Canciones de inocencia y experiencia

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– CRÓNICA 1: Rock y militancia

– CRÓNICA 2: U2 en el WiZink Center de Madrid


No me quiero enrollar. Aunque eso es lo habitual y al final me enrollo. Solo es que este sábado está siendo muy correcto, bien sazonado, con sus hielitos, sus historietas, sus besitos, sus esto y aquello. Y en esas cae uno en la cuenta -mentira, lo recuerdo sin parar- de que, bueno, joder, somos fans de algo.

Ahora se dice fandom. Pues mi fandom revienta cuando cualquiera aúlle a la luna cantando ‘One’. El ‘One’ bueno, se entiende, que en absoluto es el de Metallica. Y que es una chorradita, pero es que hace un año ya estábamos en la cima haciendo bueno aquello de it’s a long way to the top if you wanna rock n’ roll. No se refiere de ninguna manera Angus a nosotros, pero viva la apropiación cultural.

Es mogollón de bonito ‘Songs of Experience’. Igual no, no lo sé. Dicen que no. A mí me parece bonito. Desde aquella versión filtrada que me clavé en una vuelta a casa un sabado otoñal de hace ahora dos años, lloviendo, receptivo. Por la noche cavilando si te queda la pénul en casa y comprándola por si acaso. Vas por la calle escuchando la voz de tu vida, así tocadillo, y en volandas que caminas. Mola mucho esa sensación.

O sea que no quiero convencer a nadie de que le guste tal o cual cosa. Quiero intentar transmitir la suerte de caminar una noche borracho por la calle escuchando esa voz que reconocerías antes que la de tus padres. La voz que te lleva dictando el camino treinta años largos. No sé, es molón que sigamos prácticamente todos aquí con la murga y la matraca y el raca raca. Ya no vamos a cambiar, así que mejor verlo como algo bonito y no enfermizo. Exijo mi derecho a ser un enfermo antes de que el paso del tiempo me condene.

Me gusta más, eso sí, ‘Songs of Innocence’. Porque, no sé. Es que no sé. Fueron años extraños, cargadísimos de vida en nuestros hombros. Pero a los niños les encantaba Bono, como es natural. Porque el ser humano nace predispuesto exactamente a eso y no a otra jodida cosa. Lo pasamos demasiado bien cantando esas canciones en el coche parriba pabajo en la M30 de los cojones. La odio sin fisuras, soy intransigente en esto.

Sabéis. No sé. No tengo ni puta idea. Pero entonces me molestaba que me pidieran ‘Songs of Innocence’ incesantemente en el coche. Y todo eso pasó y ya ni lo piden ni lo quiero escuchar. Quemamos aquella etapa a toda hostia. Y ahora que estoy adentrado en ese álbum errático, y que estoy un poco solo, quiero gritar por la ventana: «And this is a song, a song for someone. This is a song. A song for someone». Una vez, no sé cuando ni por qué, les puse el vídeo este con Woody Harrelson, seguramente el único bueno de U2 en mil jodidos años, y me vine abajo totalmente. Cosas de papás, qué coño sé, tampoco quisiera parecer plasta.


La movida es que recuerdo toda aquella ilusión. Miro por la ventana y la veo claramente ir y venir, como los aviones que claramente veo aterrizar en Barajas desde Carabanchel. En serio, tengo el tiro perfecto y veo las luces descender de a poquito desde la ventana de mi cocina. Me flipa esa imagen de gente aterrizando sobre algo… y no me voy a tapar, voy a la nevera a abrir otra cerveza que espero que esta vez sí esté que te cagas de fría. Joder.

En esta cocina hay un finde que hay mogollón de gente cantando y al siguiente no. Al siguiente otra vez y al siguiente no. Se acentúa la soledad en los que no, por mucho que la voz esté ahí. No se puede hacer mucho ante eso, no te dejan. Pero les veo tomar tierra cada noche montándose su movida. Es mentira, no es así, pero es lo que yo veo. Soy fatal cumpliendo mi palabra de no enrollarme con putas movidas que dan igual. Soy fatal en general.



Y que pasó un año. Y qué bueno que pasó. Fueron dos bolakens de cagarse encima y acabar tirado en el suelo sobre un bar de vasos de mini (cachis para la facción vasca). Pero que da igual. Que el tiempo pasa pero nos suda la polla. Que estoy escuchando ‘Raised by wolves’ y ya me suena como a otra vida, joder, qué fantasía de temazo, ojito.





Y que lo que más mola de la vida es que te guste algo hasta el límite de tu putísima pota. Y que en el camino encuentres a un porrón de peña igualmente loquísima que te agarre la cabeza, te limpie los morros y te meta en un taxi.

La ilusión de toda mi vida fue conocer a Bono. Estudié periodismo para entrevistar a Bono. Pero eso me da igual ya porque cuando el momento del cara a cara llegó, como es natural, se lo otorgué a mis hijos. A Clara le flipó aunque dice que le dijo «guachu guachu». A Nico le molestó absolutamente todo porque se quería ir con la abuela mucho tiempo antes. Yo estaba dispuesto a no llegar aquella noche al concierto si con eso hacía algo para la posteridad.




No sé qué coño hicimos aquel día pero me dio tiempo a llegar a casa de los abuelos, volver al sitio y, en definitiva, ir a un concierto de U2. No se me ocurre nada mejor, os lo digo totalmente en serio. Me refiero a admirar a un pavo al azar y que cuando le tengas cara a cara muestre todo el puto interés del mundo por tu creación igual que tú la muestras por la suya. 

No estoy seguro de esta frase última pero se va a quedar porque me da igual. No es igual una canción que una vida pero en esta casa se equipara casi cada día. Aún así, buscamos aquí, todos, los cinco o los tres, la vida en la inocencia de una canción que podamos reventar todos juntos. Tomadnos en serio.

PD: Cuando hay un concierto de U2 en la ciudad me siento como no sé, el presidente del Gobierno de verdad. Os doy las gracias a todos por ser tan idiotas y por potenciar toda la gran mierda que lanzamos al aire y nos cae como vida. Por pensar que tengo algo que decir diferente a vosotros, en definitiva, cuando no es así. 


PD2: Suena Kite. 

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