azkena 2022

Azkena Rock Festival (2022) Vitoria-Gasteiz

Crónicas

Si el Azkena siempre es una cita especial, en su XX aniversario y tras dos años de parón obligado, este 2022 tenía que ser más especial que nunca. Mucho que celebrar y muchos reencuentros aplazados, con entradas compradas y alojamientos reservados desde hacía dos y tres años, merecían que esta edición no fuese simplemente una más. Y así ha sido: un inolvidable reencuentro. Vayamos por días.

JUEVES 16

Para empezar, el cartel se amplió a tres fechas, desde el jueves hasta el sábado. El primer día no se usaron todos los escenarios y la nómina de artistas era algo más corta que las de las otras dos jornadas, pero lo suficientemente importante para competir con cualquier festival de un día: solo con juntar a Fu Manchu, Offspring, Toy Dolls y Morgan ya estaba asegurado el éxito rotundo de la convocatoria, pero había mucho más.

Aparte de los salvajes moteros del Wall of Death Gypsy, instalados nada más entrar al recinto de Mendizabala con su ruidoso espectáculo, desde poco después de las seis de la tarde ya empezaron a sonar las primeras bandas en los escenarios grandes. Dirty Honey se subían al escenario God, el principal, para descargar los primeros temas de rock potente con aire sureño y tinte setentero. En cuanto ellos acabaron salió al escenario de enfrente, el Respect, la joven Morgan Wade con su banda, sangre nueva para el viejo sonido country. Al acabar ella, vuelta al escenario grande con Hiss Golden Messenger, con otra visión de los sonidos americanos de raíces convenientemente electrificados que también nos hizo disfrutar un buen rato.

Inusual calor

El inusual calor hacía que la gente buscase refugio en las zonas de sombra y alivio en las refrescantes mangueras que trataban de paliar los estragos de la canícula. Las numerosas barras del recinto no paraban de despachar bebidas que se consumían rápidamente y con avidez, aprovechando mientras aún estaban frescas, casi tan rápido como se volvían a sudar en apenas unos segundos. El ciclo del agua (o de lo que fuera, sobre todo si estaba frío) en versión festivalera, vamos.

Así que, llegado el momento de la primera elección, y sintiendo perdernos a Morgan (a los que, por otra parte, vemos con más frecuencia y tenemos bastante recientes), nos aventuramos hacia la carpa del escenario Trashville. Aún vacía, eso sí, pero para cobijarnos de un sol del que a las nueve de la tarde todavía era recomendable esconderse, al menos a la espera de que acabase por esconderse él.

El caso es que en los pocos minutos que tardaron en hacer su aparición Lord Diabolik, y sin que apenas nos diéramos cuenta, el pequeño recinto cerrado se fue llenando y en un rato aquello estaba petado de gente sacudiéndose al frenético ritmo del enmascarado dúo de Perpignan. Convirtiendo aquello en una multitudinaria sauna de la que salimos absolutamente empapados, pero felices por el divertidísimo concierto de esta singular pareja.

Con la noche ya empezando a caer y con los últimos temas de Morgan aún sonando de fondo aprovechamos para reponer fuerzas mientras nos secábamos un poco. Y de ahí a ver un rato a Offspring, asiduos de nuestros escenarios que casi ningún verano faltan a alguna cita festivalera por aquí. Complacientes como siempre con su público. Incluso puede que más convincentes que en otras visitas, pero con un espectáculo que tampoco anunciaba grandes novedades. Así que volvimos a encaminar nuestros pasos hacia el Trashville.

Allí nos esperaba el gran Micky con sus Colosos del Ritmo, probablemente nuestro rocker más veterano en activo, que sigue en una forma envidiable y que se acompaña de unos músicos tremendos, capaces de incendiar cualquier escenario. La que montaron fue tal que nadie paró de bailar ni un segundo, y nadie se fue de allí hasta estar seguro que la fiesta había terminado.

Fu Manchu y Toy Dolls

Apurar en un lado hace que a veces al siguiente llegues con retraso. Y en este caso eran Fu Manchu los que ya llevaban un ratito descargando su tormenta eléctrica desde el escenario Respect, con una auténtica legión de fieles devotos casi en trance disfrutando de uno de los bolos más esperados por muchos. Pero en nuestro afán de intentar no perdernos ninguna actuación, al menos en este primer día, antes de que los californianos se despidiesen nos volvimos de nuevo al Trashville para ver el homenaje a The Cramps que hacen Teenage Werewolves, metiéndose en los personajes hasta las últimas consecuencias en un espectáculo muy disfrutable.

