Bebe (2012) Joy Eslava. Madrid

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Lugar: Sala Joy Eslava. Madrid
Fecha: 1 marzo 2012
Asistencia: 1.000 personas
Artistas Invitados:
Precio: Desde 20 euros
Músicos: Bebe (voz) y sus uniformados y solventes músicos

Setlist: Busco-Me, Me Fui, Con mis manos, K.I.E.R.E.M.E, ABC, Mi guapo, La bicha, Como los olivos, Tu silencio, Sabrás, Pa una isla, Se fue, Adiós, Yo fumo, Me pintaré, Siete horas, Qué carajo, A quién le importa, Revolvió, Escuece, Pa mi casa

Crónica también publicada en Rolling Stone.

Aceptando esa máxima que proclama que lo peor que le puede suceder a un artista es provocar la indiferencia, la va-len-cia-na Bebe toma al asalto el escenario de Joy Eslava para presentar su tercer álbum en solitario publicado hace menos de un mes, Un pokito de rokanrol, que todo lo que no tiene de Elvis o Chuck lo tiene de riesgo, audacia, inconsciencia y rabia discotequera.

Sea como fuere, Bebe la moderna, Bebe 2.0, Bebe la inquieta rompedora, se presentó este jueves en Madrid ante una sala abarrotada y nada indiferente, dispuesta a jalear y desde luego con su lado de la contienda más que decidido. Lo tenía ganado de antemano, pues jugaba en casa, y el resultado fue básicamente positivo para quienes se acercaron con ganas de bailar y desprovistos de prejuicios. Libres, en definitiva. Se apagan las luces y suenan Busco-Me y la coreable Me fui, defendidas con sorprendente timidez por la chica de los taconazos y la melenaza.

Sin embargo, el público responde de manera óptima y ya en la tercera de la noche, Con mis manos, la extremeña de adopción rompe las cadenas que la atoran y empieza a enseñar las uñas y a bufar a la concurrencia. “Es que somos unos guarros y unas guarras y nos gusta que nos toqueteen y que nos quieran”, brama ante los aullidos de una mayoría femenina militante.

La infantiloide K.I.E.R.E.M.E. logra en directo un efecto similar a otra canción contemporánea vehemente denostada en internet, Every teardrop is a waterfall de Coldplay, con todo el público, que al final es quien decide, dictando sentencia (positiva, vaya) al corear el estribillo y chocar sus rodillas en un desquiciado baile inarticulado e imposible de coregrafiar. Es una canción de difícil digestión, pero de alguna manera inexplicable alimenta, al tiempo que destila cierta pulsión avergonzante.

Una de las canciones más brillantes de la nueva Bebe, ABC, arranca con una ambientación digna de Sonic Youth, y deriva rápidamente en un agresivo ‘hiphopeo’ que arroja dardos cargados de verdades al centro de la diana. Entre versos como “no me acostumbro a tanta mierda en los campos, a tantos hijos de puta del bote chupando, metiendo el ocico en otro comedero mientras el suyo lo tienen entero”, son evidentes las referencias, voluntarias o no, a M.I.A., Freak Power e incluso los actuales colegas Fuel Fandango. Por ahora el flamenco pop que la encumbró tiene que esperar, aunque también tendrá su espacio, desperdigado durante la noche.

Siempre dando caña al pop, a la electrónica orgánica, al funk, al flamenquito marca de la casa, se suceden Mi guapo, La bicha, Como los olivos y Tu silencio, ésta última con la colaboración de Markos Bayón de El Combolinga. En Sabrás desvela Bebe su lado más vulnerable con una risa floja que deriva en conato de lágrimas y algunas líneas que canta el público en solitario por incapacidad manifiesta de la sentida vocalista. Al final puede que el león, efectivamente, sea después de todo menos fiero que ‘lopintan’.

“¡Pero vamos a revolcarnos por el suelo!”, zanja para dejarse de emociones fuera de control y volver a la fiesta con Pa una isla, Se fue y la sentida Adiós. Para entonces ya son varios los besos con lengua que Bebe ha rifado durante la noche, para Bayón, para su guitarrista y también para una chavala del público que finalmente obtuvo mucho más de lo que solicitaba. Porque la Bebe moderna repartió besos con lengua a quien se lo reclamó. Quien no pidió, con las ganas se quedó.

