Bunbury (2010) Palacio de los Deportes. Madrid

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Lugar: Palacio de los Deportes. Madrid
Fecha: 1 diciembre 2010
Asistencia: 7.000 personas
Artistas Invitados:
Precio: 65 euros
Músicos: Enrique Ortiz de Landázuri (voz y guitarras), Álvaro Suite (guitarras), Roberto Castellanos (bajo), Jorge ‘Rebe’ Rebenaque (hammond, teclados y acordeón), Ramón Gacías (batería) y Jordi Mena (guitarras)

Setlist: Las Consecuencias, Ella Me Dijo Que No, De Todo El Mundo, Frente a Frente, Los Habitantes, Enganchado a Ti, El Extranjero, Desmejorado, Bujías Para El Dolor, Hay Muy Poca Gente, Senda, Que Tengas Suertecita, Sólo Si Me Perdonas, Sácame de Aquí, Sí, Infinito, Apuesta por el Rocanrol
Bis: El Anzuelo, El Hombre Delgado Que No Flaqueará Jamás, Lady Blue, El Boxeador, Puta Desagradecida, El Viento A Favor

Gran amante del tango y del blues del Mississippi, a mi abuelo le encantaba Bunbury. Cuando estaba melancólico siempre me pedía que le pusiera alguna de esas del muchacho ese que tan mal siempre lo pasa. Entonces sonaba una, luego otra, después una tercera. Al hombre siempre le gustó mucho regocijarse en sus desdichas. Bueno, a los dos en realidad, a Enrique al menos en su vertiente artística. Por eso conectaron, supongo, especialmente desde que mi abuelo se quedó solo.

Nunca volvió a ser el mismo desde entonces, aunque poco a poco fue superándolo gracias a sus largos paseos mañaneros. Fue en una de esas escapadas ya rutinarias cuando se topó de frente por la calle con una chavala que le estremeció. No podía ser, era imposible, pero al mismo tiempo era evidente. Era calcada a un viejo amor de juventud, tan intenso que necesariamente tuvo que durar poco, inoportuno entonces en el tiempo y el espacio, pues mi abuela ya estaba predestinada a ser mi abuela.

Tres segundos de estupor después salía de la misma tienda una mujer más mayor, de su edad, pero con la misma mirada jovial y encantadora. Ambos se miraron fijamente a los ojos, se reconocieron y el mundo se detuvo instantáneamente. O al menos derrapó. Cuarenta años después, solos después de que las vidas que eligieron hubieran llegado a su fin oficial, decidieron sin titubeos terminar de envejecer del todo juntos, de la mano, aprovechando la oportunidad que el caprichoso destino les había ofrecido para estupor de sus magullados corazones.

Ni si quiera tenía sentido que se encontraran pues no compartían los mismos hábitos ni las mismas zonas, pero la nieta en cuestión se había mudado recientemente a nuestro barrio y eso propició el encuentro. De mi abuelo aprendí a no juzgar a la gente sin conocer profundamente sus circunstancias. Bueno, ni conociéndolas porque, ¿para qué? Él estaba columpiándose sobre la nada hasta que la vida le ofreció la oportunidad de cerrar una herida que seguía abierta y nadie podía culparle por ello. Máxime porque aquello apenas duró un par de meses. Ella se fue y mi abuelo, que había sobrevivido a su esposa, no pudo con este desconsolado segundo round y echó el cierre poco después.

Por eso siempre que escucho a Bunbury brindo por las causas perdidas, por el amor y por el dolor, con una copa de ron en una mano y un chupito de tequila en la otra. Por eso me estremezco con sus historias de desdichas sin solución, de perdedores, de arrepentidos, de personajes que toman sus decisiones con toda la honestidad posible a pesar de sus terribles consecuencias. De gente que quiere alegrar a la gente, pero que tiene una capacidad innata para asustar y enfadar a quienes tiene alrededor, siempre al límite, nunca en la tibieza. Brindo por el mismo dolor.

Por esto también esta noche es hora de hablar de consecuencias inevitables, olvidar sueños, amores inalcanzables, decepciones, destrucciones emocionales, misioneros del pubis, de la verdad como forma de violencia, las cosas que la gente hace para no perder la cabeza, de la culpa y de la madre del castigo, temores y habitantes de tu sangre…

También es hora de hablar de los horrores de plantear un concierto como este sentado -lo cual no es otra cosa que sentirte enterrado vivo-, de pagar 65 euros por estar en la quinta fila y que a tu alrededor la gente coma palomitas y gusanitos y mire a su pareja con adoración mientras suena ‘Puta Desagradecida’. O todo el mundo está loco o ese cabrón está sordo.

Hasta la quinta canción se confirmaron mis peores temores. Un espectáculo delicioso en la distancia corta, pero sin duda complicado para los del fondo del pabellón. Si quieres montar un concierto intimista está de puta madre, pero no lo hagas ante cerca de 10.000 personas. No nos vale la broma de que Raphael tenía todos los teatros de la Gran Vía ocupados porque, aunque graciosa, es falsa. Te marcas, como él, una decena de noches seguidas y contentas a todos. Eso sí, bien empleadas las más de 10.000 pelas por poder no ya emocionarte, sino conmoverte y conmocionarte con esa primera tanda emocionalmente descarnada. [Esta foto se la tomamos prestada a Diego Sinova]

Pero luego ya sí, con ‘Enganchado a Ti’ la cosa se levanta y ya nunca se volvería a sentar. Alrededor ves cómo la cosa va funcionando, cómo la gente ya se pone por los pasillos, cómo ya fluye. Ya fluye. Sin más. Porque tras esa confesión que es ‘Desmejorado’ suenan, ya lo pone arriba pero lo repito, Bujías Para El Dolor, Hay Muy Poca Gente, Senda, Que Tengas Suertecita, Sólo Si Me Perdonas, Sácame de Aquí, Sí, Infinito y Apuesta por el Rocanrol.

