Garage Sound Festival (2017) Auditorio Miguel Ríos. Rivas Vaciamadrid

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Lugar: Auditorio Miguel Ríos. Rivas Vaciamadrid
Fecha: 15 julio 2017
Artistas Invitados: Extreme, Thunder, Ugly Kid Joe, Terrorvision, Nashville Pussy…

Mucha gasolina y más rock

La primera edición del Garage Sound Fest no fue fallida porque todos los que estuvieron tenían que estar. Tanto los grupos, los pilotos moteros y de coches y los asistentes. Fue una lástima, claro, que no hubiera un reventón de asistencia, aunque también es comprensible porque perfectamente sabíamos todos de antemano que faltaba un cabeza de cartel con verdadero poder de convocatoria. Pero una cosa está clara: por ambientazo y originalidad, tiene que haber una segunda edición para seguir creciendo y que esto no se evapore en el calor de un Auditorio Miguel Ríos de Rivas a medio llenar (o medio vacío, o medio lo que sea).

El viernes no pudimos ir, pasan cosas en la vida privada de un tipo que lleva una web en solitario que sencillamente hacen que no se pueda estar en todos los eventos musicales de la ciudad. Básicamente eso. Y como había que elegir una de las dos jornadas, pues optamos por la segunda porque básicamente ahí estaban Extreme y Thunder, dos bandas de referencia para el hard rock más clásico desde los primeros noventa y antes. Y como ya vamos teniendo una edad, tanto ellos como los que con buenos ojos les vemos, se trata de aprovechar al máximo las reuniones que nos ofrece la vida.

También andaban por ahí Terrorvision, uno de esos grupos que sonaban hasta la saciedad en el primer lustro de los noventa, cuando lo petó a saco el rock alternativo. Así que para verles a ellos nos plantamos en Rivas a pesar del calor de los calores, para retroceder en el tiempo con hits de otra época en la que los hits de la radio eran como ‘Middleman’ y, por supuesto, la muy coreada ‘Oblivion’. Y vale, la cuestión de marras: «¿Terroooorvisioooon? ¿Pero y esos sigueeeeen?» Bien, esa es una pregunta constante que lanzan todos aquellos que no están constantemente al tanto de casi todo. Y precisamente por eso, el Garage Sound no fue un éxito de convocatoria. Porque fue así todo el rato.

Y es que después de Terrorvision, turno para Ugly Kid Joe. «¿Pero qué cojones? ¡Esos también!», me dijo más de uno. Pues ya veis, lo dejaron en 1997 ahogados por el estallido de su mega exito ‘Everything about you’, incluido en su primer disco, ‘America’s least wanted’, pero regresaron en 2010 y desde entonces por ahí andan haciendo kilómetros. Yo he tenido ese vinilo muchos años en la pared de mi habitación, y no hablo de los años noventa, digamos que lo quité en la última mudanza, que fue hace dos años. Y no descarto que vuelva a lugar preponderante, pues me lo sé de memoria porque lo quemé en mis años de instituto, o sea, en los que se te graba todo a fuego para la eternidad.

Nunca les había visto y, a pesar del evidente romance, iba más bien en plan tachar otro nombre. Pero luego resulta que se te plantan delante Whitfield Crane y compañía tocando ‘Neighbor’ y sientes por dentro el cosquilleo ese en el que no hay vuelta atrás. El vinilo mencionado es el eje central, vale, ¿y qué? Para los que asistimos al Garage la música no va de novedades que nos la sudan. Va de canciones que nos molan que te cagas y eso no tiene edad. Así que el público lo goza con ‘Panhadlin Prince’, ‘So damn cool’, ‘Cats in the cradle’ (celebérrima versión de Harry Chapin), ‘Goddamn devil’, ‘Milkman’s son’… incluso una versión de ‘Ace of Spades’ de Motorhead para algarabía de una actuación que empezó un poco como si tal cosa pero que fue ganando músculo hasta el inevitable desenlace con el muy cantado hit que bien vale toda una vida: ‘Everything about you’.

En los intermedios entre conciertos es cuando cobra protagonismo el mundo del motor, con exhibiciones de freestyle de pilotos de motos de esos que engatusan por su delirante osadía. Punto que diferencia a este festival que también tiene exposiciones de coches vintage, una buena barbacoa con tremenda carnaza y actividades para niños durante todo el día (que se acaban cuando llega la noche por pura lógica, eso sí, aunque seguro que hay infantes que aguantarían mucha más tralla que sus papás y mamás). Una oferta distinta en la que lo más importante no es, en definitiva, calcular cuantas personas caben por metro cuadrado, como se hace en otros festivales y conciertos para apurar aforo. Aquí lo importante es que los que van, estén.

