– Fiesta del PCE (2000) Casa de Campo. Madrid

Crónicas

Lugar: Recinto ferial de la Casa de Campo. Madrid
Fecha: 15, 16 y 17 septiembre 2000
Asistencia: 25.000 personas
Artistas Invitados: Rosendo, Siniestro Total, Juan Perro, Melón Diesel, Carlos Núñez y Marina Rossell.
Precio: 1.900 pesetas

El diario El País publicó esta previa la mañana del viernes, antes del inicio de la fiesta anual del Partido Comunista de España (PCE).

– La verbena roja. La última fiesta del siglo del PCE apuesta por los nombres de peso sin menospreciar la música emergente. El cartel principal de los tres días de fiesta comunista en la Casa de Campo lo constituyen tres veteranos rockeros con diferentes planteamientos: Rosendo, desde la vena urbana y de barrio; Siniestro Total, contemplado desde la búsqueda en las raíces del blues y el rhythmn and blues americano, y Juan Perro, que lo sustenta sobre la tradición hispana, la cultura interior y la colonización latina. También en el escenario central, esos días estarán dos artistas que prácticamente estrenan obras. El gaitero vigués Carlos Núñez expone Mayo longo, su acercamiento al pop, y la catalanohablante Marina Rossell, su primer disco cantado en castellano. Y rodará el mundo, un precioso repaso por piezas ejemplares del cancionero popular latinoamericano, entre habaneras y rancheras, y algún otro homenaje a autores recientes (Parrot, Aute, Guerra, Moustaki y Cano). La verbena se completa con un buen número de actuaciones que tendrán lugar en los diversos puestos y casetas que durante los tres días mantienen viva la solidaridad de la izquierda. Hay que estar atentos al cartel, imposible de reproducir en el cuadro, pues en él conviven cantautores como Kiko Tovar o Pepín Tre con rockeros como La Vacazul, Ixo Rai! o Los Desastres.


Vivir en Carabanchel o Aluche y no asistir a las fiestas de PCE puede ser considerado delito (falta leve al menos) por los pobladores de ambos distritos madrileños. De hecho, según vas creciendo vas siendo consciente paulatinamente de que dispones en tu barrio de unas fiestas que mezclan lo peor de las verbenas suburbiales, lo mejor de las ferias de casetas y una más que aceptable programación festivalera de conciertos.

El año 2.000 tuvo lugar mi debut oficial en estas lides, después de un 1.999 en el que mis amigos y yo tuvimos que pasar por el inevitable rito de iniciación de intentar entrar al recinto sin pagar entrada… ¡para ver a Los Suaves! Ese último año del siglo XX logramos nuestro objetivo, no sin problemas, después de unirnos a unos jovenzuelos punks y a otros vagabundos que corrían por la oscuridad de la Casa de Campo intentando ahorrarse el precio de una entrada que no llegaba ni a las 2.000 pesetas (12 euros de los de ahora).

Como fuera que logramos organizar un grupo de al menos cincuenta chavales, llegó un momento en el que la decisión fue entrar en avalancha, tirando una valla abajo y corriendo entre los seguratas. Los encargados de ir en la primera oleada fueron los siempre descontentos punks, cargados de razones estúpidas. En cualquier caso, todos los demás también nos aprovechamos de su dedo y medio de frente y terminamos logrando nuestra gran proeza. Eso sí, en ese mismo instante decidí que una y no más.

Esto mismo decidieron algunos de mis amigos, aunque por motivos bien distintos. Uno de ellos cayó estrepitosamente contra el suelo, sufriendo una bonita rotura (rotura, esguince… ¿qué más da?) de tobillo. No tuvo más remedio que optar por la retirada, aunque eso sí, aprovechando que todavía tenía las articulaciones calientes, en lugar de marcharse a su casa acabó en los bajos de Argüelles bailando ska en el Don Caimán.

Otro de ellos protagonizó una de las anécdotas más desternillantes de la temporada. En pleno frenesí por encontrar la manera de penetrar en la fortaleza enemiga, en un momento dado el amigo Peque creyó haber dado con nuestra gran oportunidad. «¡Por aquí, por aquí», nos gritó a todos mientras emprendía rauda carrera. Lo inexplicable es que donde todos veíamos una gran cristalera, él no vio más que vía libre para sus aspiraciones, con el inolvidable resultado que se puede suponer. Sí, considerable ostión e inevitable humillación.

Con el cambio de siglo supongo que aumentó nuestro poder adquisitivo, puesto que compramos las entradas religiosamente como las personas adultas que se supone que empezábamos a ser. Una vez dentro del recinto ferial no nos comportamos ya de manera tan adulta, de manera que recuerdo más bien poco de los conciertos, sobre todo de los de la sesión del viernes (Siniestro Total y Rosendo).

