amaral esquivias

Amaral (2021) Plaza de Toros de Esquivias. Toledo

Crónicas
Nos persiguen canciones de Amaral

*Fotos de @inesenbabia / @ramsix cedidas por la oficina del grupo

Qué fantasía es salir de tu ciudad a un concierto. Se nos había ya casi olvidado. Y qué fantasía es volver, con la carretera encendida, comiendo kilómetros, comentando la jugada en voz seguramente muy alta. Viendo en los retrovisores cómo nos persiguen, en este caso desde Esquivias, canciones de Amaral. Y mientras aceleramos gritamos: «¡A galopar!»

Porque en la noche toledana resplandecen las canciones de Amaral sobre Esquivias. Como fuegos artificiales de cualquier verbena de cuando éramos críos. Con esa fascinación propia de las onomatopeyas de sorpresa. «Ooooh». Como señales en el cielo de la madrugada que solo pueden ver quienes asistieron al concierto de Amaral en Esquivias.

Un recital organizado por El Planeta Sonoro (Sonorama y mucho más) de manera exquisita en la Plaza de Toros para un par de millares de personas. Con una organización cariñosa, amable y al detalle. Cultura segura en su máxima expresión. Con Amaral como protagonistas. Cultura hermosa en su máxima expresión.

En un atardecer limpio y expansivo a cielo abierto. La propia Eva Amaral así lo remarca desde el escenario. Un atardecer de reencuentro con canciones que siempre nos sobrevuelan sin que nos demos mucha cuenta y que en esta velada bajan a la Tierra.

FORMATO ACÚSTICO

«Busco tus señales pero nunca llegan», canta la zaragozan mientras el sol se resigna a marcharse. Y la canción se eleva y se queda ahí arriba, etérea, sobre nosotros. Acompañada solo por Juan Aguirre a la guitarra (siempre tan al detalle de lo suyo, pues más aún en esta propuesta), en un formato acústico que añade paz y confidencia a un sábado en el que cobramos consciencia de que el universo está realmente sobre nosotros. Así de evocadoras son las noches de La Sagra.

«Nos dijimos adiós y pasaron los años. Volvimos a vernos una noche de sábado. Otro país, otra ciudad, otra vida. Pero la misma mirada felina», canta en ‘Cómo hablar’. Que lo resume todo de una manera tan precisa como visionaria, pues parece escrita para este momento en particular. Y se eleva y se queda ahí arriba, en el cielo, observándonos. Flotando.

La voz de Eva se impone por encima de todo. Se abre paso con autoridad y provoca el silencio colectivo en momentos determinados, con los arpegios de Juan a la guitarra remarcando, acompañando, subrayando. ‘Nuestro tiempo’, ‘Kamikaze’, ‘Revolución’… se echa en falta la electricidad en algunos momentos. Estamos también necesitados de ese tipo de energía descontrolada. El público se viene arriba, pero hoy no toca distorsión.

No está solo el dúo, en cualquier caso, pues se van sumando músicos progresivamente. Aportan empaque y nueva vida a las canciones, pero el formato está muy alejado del rock de estadio y la parafernalia. Es más pausado y pone así en valor las canciones con mimo y gallardía. ‘Soledad’ o ‘Nocturnal’, ‘Ondas do mar de Vigo’, ‘Mares igual que tú’ prácticamente acunan al gentío. ‘Moriría por vos’: jovial karaoke.

Cada vez que una canción acaba, vemos asombrados cómo va subiendo hasta ocupar su lugar en el firmamento. Ya sin luz, ya estrellado. Se quedan ahí esperando a sus compañeras, observándonos a nosotros. Esperando el momento en el que nos dispersemos para perseguirnos. Porque las canciones, aunque tengan madre y/o padre, son huérfanas sempiternas y nos necesitan para mantenerse vivas.

‘Entre la multitud’, del último disco del grupo, ‘Salto al color’ (2019), vuelve a resultar un tanto profética vista desde el presente (y enlaza con ‘Bizarre love triangle’ de New Order). Y Juan saca su contagioso sentido del humor cuando le toca cantar una canción tan añeja como ‘Tardes’. ‘Sin ti no soy nada’ vuelve a dejar al personal con la boca abierta ante la demostración vocal de Eva, que literalmente refleja luz con su vestido. Cómo resplandece Amaral en Esquivias.

‘Hacia lo salvaje’ deriva en ‘A galopar’ (poema antifascista de Rafael Alberti popularizado como canción por Paco Ibáñez) y en ‘El progreso’ de Roberto Carlos (muy bien hilado, pues canta eso de «quisiera ser civilizado como los animales»). Ovación cerrada porque ‘Hacia lo salvaje’ es una canción que galopa de por sí, con o sin electricidad. Cuesta mantenerse sentado, pero el público es, como casi siempre, ejemplar.

‘Peces de colores’ y ‘Cuando suba la marea’ vuelven a remarcar la delicadeza y el amor por la naturaleza de Amaral. ‘Salir corriendo’ y ‘Ruido’ rematan un concierto de unas dos horas que se hace corto porque en realidad no hay tantas noches de verano para el recuerdo. No hay tantas. Y noo las tuvimos en 2020 y estamos deseando tenerlas en 2021.

La plaza de toros se vacía festiva y ordenadamente. Y mientras los coches van enfilando la salida, las canciones van decidiendo quien se va con quien. En un coche random cualquiera alguien dice «voy a poner esta o aquella» y eso es porque la canción ya les ha atrapado. Ya está el hechizo completado. Hemos vuelto. Qué bien que nos persiguen de nuevo canciones de Amaral.

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