Barón Rojo (2010) Sala La Riviera. Madrid

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Lugar: Sala La Riviera
Fecha: 8 mayo 2010
Asistencia: 2.500 personas
Artistas Invitados:
Precio: 30 euros
Músicos: José Luis Campuzano ‘Sherpa’ (voces y bajo), Armando de Castro (guitarras y voces), Carlos de Castro (guitarras y voces), Hermes Calabria (baterista)

Setlist: Campo de concentración, Incomunicación, Chicos del rock, Larga vida al rocanrol, Travesía urbana, Buenos Aires, Hermano del rocanrol, Se escapa el tiempo, Satánico plan (volumen brutal), El pobre, Hiroshima, Tierra de nadie, La voz de su amo, Concierto para ellos, El barón vuela sobre Inglaterra, Breakthoven, Invulnerable, Con botas sucias, Siempre estás allí, Cuerdas de acero, Los rockeros van al infierno, Barón rojo, Las flores del mal, Resistiré, Herencia letal, Caso perdido, Hijos de Caín, Anda suelto Satanás, Son como hormigas.


[Tres horas de concierto no caben en un folio y sólo tenemos esta parte del setlist… Abajo, así de lustrosa lucía La Riviera antes de la apertura de puertas]




Anoche en La Riviera la moneda de curso legal era la peseta. 1.600 pelas costaban los minis, pero si los devolvías vacíos a la barra te daban 25 pelas, como antaño. A las camareras no les hacía ni pizca de gracia a juzgar por sus caras, aunque bueno, el desdén siempre es su seña de identidad en esta sala. Pero que se jodan, nuestro rollo es el rock y ellas no lo pueden entender. No nos vamos a molestar en explicárselo, ni a ellas ni a nadie, de hecho, puesto que lo de Barón es algo que se escapa a las palabras y el raciocinio. Para los que se quejan de que nunca les toca la lotería: si te emocionas con Barón Rojo ya te tocó en su momento uno de los más valiosos sorteos. Por la cara además.

Ejercicio de revival a tumba abierta, Madrid necesitaba una segunda noche, después de la del pasado 30 de enero, para terminar de creerse que sobre las tablas está la formación original que prácticamente inventó el heavy metal en España, aquellos que tocaron en el festival de Reading en 1982 y que pusieron banda sonora a la vida de los chicos de barrio de los ochenta, muy por encima de la tan cacareada y limitadamente talentosa movida. El heavy tenía entonces una valor incalculable de reafirmación personal y tan marcados quedaron aquellos chavales que la media de edad ayer en el concierto pasaba de largo la cuarentena.

Chavalería también había, pero a ellos se les escapa el componente generacional, la esencia última de esta gira de reunión. Una gira que Armando y Carlos se merecían después de años sin parar de girar, tocando en cualquier lugar donde se les reclamara por cuatro duros. Después de la marcha de Sherpa y la ruptura de la formación original, la travesía del desierto ha sido muy dura para unos músicos que estuvieron en lo más alto y que, a pesar de que el éxito masivo les fuera esquivo, nunca quisieron dejar la carretera como forma de vida hasta las últimas consecuencias. Ya sabes, suelen concebir el satánico plan de tocar su guitarra a volumen brutal…




Por eso da gusto ver a Armando absolutamente poseído a los mandos de sus fender, rasga que te rasga, sangra que te sangra, blandiendo las seis cuerdas desafiante, cagándose en la hostia. Clase magistral, una vez más, de un grupo ya de avanzada edad, casi de vuelta de todo, del que las nuevas generaciones que son todo pose y tontería tendrían que aprender mucho más. Aquí hablamos de vez en cuando de bandas de indiepop que ahora disfrutan de reconocimiento más o menos masivo -esos que salen, tocan una hora estáticos y se piran, porque ellos son tendencia y ellos lo valen, los muy hijos de la gran puta- pero que no les llegan ni a las suelas de los zapatos a estos viejos rockeros que no saben ser otra cosa. ¡Y además con tías buenas, tananananaa, tananananaaa!

Casi tres horas justas de repaso a toda una discografía que atesora algunos momentos sencillamente imprescindibles para cualquiera que vaya a conciertos hoy en día. Si fueran gringos, ya les habrían llovido los homenajes hace tiempo, pero su condición de fuera de la ley, ayer y hoy, les aleja de los grandes medios, copados casi en exclusiva por Rosendo y Leño, a pesar de que mogollón de sus coetaneos todavía siguen petando tan duro como el carabanchelero o más. Pero él se ha quedado con la propiedad de la imagen de viejo rockero, casi sin quererlo.

Hay una leyenda que ya circula por Madrid que cuenta que Armando de Castro volvió a salir anoche, ya de madrugada y con un público totalmente distinto y desorientado, al escenario de La Riviera y se pasó dos horas punteando mástil arriba mástil abajo, cabeceando y dando guerra. Nadie tuvo huevos para decirle a este Angus Young patrio que el concierto ya había acabado hacía largo rato ya. Pero es que el tipo tenía marcha para eso y para más. Se nota que es, de largo, el que más disfruta y el que se mete al respetable (más respetable que nunca esta noche, quizás) en el bolsillo desde el primer momento.