De los gallegos Siniestro Total sólo recuerdo una versión del Thunderstruck de AC/DC que pude disfrutar a través de las pantallas de video instaladas para que los ‘colocados’ en la parte trasera de la pista de conciertos pudieran ver lo que sucedía en el escenario, unos 200 metros más allá de sus narices. Tras esto, la marabunta absoluta levantó armas para rendir pleitesía al vecino Rosendo Mercado, un clásico de la fiesta del PCE y un clásico de Carabanchel y sus calles.

Así las cosas, nuestro grupo quedó partido entre los que estaban por la labor de avanzar posiciones poco a poco, costara lo que costara, y los que optaron por el conformismo de mitad de pista. Cuanto más avanzabas, más dificultoso era dar un nuevo paso, aunque esto no fue obstáculo para que finalmente lográramos llegar hasta las primeras filas, donde la batalla campal ya había provocado un buen puñado de bajas y sólo quedaban los más valerosos combatientes, adalides de la defensa del rock urbano calimochero.

Tras la tradicional descarga ‘rosendil’, la noche se dirige inexorablemente hacia la zona de las juventudes comunistas, donde siempre hay fiesta, buen ambiente, calimocho y cerveza a raudales e interesantes formaciones musicales por descubrir. En esta edición asaltaron su escenario Ixo Rai! y La Vacazul entre otros, grupos ambos que poco a poco irían creciendo hasta adquirir relevancia propia y cierto tirón entre el público del sector. Cuando la noche no dio más de sí, carpetazo al viernes, camino hasta casa con latas de cerveza y venga, a cerrar los ojillos que ya tocaba.

El sábado el cartel no me atraía lo más mínimo, así que directamente ni me pasé por la Casa de Campo. Hubo quien me contó que en el concierto del gaitero Carlos Núñez temblaban las gradas de la zona de conciertos debido a los saltos del público, más festivo si cabe que el de la noche anterior (la música celta se caracteriza siempre por ese toque de bar ‘norte costero’ donde el aguardiente lo regalan y las bebidas espirituosas son de exagerada gradación). En cualquier caso, a día de hoy sigo sin ver a este artista en directo -aunque oportunidades no me han faltado- por lo que no puedo confirmar esta afirmación.

La Fiesta del PCE decae siempre mucho el domingo, después de tres días de fiesta ininterrumpida para los que llegan de fuera de Madrid. Es por eso que este es el mejor día para asistir a los conciertos, nada masificados y por ello mucho más disfrutables. En esta ocasión no es que el cartel fuera atractivísimo, pero nos dejamos caer por allí para ver un ratito a Melón Diesel, esos Pearl Jam para quinceañeras venidos a menos desde Gibraltar. En su momento no les hice demasiado caso, pero lo cierto es que tienen canciones bastante aceptables. Su concierto simplemente entretuvo, pero fue bien acogido.

Como fin de fiesta (a esas horas del domingo de fiesta ya más bien poco, aquello parece un lugar fantasma, con más gente saliendo con mochilas y trastos de todo tipo que entrando) para la edición de 2.000, nada menos que Santiago Auserón travestido en Juan Perro, adalid del rock mestizo cantado en castellano. Fue la curiosidad por este personaje la que nos llevó hasta allí el domingo, día que como todo el mundo sabe no sirve para nada excepto para vaguear y sentirse desgraciado por la llegada del lunes. Gustó y convenció, aunque nos fuimos antes de que acabara por el acecho del mencionado lunes sobre nuestras cabezas. Eso sí, Paolo se quedó, no le dio la gana marcharse, allí solito, desamparado, bailoteando con su más que digno mini de cerveza, interesado sobremanera por lo que estaba paladeando… siempre hay quien tiene ganas de más fiesta un domingo, siempre hay.

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1 thought on “– Fiesta del PCE (2000) Casa de Campo. Madrid

  1. Si todos los PCE fueran así, otro gallo (rojo) cantaría. Pero como hay años que se emepñan en ser «más globales», más «aptos para todos los públicos», pues hemos tenido que aguantar gente como Alex Lumbago (presentado así por el mismo presentador).
    El cartel de este año del viernes era de los buenos. Para empezar, aunque estén en inmerecida letra pequeña, los Petersellers, disfrazados de mormones. Buen concierto, en su líena (no estaban borrachos, que ya es decir), y tras los siempre agradecidos Siniestro Total, el agradecido por excelencia, el de un año sí y otro alomejor, Rosendo, que coge el metro en su casa y en 20minutos se planta en el escenario. Imprescindible (que vaya Rosendo al PCE, y no perdérselo, claro).
    El sábado, asistí a mi úncio concierto que he visto sentado en mi vida: Carlos Nuñez. Mucha gaita, muchas flautas, pero poco más. Y tan poco, que tuvo que repetir algunas canciones por falta de llámese éxito, repertorio, conocimiento del público…
    Como siempre, las fiestas del PCE, apuesta segura, por lo menos para tomar unos bocatas y unos minis.

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