La banda que cerraba la primera jornada fueron los inefables Toy Dolls, con su colorido y descacharrante espectáculo que tampoco defrauda nunca, aunque lo hayan paseado ya mil veces por nuestros escenarios. Un buen colofón para salir sonrientes y contentos un primer día en el que conseguimos ver al menos durante un rato a todos los músicos que se subieron a los diferentes escenarios, cosa que los dos días siguientes iba a ser ya poco menos que imposible. Agotados después de un reencuentro más que intenso con el Azkena –aunque realmente más por el calor que por cualquier otra cosa- nos retiramos a descansar, rememorando los momentos vividos y pensando ya en todo lo que nos quedaba todavía por delante.

VIERNES 17

El viernes la jornada comenzó en la Plaza de la Virgen Blanca, con el elegante soul de Alexis Evans y su magnífica banda. Inundando desde bien temprano el centro de Vitoria con exquisitas melodías que acompañaron el animado aperitivo, mientras descubríamos ese efímero Paseo de la Fama instalado este año como novedad en la peatonal calle Postas, con estrellas pegadas en el suelo recordando el paso de ilustres artistas que acudieron al festival en anteriores ediciones. Y como también es habitual, la fiesta se prolongó durante un buen rato por las proximidades con más música en vivo, más reencuentros y más brindis para hidratarse ante el asfixiante calor.

Al recinto llegamos con tiempo de ver a las primeras bandas: nada más entrar, la banda metalera local Nukore acababan de inaugurar el escenario Love, mientras más abajo sonaban aún los también vitorianos The Faithless, que habían abierto un rato antes la jornada en el God, y en cuanto éstos terminaron salieron Surfbort a tomar el escenario Respect. La banda neoyorkina ya tuvo una gran acogida en la última edición del Azkena, la de 2019, y en esta ocasión la expectación por verles era lógicamente aún mayor. Su divertida y provocadora propuesta escénica fue levantando a la gente del césped, en la mayoría de los casos previo paso por debajo de las dos grandes mangueras dispuestas a modo de duchas colectivas permanentes, todo un detalle de la organización para aliviar los insoportables calores que nos estaba tocando aguantar.

Aquí ya empezaba a apretarse la agenda, y a complicarse lo de ver a todos los artistas, pero lo seguimos intentando. Dejamos a Surfbort aún sobre el escenario para pasar a ver un poco de la primera actuación del día en el Trashville, la de Lovesick Duo, dos italianos de Bolonia, chica y chico, contrabajo y guitarra, recreando el sonido rockabilly más melódico y primitivo.

Parada breve que nos dejó muy buena impresión, pero había que volver al Love para ver y oír también a Adia Victoria, que con su elegante y personal interpretación de los sonidos del blues era una de las artistas a tener muy en cuenta. Y desde luego que mereció la pena plantarse en primera fila a disfrutar con su voz y su presencia – de hecho, apuramos más de lo previsto y no sin cierto pesar nos fuimos de nuevo al escenario principal para ver al menos el final del concierto de Jerry Cantrell, que alternó temas de sus discos en solitario con algunos clásicos de Alice in Chains, como no podía ser de otra manera.

Grandes reclamos del cartel

Drive-By Truckers eran otros de los grandes reclamos del cartel de este año, pero entre que les tocó salir con el sol aún de frente y que el sonido no terminaba de ser correcto (cosa que ocurrió en mayor o menor medida en bastantes de los conciertos a lo largo de los tres días, algo que por otra parte tampoco es extraño en este tipo de festivales) aquello no terminaba de despegar como debía y como esperábamos. Visto lo visto, optamos por una apuesta segura: subirnos al escenario pequeño a ver a los Mad Sin, garantía de diversión y desmadre más allá de la calidad del sonido. En primera fila y a la sombra es mucho más agradable saltar, gritar, sudar y hasta sufrir los pogos desatados de un público entusiasta y agradecido.

Después del desgaste en el concierto de la salvaje banda alemana, iba siendo hora de meter algo de combustible sólido al cuerpo, aunque previa incursión breve al pasar por el Trashville para echar un ojo a los inclasificables Negra Cucaracha Terrorfolk. Si ya tiene su guasa subir al escenario a tocar con máscaras antigás, hacerlo en la sauna que se monta dentro de esa carpa llena de gente (y especialmente este año, con la temperatura ambiente disparada) es algo realmente meritorio, por no decir temerario.