Suenan Concierto para ellos, Campo de concentración, Satánico plan (Volumen brutal), Son como hormigas, El pobre, Tierra de nadie, El barón vuela sobre Inglaterra, Breakthoven, Larga vida al rocanrol, Con las botas sucias, Hijos de Caín, Cuerdas de acero, Los rockeros van al infierno, Travesía Urbana, Barón rojo, Resistiré, Siempre estás allí, Los desertores del rock, Chicos del rock… y doy por bien empleado mi regalo de cumpleaños a mi hermano mayor, que se merece como el que más disfrutar de estos ejercicios de recuperación de la memoria histórica. ¿Esto iba incluido en la Ley que aprobó el Gobierno, esa que dicen que se quedó en un si es no es?

«Yo les vi en el 82 en el Pabellón del Real Madrid», suelta justo antes de empezar, enchido por un indisimulable orgullo de pertenencia de clase. Como muchos de los que hoy se congregan en La Riviera, dieciocho años después, y que dibujan un simpático horizonte repleto de calvas a derecha y a izquierda, hacia delante y hacia detrás. Hacia detrás hay un camino complicado hacia el baño, de hecho, pues decenas de air guitars de todos los modelos te cierran el paso. Y como quienes las tocan tienen, por supuesto, los ojos cerrados y las cabezas echadas hacia a atrás, no te queda otra que sacar la placa y molestar para abrirte paso. Ah, y se confirma que en el baño tampoco tenía pegada la batería de Hermes, muy bajita toda la noche y enmarañada dentro de un sonido regulero, a ratos bien, a ratos menos bien.

En los dos minutos que tardas en cubrir el trayecto la palabra ‘rock’, elemento fundamental en las letras de Barón Rojo, ha sido cantada desde el escenario como tropecientas veces. Constato que la duración media de la micción es de 75 segundos esta noche, sin duda una marca muy elevada y difícil de batir. Pero claro, es que hay incluso quien bebe del mini de cerveza al mismo tiempo que la expulsa. Hay aquí gente con muchas tablas, con muchos años de sapiencia a sus espaldas. Vamos, que beben birra y mean al mismo tiempo, sin manos, mientras incluso cantan «¡pero hay algo que los une, los distingue, la pasión del heavy rock, es su fuerza, su razón de viiiivir!»





¡Y cómo canta Sherpa, ojo, que no hemos dicho nada! Esa especie de Camilo Sesto del rock, esa figura icónica y mitológica para los rockeros españoles a la que tanto se quiere parecer el cantante de Mago de Oz, sin ir más lejos. Sólo faltaría que Carlos (que se ahoga un poco cuando le toca cantar, todo hay que decirlo) fuera Ángela Carrasco y ya tendríamos el jesucristo superstar montao. Menciono a los Mago de Coz ahora aposta, porque su actual éxito masivo entre la chavalería se lo deben en buena medida a los Barón y bien harían, por ejemplo, en hacer una gira con ellos para devolverles al sitio que se merecen. Bueno, en realidad están en el olimpo absoluto del rock patrio muy por encima de todos los demás, por significado y legado, aunque otros vendan más.

Reconozco que 55 kilómetros por la sierra madrileñosegoviana en la mañana del sábado hicieron que llegara a La Riviera temblándome las canillas, igual que reconozco que tras tres horas con Barón Rojo casi salgo ya de rodillas, a pesar de lo cual, ya sí de rodillas, hubo que visitar los bares anexos para todavía estirar un poco más el día, con su correspondiente noche. Tantas cosas quería contar que no me salían, y al final ha quedado una chapa larga, dura y difícil, que diría aquel. Pero para terminar, como estos chicos tienen tantas letras curiosas, al final me decanto por poner esta, porque me apetece y porque fue muy intensamente coreada. Tal vez la que más: Los rockeros van al infierno:


Se oye comentar a las gentes del lugar
los rockeros no son buenos
si no te portas bien
te echarás pronto a perder
y caerás en el infierno.
si has de vivir en el valle del rock
te alcanzará la maldición
nunca tendrás reputación
¿qué más da?
mi rollo es el rock.
vas sin afeitar, dice el «sheriff» del lugar
y además con «tías» buenas
dicen que fumar es pecado y es mortal
y al infierno me condenan.
si he de escoger entre ellos y el rock
elegiré mi perdición
sé que al final tendré razón
¡y ellos no!
mi rollo es el rock.
qué risa me da esa falsa humanidad
de los que se dicen buenos
no perdonarán mi pecado original
de ser joven y rockero.
si he de escoger entre ellos y el rock
elegiré mi perdición
sé que al final tendré razón
¡y ellos no!
mi rollo es el rock.


¡Larga vida al Barón!
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8 thoughts on “Barón Rojo (2010) Sala La Riviera. Madrid

  1. Galko, tu crónica pone la carne de gallina, sobre todo a los que estuvimos allí y pudimos presenciar todo lo que nos comentas. Enhorabuena!!

  2. No soy fan de Barón Rojo pero me alegro de su éxito. Aunque me chirría un poco que ambas formaciones (la original y la actual) giren en paralelo, no sé, no da muy buena imagen…

    En todo caso, parece que fue un concierto emocionante para quienes crecieran con esas canciones.

  3. Estuve allí y disfruté mogollón. Casi tres horas es una pasada. Incluir Travesía urbana y Chicos del Rock, muy buena idea. Dejar buera El Malo, una faena, pero claro, si vamos incluyendo temas que a todos nos gustan, nos vamos a las 5 horas y me quedo corto. Lo mejor: ver como a pesar de los años Armando sigue disfrutando como el primer día. Lo peor: que a Sherpa y a Carlos no se les ve de buen rollito.

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