Freedonia (2012) Sala Caracol. Madrid

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Lugar: Sala Caracol. Madrid
Fecha: 29 septiembre 2012
Asistencia: 500 personas
Artistas Invitados:
Precio: Desde 10 euros
Músicos: Aurora García (voz), Alex Fernández (saxo tenor y flauta), Ángel Pastor (guitarra eléctrica y armómica), Fran Panadero (bajo), Israel Checa (baterista), Joaquín Rodríguez (percusión), Luis Soler (trompeta), Roberto García (piano), Israel Carmona (trombón), David Pérez ‘Charro’ (saxo barítono), Alana Sinkey (coros), Maika Sitte (coros), Carolina García (coros).
Setlist: Running to nowehre, Girls are dancing, Working class, What did i do wrong, I am the same girl, What a day, Tell me, Upside down, It hurts, I´m loosing my mind, Hawaiian cosmic, Heaven bells, Shut up, Under my thumb, You got to be a men, Memphis train, Everything is all right, I will not play your game (no more), 25 miles

Que no os engañen, lechuginos obsesionados con el trending topic volátil de turno. Ni Extremoduro en Rivas, ni bizarrismo drogata en el Youfest. No hubo en Madrid la noche del sábado 29 de septiembre un lugar más caliente donde poner tus pelotas a incubar que la Sala Caracol, abarrotada para disfrutar sin tapujos de la presentación oficial del primer disco de Freedonia, la máquina de soul que mutila, tritura, agota, roba voluntades y vampiriza tu alma ingrata.

Pero no son unos recién llegados, eh. Esta ahora decena de músicos llevan más de un lustro en guerra permanente por cienes de garitos, ganando adeptos con cada nueva acometida. Tantos tenían ya que para que quedara constancia de su talento en su debut discográfico optaron por pedir financiación a sus seguidores a través del crowdfunding superando expectativas y con dinero suficiente para hacer las cositas bien sin tener que perder la potencia y el buen gusto por el camino.

A eso de las diez y media de la noche se apagan las luces, redobla la batería y por un momento parece que el vinilo crepita y tu aorta se desangra. No hacen falta ni dos minutos para constatar que la ambiciosa propuesta de Freedonia atesora una elegancia que el siglo XXI sencillamente no comprende. Es la honestidad de una música procedente de otra época que pónete las gónadas al límite, que llama a tus instintos más primarios, que amenaza con partirte los tobillos y dejarte con balanceo crónico de cabeza.

Y eso que aún no ha tomado Aurora el escenario, una vocalista desenfrenada que rebosa actitud y que, por si fuera poco, posee una voz torrencial de esas que de primeras provocan un alzamiento de cejas generalizado con ojos como platos de huevos estrellados. Una negra rubia platino de sex on fire que avasalla e intimida, que es a la par incendiaria, cálida, inaccesible, feroz, cruel, indómita.

Pasada media hora a Tina ‘Tetina’ Turner seguro que le sangran los oídos en su casa de Nebraska o donde mierda esté disfrutando de su retiro a la vejez viruelas. Las 500 personas que llenan la sala ya están rendidas a vivir el momento, sintiendo en sus carnes el poder curativo de una música que fluye, balancea, golpea y machaca alejando al siguiente lunes hasta límites sanitariamente peligrosos. Porque no es necesario morir para ver cómo tu alma escapa de tu cuerpo y te hace una peineta desde el techo del local. Tu ya no la controlas, de modo que asiente y baila.

La Caracol no recuerda otra noche en la que diez músicos (en algunos momentos llegaron a ser casi veinte con invitados varios como miembros de los Sweet Vandals, toda una proeza espacial) sonaran así de matizados, cada uno en su puesto de suma pasión desnuda. Una sección de vientos huracanada, unas coristas supremes, un bajista expansivo, un guitarrista refinado, un baterista locomotora, un percusionista trotón, un teclista juguetón y un público disfrutón. Sota, caballo y rey, escalera de color, repóker de ases, 29 de septiembre de 2012, un viaje en el tiempo al purismo de un género que nunca morirá porque late y sangra como ningún otro.

Y es que mi mayor pena en vida es no ser negrata. Pero por dos horas al menos este sábado me siento como tal. Quiero ser un hermano black power que conduce por Detroit en 1972 con cuchillas a lo Ben-Hur en las ruedas mutilando infieles incapaces de sentir la llamada de la música, del baile, la llamada de sus entrañas al disfrute. Su material propio es excelente, pero en este punto es cuando me permito la licencia de sacar a relucir mis galones rock y destacar la subyugante versión del ‘Under my Thumb’ de los Rolling Stones. Tela telita tela.

Y venga, demonios, olvidaros del smartphone, de twittear flatulencias vacuas en las redes sociales, aparcad los miedos y los rencores, superad la presión de vuestra educación católica, sentiros libres de culpa y lubricad. Este sábado es para tocarse. Tocarse mucho, largo, profundo, hasta caer agotados con el depósito en reserva. Sólo así comprenderéis la epifanía de un alma que ha encontrado su descanso.


En la parte final Aurora parte la Caracol en dos cual Moises abriendo el mar para disfrute de sus fieles, creando el pasillo del baile definitivo. Juraríase que incluso los maltrechos cunderos de Embajadores mueven sus delicadas caderas en un salvaje desafío a la vida yonki. Años de guerra por cienes de garitos y esta noche Freedonia no quieren irse porque es su noche. Es el premio a la lucha, al tesón, a las horas de ensayo, a la pasión. Es la victoria del talento por encima de modas y mamandurrias.

Porque el soul no está de moda y ese es el injusto techo que cada noche tratan de destruir Freedonia. Porque cuando vienen Sharon Jones o Eli Paperboy Reed, dos de los nombres que están rejuveneciendo al género entre la modernidad militante, llenan salas con 1.000 o 1.500 personas. Freedonia están ya en 500 (y podrían haber sido más), por lo que les queda recorrido en este mundo filibustero e infiel que se aferra a la basura pop de usar y tirar. Yo ya les vendí mi alma por cuatro perras. Y salgo ganando con el trato.

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