Bunbury (2014) BarclayCard Center. Madrid

Crónicas

Lugar: Palacio de los Deportes. Madrid
Fecha: 20 diciembre 2014
Asistencia: 5.000 personas
Artistas Invitados: –
Precio: Desde 47 euros

Fulgor, furor, pálpito, latido y vida con Bunbury en Madrid

«No puedes cometer dos veces el mismo error, la segunda vez será por elección». Pero sí puedes ver dos veces a Bunbury en el mismo año. En seis meses. Y debiera ser obligatorio, de hecho. Más aún si sabes que este recital pone punto y final a una etapa de uno de los pocos artistas capaz de pellizcarte las arterias y meterte los deditos en las llagas con purita maldad. Pero es que te gusta incluso.

Vale, no difirió mucho este concierto del ofrecido en el mismo recinto el pasado 29 de junio, y que ahora ya forma parte de nuestras vidas en forma de CD y DVD en directo (‘Madrid Área 51’ se llama), pero tuvo un puntito especial de celebración y colofón a todo un año de conciertos por una quincena de países. Y el hecho de que Bunbury haya anunciado un parón temporal a partir de ya no hace otra cosa que acrecentar el misticismo.

La parte buena es que Bunbury no se va, porque no pude irse. Él, el hombre, puede hacer lo que quiera, pero él, el concepto, permanece ya parasiempre. Desde aquel concierto de Héroes del Silencio el 7 de junio de 1996 en este mismo lugar, incontables veces he compartido recitales con el protagonista de los hechos. Y sólo soy uno más de los que vehementemente levanta cuernos, engola versos y posturea movimientos.

Tampoco soy especial a la hora de emocinarme con versos como «y pareces distinto porque eres distinto, lo que fue siempre lo mismo cambió», o en su defecto «demasiado tiempo en esa condición que pronto fue que se hizo tarde». Por no hablar de la letra entera de principio a fin de ‘Infinito’ o ‘El Rescate’. Yo, que mido 173 centímetros y peso 65 kilos, soy el hombre delgado que no flaqueará jamás.

Es complicado, por tanto, escribir algo sobre Enrique Bunbury tratando de ser objetivo y aparentar criterio y profesionalidad. Por eso, básicamente, tiro la toalla como regalo en el que fue ayer mi 36 cumpleaños y ahora trato de disfrutar relatando una noche emocionante, un poco inevitablemente deja vu, que sirve de resumen a 18 años de conciertos compartiendo las mismas canciones. Empezar porque sí y acabar no sé cuando.

Es efectista esta gira de Bunbury presentando su disco ‘PaloSanto’, con ese ovni que aterriza casi literalmente en el escenario y desde el que cual se hace carne el cantor de nuestras comunes pasiones. Y el BarclayCard Center suena diríase que perfecto con ‘Despierta’, ‘El club de los imposibles’, ‘Los inmortales’, ‘Contracorriente’, ‘Hijo de Cortés’, ‘Ódiame’ y esa emotiva maravilla que es ‘Más alto que nosotros solo el cielo’.

Ha pasado media hora y los sanitarios ya están curando un 17 por ciento de las caderas concurrentes, pues ese contoneo impío baladí no resulta. Pero incluso los afectados reviven para abrazarse a los suyos en ‘Porque las cosas cambian’, para después mutar en entes desafiantes en ‘Destrucción masiva’, preludio del inevitable festejo comunal de ‘El Extranjero’. Y cuando retomamos a Héores del Silencio con ‘Deshacer el Mundo’, efectivamente, felizmenten nos desmoronamos.

Pero nada tienen que envidiar ‘El rescate’ (posiblemente la mejor canción de Bunbury en solitario) y ‘Los habitantes’ (posiblemente la mejor canción más reciente de Bunbury en solitario), de manera que a estas alturas todos son besos, abrazos, lagrimales, brindis, reconciliaciones y corazones reparados. No importa cuan dura sea tu travesía. Ya está. Llegamos. Estamos. Palpitamos.

Son indudablemente incontables las veces que Mercadeo Pop me ha salvado la vida. Son indudablemente incontables las veces que Bunbury me ha partido en dos, pero igualmente incontables son las veces que me ha salvado la vida. Él también es un ‘Salvavidas’. Es el auténtico ‘Hombre delgado que no flaqueajará jamás’ y sabe bien que efectivamente, ‘Hay muy poca gente’. Cada vez van quedando menos, de hecho, in fact, pero el vínculo es más férreo. Y lo cantamos y nos miramos y lo sellamos. A fuego.

Durante ‘Frente a frente’ los sanitarios literalmente tuvieron que volver al rescate de algún corazón que dejó de latir durante más tiempo del recomendable, y hubo quien acuchillarse intentó. Pero por fortuna el vidrio está lógicamente no permitido en los conciertos. Y las llaves no son tan puntiagudas, después de todo hay que apretar de más. ‘Que tengas suertecita’ casi nos pone contentos, pero a estas alturas las guitarras estaban un tanto desaparecidas en un conjunto que, eso sí, saturó de calidad durante toda la velada, apostando por la mezcla final más que por la contundencia.

Y decimos que casi nos pone contentos porque eso un espejismo fue, ya que con ‘De todo el mundo’ regresaron las miradas perdidas, el gentío aferrado a sus bebidas y los pensamientos suicidas. Que no se te cruce la canción de Bunbury precisa en un momento valle de tu vida o serás historia. Por fortuna para todos, volvemos a subir la colina con la saltarina y cabaretera ‘Sí’, antes de la grandilocuencia buenrollista de esa ‘Lady Blue’ siempre tan conceptualmente Bowie.

Para empezar los bises, Bunbury demuestra que su siguiente paso bien podría ser una gira acústica en solitario, pues con ‘Prisioneros’ se hace con el personal fácilmente con voz y guitarra. Sería una apuesta interesante llegados a este punto de estrella del rock global y seguramente conseguiría llamar la atención de cierto sector de la familia quizás cansado de la propuesta relativamente habitual.

Y es relativa, puesto que la reinvención siempre está ahí para convertir ‘Infinito’ en una perfecta canción de Led Zeppelin, aunque con una letra inabarcablemente superior, menos mística y más idiotamente real. Dolerá siempre por la historia personal que tiene detrás, pero cada nueva vez resulta más placentera, repleta de morfina, la verdadera droga que terminará provocando la tercera guerra mundial (si acaso no la hemos pasado ya y vamos a por la cuarta o la quinta).

Tras la recurrente broma sobre la hora de cierre del Metro (es un clásico en el repertorio), vamos a la traca final con ‘Bujías para el Dolor’ y esa ‘Puta desagradecida’ cuya letra no me puedo privar de recordar: «No conozco a nadie que mienta como tú, con tanta disciplina precisión y sinceridad. Te ganaste tu lugar con ingeniosa ingenuidad, no entiendo como eres capaz de sentirte peligrosa siendo tan vulgar».

Y arrodillados sobre la cerveza señalando al techo ante semejante sentencia repleta de brillantez, nos levantamos para corear ese canto de esperanza que es ‘El viento a favor’, tan feliz que casi nos sentimos hilarantemente infantiles mientras sonreímos al ver el confeti sobre nuestras cabezas. Porque ser feliz cuesta en realidad muy poco. Es cuestión de estar con la gente que te quiere. Y abrazarles. Y decírselo. Y cantárselo.

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