Marky Ramone (2010) Gruta 77. Madrid

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Lugar: Sala Gruta 77
Fecha: 18 mayo 2010
Asistencia: 300 personas
Precio: 18 euros
Artistas Invitados:
Músicos: Michale Graves (vocalista), Marky Ramone (baterista), Clare B. (bajista y coros), Alex Kane (guitarrista)

Setlist: Rockaway Beach, Teenage Lobotomy, Psychothereapy, Do You Wanna Dance, I Don’t Care, Sheena is a Punk Rocker, Havana Affair, Commando, Beat on the Brat, 53rd and 3rd, Rock n Roll Radio, Now I Wanna Sniff Some Glue, Shock Treatment, Rock n Roll Highschool, She’s the One, Judy is a Punk, Poison Heart, I Believe in Miracles, The KKK Took My Baby Away, Pet Cemetery, Chinese Rocks, I Wanna Be Sedated, I Don’t Wanna Walk, Pinhead
Bis: I Just Want to Have Something to do, Cretin Hop, R.A.M.O.N.E.S.
Bis II: We Were Angels, Have You Ever Seen the Rain, Wonderful World, Blitzkrieg Bop

El plan está claro y es aparentemente sencillo. A media tarde nos plantamos en la puerta del H&M de la Gran Vía -centenaría, sí, pero todavía nido de prostitutas, proxenetas, delincuentes de medio pelo y personajes chuscos varios- y rastreamos a nuestras víctimas potenciales. Buscamos a alguien que compre una camiseta de los Ramones a pesar de no haberlos escuchado en su vida, a alguno de esos, a alguna de esas, que sólo quieren pasearse por Malasaña sintiéndose peligrosamente punks luciendo una prenda de la que no son dignos.

Merodeamos, husmeamos, los seguratas nos miran de reojo, las cajeras nos miran mal abiertamente, pero tardamos poco en tener nuestra primera oportunidad. El tiempo se nos echa encima, la hora del concierto se va acercando y por allí no aparece nadie válido. La derrota no es una opción, y no hay excusas, pero es justo entonces cuando aparece un flequillo andante de 180 centímetros de alto y apenas cincuenta kilos de peso que va directo al hoyo. Agarra una camiseta y se dirige a la caja a pagarla.

Le seguimos, le calamos, la asaltamos, le preguntamos en la cola para constatar que es nuestro pequeño gran hombre. «¿Te molan los Ramones?» «No sé ni quienes son, pero me mola el diseño. Lo he visto un montón de veces por la calle y en festivales, y siempre quise comprarme una igual. Además esta misma, negra con las letras blancas. Me dijeron que es un grupo de rock, pero creo que ya están todos muertos y la música vieja es que no me gusta, es para dinosaurios».

Un delicioso sabor a sangre acude a mi boca al escuchar estas palabras. Es él, no hay duda. Chicos, le tenemos. Lo único complicado es llevarle hasta el coche que tenemos aparcado en la calle Luna, pero para salvar estas dificultades nos hemos hecho con un par de compinches de más de cien kilos de peso cada uno, carne de gimnasio, carne de pelea callejera a la puerta del No Fun. El pobre ni se va a enterar. Sale de la tienda. Salgo detrás. Le señalo con el dedo. Le agarran. No comprende nada. Diez segundos más tarde ya está en una calle casi sin gente. Otros cinco y ya está en el maletero del coche. Ha sido la hostia de fácil.

De hecho, alguien le ha soltado alguna hostia de más. «Juan, ¿estás gilipollas? No te pases con el chaval, dijimos que nada de violencia gratuita». Montamos en el coche, le damos al play del loro y comienza a sonar el Rocket to Russia con una fiereza descomunal. El altavoz que hemos instalado en el maletero nos sirve para asegurarnos de que nadie podrá escuchar al pobre diablo. Pobre diablo al que hoy le va a cambiar la vida, al que hoy le vamos a hacer el favor que necesita y que estaba pidiendo a gritos simplemente porque le queremos.

