Una larga batalla judicial de seis años entre Grooveshark y las tres grandes multinacionales discográficas -Universal Music, Sony Muskc y Warner Music- ha terminado provocando el cierre definitivo de la plataforma de música en streaming que tantos buenos ratos ha dado a tantos oyentes en todo el planeta.
«Grooveshark está efectivamente limpiando de sus servidores toda la música de las discográficas, así como entregando la titularidad de su sitio web, aplicaciones móviles y propiedad intelectual», dice en un comunicado la Recording Industry Association of America (RIAA), que incluso apostilla que los creadores de la plataforma, Josh Greenberg y Sam Tarantino admiten haber creado y operado con un servicio de música infractor.
Fundada en 2006, Grooveshark tenía 35 millones de usuarios en todas sus plataformas en todo el mundo pero no tenía lo más importante: acuerdos con las discográficas. Tampoco tenía los 736 millones de dólares que tenía que pagarlas según sentencia judicial de la semana pasada. Aquí acaba una de las plataformas musicales clásicas de comienzos del siglo XXI.