Porque tiene Bebe esa capacidad para irritar o encandilar, tanto en lo musical como en lo personal, según el día que lleve cada cual encima. Medias tintas las justas con ella. Aún secándose después de tanto lenguetazo llega Yo fumo, cuando por un momento pareció que la vocalista iba a fumarse un pitillo, un porro o un billete de cien euros ante la enfervorecida concurriencia. “Fumaría pero luego irían a por mi porque me la tienen jurada”, bromea en serio Bebe, antes de apostillar: “Y no estoy dispuesta a que me toquen más la naricita”.

Para dejarse de polémicas, opta por tirar de un par de pitillos eléctricos, de esos que los fumadores aceptan con resignación pecadora. De hecho, ella lo tiene constata cuando afirma que “te fumas esto con una caña y una tapa de jamón y ya te han jodido la caña”. A pesar de todo, encuentra Bebe una nueva utilidad a tales satánicos artefactos al usarlos de maracas mientras reivindica el fumeteo libre para todos. Aún con un sonido potente, la letra no pasa de broma pesada nuevamente de argumentario preadolescente.

Tras la proclama fumeta llega la reivindicación lúbrica con la Bebe más obscena que quepa imaginar dando un consejo claro en Me pintaré: “Píntate los labios o príngate la boquita”. Pero eh, el estribillo trotón y machacón pone a toda la sala a bailar por derecho mientras los más estudiosos corean aquello de “empujones, arañazos, tirones, bocaos, empujones, arañazos, tirones, bocaos”. Una y otra vez, para quien no lo tenga claro, una pelea no es, y la pintura se corre.

Siete horas (con introducción cándida de Una muñequita vestida de azul), da paso a la frenética Qué carajo, de nuevo mostrando su cara más rebelde y con una base rítmica ideal para persecuciones de coches a lo French Connection. Todo gracias a una banda versátil capaz de saltar de un género a otro sin perder la sonrisa y la naturalidad, capaz de mantener una línea pop, mirando cuando es necesario al funk, al flamenco, al rock, al hip hop, al hardcore en mínimos trazos, al jazz. Mirando a la música de frente sin aspavientos y con el respeto justo para no perder las formas, arriesgando y disfrutando.

Porque después del éxito masivo de Pafuera telarañas (2004), Bebe evolucionó de alguna manera en Y (2009), pero con Un pokito de rokanrol (2012) ya ha perdido definitivamente cualquier tipo de respeto al qué dirán de los prejuiciosos, algo que le hace insultantemente libre. “Todo sería mejor si efectivamente nos follaran a todos”, bromea al inicio de los bises, zanjando así la polémica surgida en la presentación de sus nuevas canciones ante la prensa madrileña.

Para rematar su declaración de intenciones, hace suya la vocalista el A quien le importa de Alaska y Dinarama, en una versión tanguera interesante, si bien uno se queda con las ganas de conocer la opinión de Carlos Gardel al respecto. Avisa Bebe de que a las once tienen que abandonar el escenario porque, de lo contrario, los dueños de la sala no tendrán más remedio que echarles por la fuerza –“¡ahora todo son multas, broncas y nos dan de hostias!”-, de manera que caen Revolvió, Escuece y la noche busca su broche final con Pa mi casa.

«¡Qué seáis felices con muy poquitas cosas!”, brama Bebe desde el escenario mientras el personal baila tratando de despegar los pies de un suelo pegajoso, como a ella le gusta, por los lúbricos motivos que sean. “Cuidaros mucho mucho por favor, guapas y guapos, guapos y guapas”, sentencia emocionada, y al ritmo de los Gipsy Kings cae el telón en la sala mientras la noche se expande en las calles.

Y si alguna voz autorizada le promete a la gente que es nochevieja, más de un despistado hace tiempo hasta las siete para desayunar en San Ginés mientras tararea el malo malo malo que nunca sonó. Y eso que hubo oportunidad durante los 135 minutos que duró el recital, pero en esa bipolaridad entre la Bebe moderna y la Bebe flamenquita multi vendedora de discos no hubo sitio para el éxito que más notoriedad la ha otorgado hasta la fecha. Cosas de artistas inquietos, cosas de artistas ingratos, cosas de artistas, cosas del rokanrol, cosas, cositas, poquitas.

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