ese es un mal relevante para el músico en esta sociedad «tan ajetreada y tan al filo del abismo, que existe un constante estrés por estar al día». Eso conlleva, a su juicio, que no tengamos «ni el tiempo, ni el cariño, ni el silencio necesario para poder capear eso y ser un poquito más humanos, más comprensivos y en definitiva más felices».

Apuesta decididamente entonces por «intentar siempre buscar la comprensión», al tiempo que pone sobre la mesa una reflexión más: «Se habla mucho de la empatía, pero me da la impresión de que la gente aprende mucho las palabras pero poco su significado. Todo el mundo sabe lo que es la empatía, pero parece que al mismo tiempo que se utiliza esta palabra, no es seguro que la gente esté intentando ser más empática».





PLANES DE FUTURO

Sombrero roto vio la luz en abril abril y Kiko, tras pasar por San Isidro en Madrid, se centrará en sus «actuaciones habituales de verano». Después llegará la presentación propiamente dicha de un disco que le «obliga a adaptar» su repertorio a las nuevas sonoridades, para que se vea su «obra de una manera más homogénea y global». «Básicamente, es otra excusa para seguir jugando«, concede risueño.

Y aún agrega: «Sin renunciar a todos los sonidos de mi pasado, quiero intentar ponerlos al día. Hay gente que me dice que no soy el Kiko Veneno que ellos esperaban y les tengo que dar la razón, por qué no. Hay mucha gente que se hace su lista de canciones favoritas y se pasan toda la vida escuchándolas, pero yo soy de los que prefieren seguir investigando».

Para terminar, apunta el artista que aunque «el éxito en el mundo se mida con dinero», él tiene otra manera: «El objetivo es que las canciones entren en la memoria de la gente. Me gustaría renovar mi cancionero con unas canciones nuevas para las generaciones actuales, para no tener que estar siempre pendiente de mis éxitos de siempre. Eso nos da mucha libertad e ilusión a los músicos. Conseguir eso y que la gente se enganche a estas canciones sería un gran éxito».


ENTREVISTA PUBLICADA ORIGINALMENTE POR Mercadeo Pop – David Gallardo EN EUROPA PRESS

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