¿Se nos piró para siempre si nos mola el desconcertante disco de Arctic Monkeys?

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Porque después de cinco años esto es cuanto menos desconcertante. Es que no me sale otra palabra. Y es fenomenal que así sea pero, al mismo tiempo, es complicado para el perpetrador. O sea, por mi estupendo. Pero el berenjenal (sitio plantado de berenjenas) en el que se han metido los de Sheffield es cuanto menos dificultoso. Y por eso, a la par, inherentemente molón.

Mirad, yo ya no sé qué pensar de la peña, yo soy muy crédulo porque he visto de todo. Es probable que Arctic Monkeys quieran provocar. También es altamente probable que esto sea sencillamente lo que les ha salido. Yo creo este último postulado. Pero al mismo tiempo es que resulta flipante que tras el éxito de los riffs de AM (2013) les haya dado por esto.

Pero hijos, una mala mañana la tiene cualquiera. Resacazas para tratar de esquivar la vida he tenido un par o cien, qué más da. Nunca las plasmé en un disco. Aquí los pollos un poco sí pero a la par que inesperado y desconcertante ahora mismo me parece fascinante. Cuanto menos, la jugada de no sacar singles de adelanto y llegar al 11 de mayo con todo el arsenal es fabulosa.

No es que sea un Caballo de Troya porque ya lo anticiparon con palabras y con cuatro temas en vivo, pero llegados al momento cumbre la peña ha flipado tanto que Arctic Monkeys se hicieron trending topic -lo odio, hateo de veras esta mierda porque siempre hay alguien que te obliga a escribir sobre ‘lo que se está hablando’ aunque no tenga ni puta idea de qué cojones se está hablando-.

Pero este viernes se habla de Arctic Monkeys. Venga coño, hasta nosotros ahí con los críos correteando en el bar, el tema ha salido. Pues bien, la idea original es que suena a David Bowie, Richard Hawley y todo su rollito crooner que obviamente no inventó él, The Beach Boys por los coros, The Doors por la psicodelia principiante... Donde alguien ha visto a The Stooges yo he visto a Jethro Tull así que imaginad la amalgama.

Luego está lo de las letras con Star Treatment que empieza con el pollo confesando que quería ser uno de los Strokes -evidentemente nadie quiere esa mierda- y a partir de ahí un desbarre matutino y crepuscular, todo increíblemente a la par, que casa tan bien con un pollo cantando solo en un piano al amanecer con otro jugando a ser estrella del rock pero, al mismo tiempo, rodeado de cochambre a cámara lenta. No es fácil llegar a esa visión del mundo pero parece que hay quien la tiene.

Muy importante lo de cámara lenta porque esa es la sensación general de un álbum que, joder, es difícil pero, ojo, tiene coplas guapas. La movida es dar con ellas porque, admitámoslo, no son obvias. Lógicamente, hay parte de la hinchada que se viene arriba en ovación cerrada ante esto, aunque al mismo tiempo hay un populacho ventajista que repentinamente se encuentra como en el metro cuando no tienes asidero y el muy gilipollas frena sin avisar.





Todo eso pasa al mismo tiempo en Tranquility Base Hotel & Casino, un álbum que en el día de su estreno nadie tiene los cojones de afirmar si es un clásico instantáneo o la gran puta mierda de la década. Es fascinante esta dualidad porque al menos yo lo he escuhcado de veras una decena de veces y no quiero decantarme por miedo a lo que yo mismo piense mañana. O sea, igual esta noche pasa algo mientras duermo y pasamos de la genialidad a la basura pretenciosa.

En ese nada generoso rango nos movemos. En el día o la noche, el triunfo o la desgracia con ese Four out of five que evidentemente es un flipe y con ese tema titular que te mantiene expectante. Mucho me gusta She looks like fun porque me añora a Jethro Tull -again-, pero de nuevo creo que escuchar a Alex Turner recitando eso de Tranquility Base Hotel & Casino es lo más cerca que vamos a estar de la iconografía del rock del siglo XXI. Porque esto suena a mucha mierda guapa. Y a ratos es un coñazo y se hace largo aunque sea corto, eso lo valora cualquier fondista de palo.

Y sí que hay riffs, eh, que hay tenemos Golden Trunks, solo que ya no son las nueve de la noche. Por contra, son las nueve de la mañana y estás jodido porque esas doce horas de fiesta tienen quizás su gracia mientras se desarrollan un ratito… Pero esa euforia de los púberes monos del ártico no iba a durar por siempre, más que nada porque sería ridículo.

Así que amigos, es lo que hay. Alex Turner convertido en un Richard Hawley de baratillo, quien a su vez imita a una lista interminable de Roy Orbisons infinitamente mejores que todos nosotros. Pero la cosa es que suena bien, tiene miga, solo que quizás tendría que haber más chicha como Four out ot five, que sí es definitivamente algo a lo que aferrarse.

Personalmente me fascina She looks like fun porque aunque a nadie le parezca obvio, a mi me suena a Jethro Tull y punto. Ya nada se puede hacer contra eso y es culpa de los riffs con voces de barítono. Lo único que le falta a este tema son las pelotas de un líder real como Ian Anderson que anda ahora celebrando los cincuenta años de andadura musical aún arrasando doquiera. Pero aunque quizás equívoca, la referencia a mí me mola.

La verdad es que el disco es un desfase. Batphone mola bastante, fíjate, aunque es de una simpleza vodevil fenomenal. Y The Ultracheese pues ahora mismo que estoy escribiendo y mirando por la ventana de la cocina… se ve todo mazo negro menos los aviones que aterrizan en Barajas. Les veo cada noche pero en esta estoy seguro que significa otra cosa. ¿Y sabéis qué? Esta puede ser la banda sonora que esa rutina precisaba. Aunque sea imposible encontrar un estribillo o precisamente por eso.

PD: Si esperáis que yo diga que Arctic Monkeys están locos, se os ha ido la olla a vosotros. Más que nada porque aunque lo piense, no soy tan pretencioso. Ellos parecen saber lo que quieren contar mejor que yo, en cualquier caso. 

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