Raphael (2010) Teatro Compac Gran Vía. Madrid

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Lugar: Teatro Compac Gran Vía. Madrid
Fecha: 11 diciembre 2010
Asistencia: 850 personas
Artistas Invitados: (Oyes pues no)
Precio: 53 euros

Se suponía que en el siglo XXI los coches volarían sobre la Gran Vía sin tocar el asfalto con sus ruedas y estaríamos ya desde hace tiempo invadidos por los marcianos pero, oh no, resulta que en lugar de eso Raphael sigue llenando teatros en el centro de la ciudad cantando tangos, boleros y rancheras durante 150 minutos por noche, 16 concretamente, el muy cabrón, con sus santos cojones.

Porque se apagan las luces y sale a capela a cantarnos que ahora está mejor que nunca, que ahora nos quiere más, que ahora se quiere más, que ahora puede hacer lo que le dé la gana. Razón no le falta pues sin solución de continuidad despacha ‘Mi gran noche’ y ‘Digan lo que digan’ y el teatro se viene abajo. Hay quien saca algún paraguas para protegerse de los pedacitos de yeso que se desprenden del techo mientras las lámparas se balancean peligrosamente.

Pero estamos bajo un chaparrón monumental, masacrados contra nuestras butacas, atornillados. Pasará un buen rato hasta que alguien tenga el valor de descruzarse de brazos y levantarse a bailar. Es tal la impresión que no tenemos otro mecanismo de defensa. ¡Haces el maldito favor de cerrar la boca! O sea, a ver, comprendo que no puedas, acostumbrado como estás a tanta mierda, pero intenta parecer lo que no eres, intenta dignificarte, intenta, tal vez, sublimarte y disfrutarlo.

Porque no hay nada más moderno que apreciar y respetar el pasado. Hace unos meses me llegó una compañero de curro, moderna hasta el asco ella, para preguntarme qué había que hacer ese fin de semana en Madrid. Puedes ver a los Kiss, le respondí. ¿A quien? Vale, déjalo y, de paso, no me hables nunca más. No, en serio, no te rías, pasas ahora a mi lista negra, a mi lista de odio, cuando pueda te fustigaré, como ahora, públicamente, te odio.

Exótico puede resultar soltar 53 euros por ver a Raphael, pero lo milagroso es que a los diez minutos ya los das por bien empleados. Cierto, la cosa luego se tuerce ligeramente cuando entramos en el espinoso terrenos de los tangos, pues este espectáculo está pensado en tres actos con cada uno de los géneros ya mencionados. Y la gente no quiere eso, que no joder, que no lo quiere, lo que quiere es lo de siempre. Lo valora pero no lo quiere.

Y es que otra cosa no puedes querer. Quieres que él llore, mire al techo, abra los brazos, sonría sin parar, que se vaya por un lado del escenario y vuelva triunfante. Ceremonia no por repetida menos celebrada. Misa de siete. Quiere verle al límite. Para qué quiere Raphael hacer un Dr Jeckyll y Mr Hyde, si es imposible que lo que está sobre las tablas sea real. Si él deja de ser él la huelga de los controladores aéreos estaría justificada. Mola saber que hemos visto a el jodido niño de Linares bajo estado de alarma.

Mola ver a un intérprete que se cree lo que canta, que es capaz de hacer lo que le da la gana siempre bordeando el ridículo, la verguenza ajena, el personaje, la caricatura. Madre mía, ese ‘Escándalo’ ya lo quisiera Jamiroquai, toda una lección de funky incendiario. Cuando se pone a rapear tienes la certeza de que ya lo has visto todo. Te quieres ir pero no puedes dejar de mirar, como con la tv movie de Felipe y Letizia. Como con la vida misma. Pero es que vamos a ver, si es que el guitarra llevaba una Gibson Les Paul negra como el mejor Slash y se hinchó a hacer wah wahs, y punteos, y de todo, para jolgorio de las abuelas y sus abrigos de conejo.

Entre las primeras filas, mientras tanto, gente que se levanta al final de cada canción como si estuvieran viviendo el gol de Iniesta. Saltito, brazos al techo, grito huracanado. Él les mira con condescendencia, les comprende, les acuna, les da lo suyo y lo de su prima. Les da mucho más de lo que nunca soñaron tener. Sobre todo en las partes en las que suenan las que tienen que sonar, apabullantes, con una banda que ya quisieran los System of a Down, que lo peta, que turba, que atolondra, que significa algo.

Después de dos horas ya baila hasta la abuela de los cojones que no se mueve ni un centímetro para dejarnos ir al baño. Se ofende, la jodía. Luego se emociona y se arrepiente de su poco generosa actitud, pero ya no la queremos. Nuestra lista negra crece. Lo que pienso, mientras tanto, es que ahora que Florida ha perdonado a Jim Morrison por eso mismo 41 años después, Raphael debería enseñarnos la minga. Fantaseo no ya con eso, sino con que se tire al público y terminemos todos en urgencias como la cosa más normal del mundo. Cualquier cosa nos vale.




Esto es más jevi que los Maiden, tendremos que ir a El Refugio a pagar las copas con tarjeta. Aunque allí nunca sonarán ‘En Carne Viva’, ‘Maravilloso Corazón’ (hostias qué bochorno esta), ‘Qué sabe nadie’ y bueno, eso joder, no estoy aquí para contároslo, más que nada porque no puedo. Luce juvenil el cabrón con casi setenta años, con ese flequillo, con ese tipín pintón, con esa pelvis peleona, con esos gestos. Es un redicho y es un tópico, pero es que lo que él hace, exactamente eso, no lo hace nadie. No pueden.

Lo estaba esperando y por supuesto, lo hizo. Llegó ese momento en el que da dos pasos hacia atrás, los músicos se detienen, el público se acongoja y sólo queda él cantando a pelo. Ese es uno de esos momentos que te llevarás contigo a la tumba. Aquella vez que viste al pollo aquel, a aquel, con el hígado de un chavalito joven, dicen, cantar como si no hubiera mañana. Sin amplificación, sin cables. Y cuando se ríe, qué, carcajada forzada, estudiada, como todo lo que hace. Pero es que cómo funciona.

Suponemos que la cosa pierde punch si vas a verle cada una de las 16 noches que tiene en la Gran Vía, pero es que eso sería enfermizo. Si vas una el tipo emociona porque se nota que lo da todo. Hay que ser de piedra para no querer llevárselo a casa y ponerlo encima de la tele. Estamos todos igual y, de hecho, muy mal se le tiene que dar para dormir solo esta noche. Con quien quiera, él puede elegir. Vamos, a mi lo que me pida. ¡Elígeme por dios!



Ya le vimos en Las Ventas
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5 thoughts on “Raphael (2010) Teatro Compac Gran Vía. Madrid

  1. Como siempre comparto tus emociones a nivel Bunburyano o Raphaelista por ejemplo. Soy fan tuya lo sabes ¿no? Lo mejor de una crónica es que te haga sentir y contagiar el espíritu de lo no visto. Gracias Galko.

  2. Excelente ,excelente, excelente … Raphael provoca eso y mucho mas …15.000 almas hace meses agotaron los billetes de las 16 noches, para vivir esto mismo que tú cuentas de maravillas.

  3. hola. voy a ir a ver a Raphael en el palacio de los deportes y me gustaría saber qué canciones canta en esta gira. me podrías decir almenos las que te acuerdes. gracias. merinodelvalle[at]gmail.com

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