Porque no queremos que cometa el mismo error que yo cometí cuando con apenas catorce años, un 22 de mayo de 1993 desprecié la oportunidad de disfrutar de los Ramones originales. Eran los teloneros de U2 en el Vicente Calderón, pero yo es que no estaba para asumir tantas cosas. Estaba a punto de ver a Bono y compañía en su mejor momento, presentando el glorioso Achtung Baby, y los Ramones no tenían nada que ver conmigo. Mi único recuerdo de aquella noche es el estadio levantado en volandas y aplaudiendo al unísono a los compases del Rock n Roll Radio que Marky marcaba poderosamente con su batería. No es mal recuerdo tampoco, teniendo en cuenta que este próximo sábado se cumplen 17 años de todo aquello.

Subimos la calle General Ricardos ante ciertas miradas de desconfianza de peatones y conductores. Sonamos demasiado alto para un martes a las nueve de la tarde. En realidad sonamos demasiado alto para cualquier hora y cualquier día, pero hoy tenemos un motivo. El único Ramone en activo visita Carabanchel y nosotros le vamos a ofrecer un carnerito para sacrificarle. Vale, seguramente el bueno de Marky habría preferido una virgen vestal, pero tendrá que conformarse con este pollo y sus cuatro pelos de barba en el horizonte. Ellos tampoco son los Ramones de verdad, sino los Marky Ramones Blitzkrieg, así que estamos en paz.

Aparcamos cerca del Gruta y, siempre sin apagar la música, abrimos el maletero con cierto cuidado. Él sigue ahí, claro. Está tan desorientado que ni se mueve. Por un momento creemos que se ha desmayado del susto. Le damos unas cachetillos, le espabilamos. «Juan, me cago en la puta, ¡pero a ti qué coño te pasa! Deja de hostiar al chaval!» Le sacamos y le ayudamos a caminar. Despacito pero seguro. El puerta de la sala piensa que está alcoholizado, drogado, sodomizado y quien sabe qué más. Le explicamos la situación, le explicamos el plan, se parte el culo, nos da el ok, levanta el pulgar, nos corta las entradas y nos dice que si al chaval le pasa algo dentro nos corta las pelotas a todos. Asentimos. Es un trato justo.

Hemos apurado tanto el tiempo que según entramos es Rockaway Beach la tónada que ya está atronando el lugar. Al fondo, el tartán de Marky ruge como el Toyota Celica del 92 que se ha comprado mi amigo Kastrolas, con la seguridad de un viejo motor de los de antes, de esos con los que puedes cruzar el desierto de Mojave a sabiendas de que no te va a dejar tirado. Nuestro pequeño hombre ha enloquecido y se ha arrojado contra las primeras filas provocando el caos a su alrededor. Está pasado, pero tiene suerte de que algunos más están como él, como ese que no para de gritar «¡¡cabroneeees!!» a todo cristo mientras pelea con los codos en alto. No hay maldad, es en realidad un cabrón adorable. ¿Pero dónde está el nuestro?

El nuestro nos pasa por encima haciendo el molinillo sobre nuestras cabezas totalmente desaforado. Mientras tanto, Marky, su pelo teñido, tal vez su peluca teñida, no se inmutan y pin pan pun, toma toma toma, joder cómo suena su batería. Está todo pensado para su lucimiento, así que no importa que sea el suyo el instrumento que sobresalga por encima de los demás. Es un baterista binario, de dos dimensiones, pero que sabe explotar sus recursos y que a base de pegada y de leyenda termina por impresionar. A Michele Graves se le oye más bien poco, aunque suda como una mala bestia y le pone mogollón de ganas.