Allí les dejamos para sentarnos un rato y comer algo tranquilamente. Casualmente, fuimos a parar en la zona de los coches de choque, una novedad que este año han decidido incorporar a las atracciones extra musicales del festival. Y curiosamente, desde ahí se podía oír a la vez a los Afghan Whigs, que llevaban ya un ratito tocando en el escenario grande, y a Delirium Tremens, que acababan de salir al pequeño. El sonido de ambos conciertos llegaba de forma que podías escucharlos por separado o dejar que se mezclaran en tu cabeza, resultando a ratos una interesante combinación que se conjuntaba bastante bien, como un mashup pero realizado en directo, con las dos bandas tocando a la vez por separado.

Una vez terminado el refrigerio y el pasatiempo sonoro, había que decidir entre unos y otros, y nos decidimos por los Whigs. Sin llegar a terminar de lucirse, sí que llegaron a emocionar a muchos de los presentes, con detalles como el recuerdo a Mark Lanegan, cuyo retrato enmarcaba uno de los laterales de ese escenario.

Traca final

La siguiente elección era entre La Perra Blanco en la carpa-sauna y Soziedad Alkohólika en el escenario Respect. Y empezamos por lo que menos conocíamos, que siempre resulta más estimulante. La artista gaditana ha conseguido atraer la atención general en muy poco tiempo, y aquí demostró por qué: respaldada por una estupenda banda, va despachando con maestría y soltura un repertorio sólido y contundente, de sabor clásico pero con aires nuevos. Otro descubrimiento para no perder de vista. Y qué decir de los S.A.: lo poco que les vimos confirmó que en su terreno (y además en su tierra, en este caso) no hay quien les haga sombra. Un espectáculo incontestable y sin fisuras que dejó a su afición más que satisfecha.

La noche iba avanzando y llegaba el último concierto del día en el escenario principal, uno de los más esperados por gran parte de la concurrencia: Social Distortion volvían al Azkena 17 años después de su única aparición aquí, y tras 13 años sin venir a tocar en España. Y la espera mereció la pena. Los de Orange County venían con ganas, casi tantas como las que tenía el público, entregado desde el comienzo y dispuesto a resarcirse de tan larga espera. Algún pero podríamos ponerles, claro, aunque fuesen muchísimos más los pros que los contras, y poca gente hubo que no saliese satisfecha y feliz del reencuentro con Mike Ness y sus secuaces, una de las más esperadas y deseadas.

De hecho, que nos perdonen Life of Agony y Klingonz por pasar olímpicamente de ellos, pero después de lo que acabábamos de vivir, ya sólo quedaban ganas y fuerzas para tomar unas cervezas a pie de barra comentando la jugada con el resto del personal mientras allí al fondo Ilegales barbarizaban a sus anchas sin que tampoco les hiciésemos todo el caso del que siempre son merecedores Jorge y sus muchachos. Ya nos perdonaréis también, amiguitos.

SÁBADO 18

Después de dos días intensos de conciertos bajo el abrasador calor de Vitoria (¡quién nos lo iba a decir!), el sábado decidimos evitar el tórrido mediodía en el centro de la ciudad y descansar un poquito más para afrontar la última jornada. O sea que nos perdimos el concierto de Theo Lawrence and The Possums, quienes sustituyeron a última hora a Kim Lenz. Entramos al recinto ya con Joseba Irazoki eta Lagunak empezando en el escenario pequeño, mientras Wicked Wizzard apuraban sus minutos sobre el escenario principal, así que nos fuimos directos a coger sitio para disfrutar de DeWolff.

La banda holandesa cada vez tiene más adeptos, lo que no es de extrañar, ya que cada vez que nos visitan demuestran su talento y su poderío, y cada vez ante mayores audiencias. Justo con su aparición en el festival vino también la de la ansiada lluvia: ya llevaba un rato cumpliéndose el pronóstico de nubes, vientos y tormentas que se anunciaba, y por fin el cielo descargó un poco de furia para refrescarnos. Lo justo, la verdad, porque tampoco hubo grandes chaparrones que obligaran a buscar refugio, y hasta se abrían algunos claros que permitían secarse enseguida.

En cualquier caso, era momento de pasarse por el Trashville para ver a Tiburona, una de las bandas más frescas que te puedes encontrar ahora mismo en formato de power trío entre el punk y el pop. Tenían la carpa a reventar, con todo el mundo bailando, mientras el sol se colaba por las puertas y dejaba ver una espesa cortina de vapor saliendo del cocedero en que se convertía este pequeño recinto.

Queríamos ver también a Israel Nash, del que teníamos muy buenas referencias. Y en efecto, aunque su propuesta no sea especialmente original hay que reconocer su oficio y su talento, a lo que se sumó en su favor que les tocase el escenario principal, donde el sonido fue excelente prácticamente durante todo el festival.