Una detrás de otra, en realidad no hace falta explicar nada más si sabes de lo que hablo, si no estás comiendo palomitas, maldito cabrón. Senda es la de Héroes del Silencio. A lo mejor la está tocando habitualmente, pero tuve la decencia de no querer enterarme antes, de manera que para mi fue poco menos que una revelación. Oh dios mío, por una vez, lo que siempre soñé hacer. Luego ya si le puedes cantar Sólo si me perdonas mirándole a los ojos y te devuelve una especia de reverencia, aceptas la derrota y recuerdas que estás en el límite que puedes soportar para salir de esta vivo.

El de seguridad, muy majete por una vez, intenta contener a la gente en sus asientos mientras mueve los pies (oh, lo nunca visto) pero en realidad te deja, así que nada, Sácamde de Aquí, Sí, Infinito versión blues y terminamos apostando por el rocanrol. No tiramos las sillas al aire porque alguien, muy listo por una vez, las ha atado todos entre sí con esos cordones de plástico infernales que no hay dios que separe. Si es que nos conocen ya…



Para este punto ya está todo cocinado gracias a la capacidad de Bunbury, después de escribir aquellas letras que nadie entendía pero que tan bien se vociferan para Héroes del Silencio, para hablar de sentimientos universales consiguiendo que cualquiera se los apropie. Cualquiera de esas caras pensativas que viajan en transporte público en Madrid pueden perfectamente estar rotas por dentro.

Pero si nunca te han roto el corazón nunca somatizarás con este dolorido repertorio. Es preferible que no, pero canciones como El Boxeador funcionan sobre todo si te has visto a ti mismo, desde fuera, en un ring, en pie, magullado, con tu otra mitad sangrando en el suelo y suplicándola que no vuelva a intentar levantarse antes de que la cuenta llegue hasta diez. Que lo deje ya, que no hay más nada que hacer.

No podemos dejar de mencionar lo enormes que siguen sonando las tónadas rockeras de Hellville de Luxe, como tampoco podemos dejar de fustigar a esa pareja rancia que al principio de El Viento a Favor (… ¿y al final?) tuvo el valor, porque hace falta valor, de pedirnos que nos sentáramos, de nuevo, insisto, ¡en la quinta fila!, porque estaban haciendo un video. Yo soy el hombre delgado que no flaqueará jamás, chata, ¿no te diste cuenta aún? Y aquellos dos, esos que bailan al lado de las escaleras, son mis abuelos, agarrados. Muestra un poco de respeto, maldita sea.

Bunbury (2009) Las Ventas. Madrid
Bunbury (2008) Palacio de los Deportes. Madrid
Héroes del Silencio (2007) Estadio de La Cartuja. Sevilla
Bunbury (2005) Universidad Complutense. Madrid
Bunbury (2003) Palacio de Congresos. Madrid
Bunbury (2002) Plaza de Toros. Móstoles (Madrid)
Bunbury (2000) Pabellón Príncipe Felipe. Zaragoza
Bunbury (1998) Parque de Atracciones. Madrid

Bunbury (1998) Parque de Arganzuela. Madrid
Héroes del Silencio (1996) Palacio de los Deportes. Madrid

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10 thoughts on “Bunbury (2010) Palacio de los Deportes. Madrid

  1. Éste, Galko, puede que sea el texto más inspirado que hayas escrito nunca. A su salud, y a la tuya, voy a ponerme mi vinilo de Las consecuencias.

    Lo único que recuerdo a mi abuelo escuchar era villancicos de Bing Crosby y Frank Sinatra, así que probablemente pensaba que el tal Bunbury era un maricón.

  2. Yo estuve en el show y estoy de acuerdo con que el concierto estuvo un poco frio para la gente que estaba alejada del escenario. Es una gira para teatros. La próxima vez que lo haga así podía hacer 4 o 5 bolos en un teatro madrileño. Ya lo hace en México y en Argentina.

  3. Es sin duda, uno de los mejores post que he leido jamás Galko, eres de verdad, un estupendo escritor de esas vivencias, que solo se pueden sentir en un "en vivo". Yo, iré mañana a ver al: "muchacho ese que tan mal siempre lo pasa", (un hombre muy sabio tu abuelo, y que gran ejemplo para todos).
    Y aunque ya la Senda no sea sorpresa, la cantaré igual que siempre, a todo pulmón, y pensando y sintiendo como solo te sabe hacer sentir el Maestro.
    Un abrazo, cariños.
    Mar.

  4. Para mi un conciertazo, entrega total. Es cierto que las primeras canciones me dejarón un poco fria, pero luego la cosa se animo y Bunbury lo dió todo, bueno y Galko también.Aunque es cierto que el plan de concierto intimista de palo, no tenía mucho sentido.

  5. Cronica fantasticamente dura… con pedazos de sueños rotos y alguna que otra linea musical!!!

    Grande por mencionar a Enrique en Madrid!!!

    A tu Salud

    Eryka Bunbury

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