La bajista tiene su carisma, sí sí, hace coros agresivos y es la encargada de poner el urgente one, two, three entre cada tema, sin tiempo para que el respetable aplauda. Mientras tanto, el guitarra le atiza a su Gibson Les Paul y se le ve sobrado técnicamente, por encima de lo que en su día se exigía para ser un Ramone. Pasan los éxitos, uno detrás de otro, y el Gruta ya se ha convertido en la olla a presión que casi siempre es, con tipos sudorosos navegando en un pogo eterno y extenuante. Apenas ha pasado media hora y tenemos la sensación de que llevamos todo el día allí metidos. Si se fueran ahora tampoco nos importaba. Aunque bueno, qué coño, ¿estamos tontos o qué?

En estas vuelve nuestro hombre a volar rasante sobre el respetable. Pierde un poco el control, se va hacia la primera fila, cae a plomo, parece que se ha dado con el cuello en el borde del escenario. Suena un «oooooooooh» temeroso pero en seguida se levanta con la crisma aparentemente en su sitio. La gente le adora. One, two, three! Te clavan un codo en la espalda, se te dobla el tobillo, un tipo sin camiseta te abraza, una bandera de Ramones cae sobre tu cabeza, Marky sonríe desde el fondo y pin pan pun, su pelo sigue sin moverse. Más y más clásicos ramonianos, no falta ni uno, los estómagos retumban, todo dios está desaforado. No son los Ramones, pero es lo único que nos queda. La pulmonía esperaba fuera.


En la parte final nos preguntamos si alguna vez hemos visto la lluvia, constatamos que este es un mundo maravilloso, y hacemos un sprint final con Bliztkrieg Bop en la cima del Mortirolo, casi sin piernas pero con la certeza de que después de esto ya no puede quedar nada más. Amoratados, magullados y deshidratados. Han sido setenta despiadados minutos sin respiro y sí, efectivamente, ya hay quien reza por que no vuelvan a salir. No así nuestro raptado, al que divisamos en frente de los altavoces, brazos abiertos, espalda encorvada hacia atrás, berreando, poseído, fuera de sí. Sería normal si no fuera porque el concierto ha terminado y lo que suena es el My Way de Sinatra.

Se desploma, en calzoncillos, empapado en sudor. En medio de la pista encontramos unos pantalones que deberían ser suyos. Milagrosamente hay también una bolsa de H&M. Dentro, una camiseta de los Ramones echa jirones. El tipo está tiritando, los ojos en blanco, balbucea, nadie sabe qué coño dice, tiene el pulso débil. Lo más disimuladamente posible le sacamos del lugar evitando que el portero sienta deseos de cercenar nuestras pelotas. Le hacemos un hueco en el coche, en esta ocasión con derecho a asiento, y decidimos tirar hacia el Hospital Doce de Octubre. Pasamos por urgencias, abrimos la puerta, le empujamos fuera. Nos vamos con la satisfación del deber cumplido. Nos vamos derrapando, escuchando el Mondo Bizarro.

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12 thoughts on “Marky Ramone (2010) Gruta 77. Madrid

  1. Enorme, una crónica estupenda.
    Lástima de esos personajes que quieren sentirse punks con una camiseta de los Ramones sin haberlos escuchado en su vida…
    Yo los ví hace un par de años cuando llevaban a otro cantante y bajista. En una hora te pueden tocar entre 25 y 30 canciones y acabas fundido!

  2. tan triste es el que no conoce a los ramones y se compra la camiseta como el que los conoce y traga año tras año con la pantomima y el circo que se ha montado el caradura éste de marky

  3. Ooooh menuda historia!!
    La montaron grande, salpicaron sudor a chorros, y provocaron algún que otro empujon!!jaja

    Muy divertido, tocaron muchas y Marky, literalmente, no se despeinó

  4. Es genial esa crónica jajaja muy buen supuesto plantado.
    Y ¿como estuvo el del otro día? No leo ni una crónica de alguien que haya ido a verlo. Lo del ABC es de risa, que escribe de conciertos sin haber asistido. Espero la crónica con ganas.

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