Grandes damas de la música

Deberíamos habernos acercado a echar al menos un ojo y un oído a Vulk, pero ya poco tiempo quedaba para verles ni oírles, así que nos fuimos a buscar un hueco en el césped para ambientarnos en lo que salía a escena la gran dama del country, Emmylou Harris. Para quien no sea especialmente devotos de este estilo en su versión más simple y directa puede resultar poco más que algo agradable para tener de fondo mientras descansas o tomas un bocado, pero es innegable que la presencia y el carisma de esta mujer hace que le prestes atención, aunque no quieras.

De todas formas, había que ir espabilando ante la siguiente cita importante, así que mientras picábamos algo nos fuimos acercando a ver un par de temas de Ryley Walker, y para lo poco que vimos nos resultó bastante interesante. Pero como decíamos, estaba a punto de comenzar algo que tampoco nos queríamos perder de ninguna manera. En este caso la elección entre Messer Chups en el sofocante Trashville o Patti Smith en el escenario grande estaba bastante clara (y que nos perdonen también Messer Chups, como aún tendrían que hacer algunos más).

Patti Smith

Heredera de los beatniks, madrina del punk, poeta, agitadora, hechicera. Mujer fascinante y embriagadora, nos emocionó y se emocionó, lloró y nos hizo llorar. Tiró mil veces el pie del micro al suelo, escupió, recitó, declamó a voz en grito. Y se acordó de Ginsberg, y de Dylan, y de Jack Sparrow, y de Fred “Sonic” Smith (el padre de su hijo Jackson, que la acompaña como guitarrista desde hace años). Y de PaulMcCartney (en honor de su 80 cumpleaños hicieron por primera vez en directo “Helter Skelter”), y de Emmylou (a la que Patti había estado viendo un rato antes, y que ahora estaba viendo a Patti desde el lateral, y a la que acabó sacando a cantar el “People Have the Power” con el que se despidió). Creo que puedo decir sin temor a equivocarme que ni una sola persona de las que estuvimos presentes en ese recital lo olvidaremos jamás. Escrito ha quedado con letras gloriosas entre los mejores conciertos que se han visto en los 20 años de historia del Azkena.

Y lo que pasa después de un concierto que te resulta tan impactante es que tienes que asimilarlo y digerirlo despacio, por lo que al acabar no sabes si tirar para Black Mountain o para Robyn Hitchcock y Los Del Huevos Band. De hecho, nuestra intención era ver a estos últimos al menos un rato, pero acabamos arrastrados por la inercia hacia los primeros, que además empezaron sonando realmente mal, con lo que era tarea imposible meterse en el concierto.

Entre unas cosas y otras, hicimos un intento de entrar una vez más al Trashville, pero fue literalmente imposible, ya que la lluvia volvía a hacer acto de presencia y la gente buscaba allí cobijo, formando cola en el acceso. Nos perdíamos también a Oh! Gunquit, qué le íbamos a hacer. Y ya iban quedando pocas opciones, porque el festival iba llegando a su fin.

Suzi Quatro y Michael Monroe

A Suzi Quatro había que verla también, aunque fuera un rato. Otra artista pionera, como Patti y Emmylou, con más de cinco décadas de carrera a sus espaldas, que se ha prodigado poco por estas tierras a pesar de estar afincada en el Reino Unido, Suzi venía con ganas y demostró estar en una forma más que envidiable. Con un espectáculo netamente americano, al más puro estilo de Las Vegas, hubo a quien le pareció un número de karaoke o de verbena, pero no se puede negar que resultaba impecable en todos los aspectos.

La doctora Quatro (sí, presumió de su doctorado en Música por Cambridge) derrochó simpatía y buscó la complicidad y la conexión con el público muy hábilmente, y reconozco que a mí me ganó. Ya nos habíamos olvidado de Daniel Romano (ya lo siento, en la próxima nos vemos, Daniel) cuando empezó a sonar “Rockin´in the Free World”, pero a partir de ahí ya tuvimos claro que allí nos quedábamos hasta que Suzi se despidiese.

Otro grato recuerdo de este Azkena, que para cerrar su XX aniversario nos reservaba a Michael Monroe y sus compinches, una más que digna despedida que resultaba el perfecto colofón de glam rock y macarrismo ilustrado después de lo vivido con Suzi.

Una edición memorable, redonda, en la que lo más negativo fue ese inesperado y asfixiante calor que casi nos fulmina los dos primeros días, y lo mejor fue lo de siempre: reunirse y reencontrarse una vez más alrededor del rock en un entorno fantástico. Y este año con más ganas después de dos de abstinencia. Eso, y saber que el año que viene volveremos al Azkena otra vez. Larga vida.

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