Jack White (2012) La Riviera. Madrid

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El inquieto músico de Detroit colma las ansias de sus seguidores en su debut en solitario en España con un concierto indómito, incisivo, inflamable, incalumniable, infeccioso, inspirado e insolentemente incendiario de cerca de dos horas

CRÓNICA TAMBIÉN PUBLICADA EN ROLLING STONE.

En ‘El Último Gran Héroe’, película de 1993 protagonizada por Arnold Schwarzenegger, un fantasioso chaval logra colarse en un mundo de celuloide para vivir todo tipo de aventuras junto a su ídolo definitivo, que es la mayor estrella del cine de acción. Haciendo un paralelismo indulgente, este sábado unas 2.500 personas consiguieron en La Riviera adentrarse durante alrededor de dos horas en el infeccioso universo de Jack White III, esa especie de Neil Young 2.0, el músico más respetado de una nueva generación, destinado a mantener viva la llama del rock más intestinal, visceral y sangrante.

Porque si el rock es esa música que escuchan los padres, Jack White es el nexo entre generaciones instruidas en una ruidosa tradición tan inmortal como inmoral. Un tipo que podría haber nacido en los setenta y encontrar la muerte a los 27, pero que está aquí entre nosotros en plenitud por algún motivo decidido por un ser superior, Jimmy Page o Tony Iommi tal vez, con una misión que cumplir y un mensaje que revelar.

En el rock hay otros muchos héroes, claro que sí, pero todos ellos tienen ya más de medio siglo de vida y pertenecen a otra generación. Cierto que White no es un tipo especialmente innovador o rupturista con la tradición rockera y que su sonido es añejo a más no poder, pero frente a los grandes tótemes no pasa de ser (nada menos) un respetadísimo muchacho de 37 aún en proceso de maduración y con una asombrosa trayectoria que sigue en sentido ascendente.

Y es que tiene que ser curioso que todo lo que toques se convierta en oro. Tiene que ser apasionante que todo lo que hagas reciba el aplauso unánime, la aclamación salvaje. Tiene que ser insoportablemente excitante ser Jack White, tocar desafinado y cantar fuera de tono (si se diera el caso) pero lograr las dos orejas y el rabo por parte de crítica y público. O dar el concierto más corto de la historia, con una sola nota, y que el personal quede satisfecho (en St John, en julio de 2007, con The White Stripes, aunque esa misma noche ofrecieron un recital de verdad en otro lugar de la ciudad). Tiene que ser la hostia ser Jack White, llevar una carrera de quince años y saber que todavía no has tocado techo. Tiene que ser como para tener un ego que no te quepa en los pantalones.

Así las cosas, White llega a Madrid después de arrancar el viernes su gira europea en Lisboa presentando su primer disco en solitario firmado con su propio nombre, el notable y musculoso Blunderbuss. No faltaron, por supuesto, recuerdos de este prolífico muchacho a sus otros proyectos The Raconteurs (Steady as she goes, Broken Toy Soldier) y The Dead Weather, pero claro, los momentos de mayor histeria y descontrol en los vúmetros los pusieron los hachazos de su banda nodriza finiquitada en febrero de 2011, The White Stripes.

De las nuevas, sonaron las infalsificables I’m shaking y Sixteen saltines, que sin duda hicieron las delicias de un montón de músicos profesionales, momentos antes tirando de grifo en los aledaños, véase Supersubmarina, Mucho, The Right Ons, Los Perros del Booggie y Carlos Tarque de M-Clan. Pedigrí a priori claramente constatado. Cuando ves que hasta ‘los pipas’ llevan traje y corbata comprendes que ante otra cosa estás. Y los primeros tajos no hacen otra cosa que confirmar que aunque el recinto no acompañe tanto como sería deseable, Jack ha venido a cortar unos cuantos cienes de cabezas. Con temas como o Dead Leaves the Dirty Ground Jack pone el alpiste necesario para que hambre su gente no pase. Lo de esta noche fue una orgía ruidista en la que tras reconfirmar ubicación (“This is Madrid, this is correct?”, bramó el prota), sonaron Hotel Yorba, You’re Pretty Good Lookin’, Hypocritical Kiss, Freedom at 21 o Missing Piecess.

Con pasmosa facilidad disecciona y deconstruye White el rock más primitivo y visceral para convertirlo en una especie de ‘protopunkbluesgarajero’ con aires folk y contry que araña las entrañas hasta que la sangre brota por las orejas. Mejor guitarrista que cantante, por momentos recuerda a Eduardo Manostijeras arañando las seis cuerdas con sus afiladas garras. Porque Jack White III con la guitarra aturde como una motosierra de infinitos dientes pulverizando, mutilando y despedazando los pétreos y robustos cimientos del Puente de Segovia para estupor de peatones, ciclistas, patinadores y simplemente acomodados mirones ojipláticos que terminan aullando con el puño en alto sin saber muy bien qué demonios están sintiendo en sus adocenados miembros.

Después de tocar con ellos en Lisboa el viernes, White decidió repetir con su banda de chicos en Madrid (tiene otra de chicas y se dice que elige entre ellas o ellos la misma mañana del evento, pero vamos a dudar de tan ruinosa actitud en tiempos de crisis), lo cual fue una suerte para los más entregados al obsceno traqueteo del rock más pavoroso. Banda de músicos infalible, infalsificable y con un batería aterrador, sin doble bombo ni abalorios, capaz de provocar decenas de muertes por ósmosis.

Después de repasar profusamente su debut en solitario, quedan para el final The hardest button to button, My Doorbell y la repugnantemente mentirosa We are going to be friends. Capítulo aparte merece el punto y seguido con Seven Nation Army, ese himno marcial del siglo XXI. El que suena en los estadios de medio mundo cuando el equipo local marca un gol. Imposible no imaginarse a una turba de vikingos avanzando y arrasando todo a su paso. Los camareros tuvieron que ponerse, no sin hastío, arneses en las barras para no acabar con sus miembros cercenados y desperdigados por todo el local, con un par de miles de personas incitadas al canibalismo.

Y es que como dice Eduardo, otro músico más entre la maraña de profesionales del ruido, baterista de la formación madrileña Pepper & The Stringalings, “White es un ser superior, que en Madrid ha estado generoso con los músicos y ha improvisado lo que ha querido”. Fanático hasta las trancas, él seguirá a White durante los próximos días por Barcelona, Lyon, Zurich, Amberes, Copenhague y Estocolmo, como si el dinero y los impuestos fueran una insolente quimera. “Porque cada noche ves un concierto nuevo”. Eso está bien pero, “this is Madrid, correct?”. Tembloroso, acojonado y casi pidiendo perdón por vivir has de asentir. Correcto, Jack, correcto.

Fotos de María Martín-Conseugra, de www.lacasaconruedas.com

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4 thoughts on “Jack White (2012) La Riviera. Madrid

  1. No sé en que concierto estuviste pero "Love Interruption" no sonó, los teloneros fueron patéticos, el sonido malo (dicho por el técnico de La Riviera para su sonrojo), Daru Jones a la batería estuvo excesivo y Jack White correctito.

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