Extreme fueron los siguientes en su regreso a Madrid tres años después de su anterior visita a La Riviera. Sin disco nuevo, pues su última entrega data ya de 2008, cuando regresaron a la actividad con ‘Saudades de rock’ tras trece años en el dique seco. Pero eso es lo de menos cuando aparecen en escena el vocalista Gary Cherone y el virtuoso guitarrista Nuno Bettencourt, ambos ya cincuentones y a 25 años de su legendaria actuación, por todos recordada, en el homenaje a Freddie Mercury en Wembley en 1992. Pero el primero sigue en una forma física elásticamente envidiable y con una voz cuidada, mientras que el segundo lleva décadas sentando cátedra con sus deditos (tanto que, de hecho, es el guitarrista de Rihanna en sus ‘ratos libres’).

La suya fue una actuación vigorizante y perfecta para los iniciados, con temas como ‘It’s a monster’, ‘Get the funk out’, ‘Rest in peace’, ‘Am I ever gonna change’, ‘Kid ego’, ‘Cupid’s dead’, ‘Take us alive’, ‘Hole hearted’ o ‘Decadence dance’. Todas ellas con un sonido notable y robusto, con una interpretación tan impetuosa como desenfadada. Y todas ellas rodeando al inevitable momentazo de ‘More than words’, una de esas composiciones que hablan por si solas, que fluyen libres. Y para finiquitar, la potencia de ‘Warheads’ y el remache con ‘We are the champions’ interpretada por toda la banda, reconociendo a su manera que quizás ellos también siguen atrapados en aquella tarde de verano en Wembley cuando acapararon todas las miradas.

Tras otra sesión de gasolina, tubarros y saltos moteros de esos que acojonan, turno para Thunder, una de las bandas más infravaloradas de la historia del rock. Porque no aparecieron en su momento, porque son de otra época, aunque al menos en sus primeros cinco años pudieron gozar de gran reconocimiento antes de que las tendencias dominantes de la industria se alejaran de su rock clásico rebosante de buen gusto. Porque si hubieran nacido unos lustros antes, serían recordados como Bad Company y Free y tantos otros, y el vocalista Danny Bowes sería tan recordado como Paul Rodgers (obviemos sus años con Queen, que ya total, para qué). Pero todo lo dicho da igual. Thunder salen a tocar y avasallan y te cagas en las bragas. Son muy de lo suyo, tienen canciones de perfecto hard rock y ganan por actitud y repertorio.

La discografía de Thunder es una de esas que este que escribe se sabe de memoria, así que da igual lo que los británicos decidan tocar. Pero en Rivas optaron por temas más recientes como ‘Wonder days’, ‘The enemy inside’ y ‘Resurrection day’, antes de retroceder 22 años hasta ‘River of pain’ del disco ‘Behind closed doors’, uno de los clásicos en toda fiesta que se precie de la familia Gallardo cuando nos juntamos varias generaciones. Para tanto es, claro que sí. Actuación bárbara como de costumbre para unos profesionales sobrados que, a pesar del poco tiempo disponible, dejan joyas como ‘Higher ground’, ‘Backstreet symphony’ y ‘Low life in high places’ (esta última, la canción por la que les conocí allá por 1992 en los vídeos de Los 40 en la tele, cuando ese medio no estaba reservado a la bazofia mortal).

El final de Thunder con la divertida declaración de intenciones de ‘I love you more than rock n roll’ pone el broche a una jornada intensa en la que yo personalmente tuve la suerte de ver a varias de mis bandas de siempre, de esas a las que vuelves recurrentemente sin saber muy bien por qué, en la mayoría de las ocasiones cuando te cansas de escuchar novedades que te dan igual. Todo eso rodeado de amigos, algunos esperados y otros de los que aparecen por sorpresa, con buen colegueo, sin postureos, sin tonterías, con sentimientos reales. Y mientras abrazados nos íbamos recogiendo, de nuevo por necesidades de la vida real para el día siguiente, Nashville Pussy aún dejaban su marca para los que tenían menos prisa por salir del Garage. Quizás sigan allí, quien sabe. Han pasado unos días y nosotros de alguna manera, efectivamente, permanecemos.

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