– Bunbury (2005) Carpa Universidad Complutense. Madrid

Crónicas

Lugar: Carpa del Paraninfo de la Universidad Complutense. Madrid
Fecha: 3 junio 2005
Asistencia: 3.000 personas (todo vendido)
Precio: 24 euros
Artistas Invitados:

Músicos: Enrique Ortiz de Landázuri (voz y guitarras), Copi (teclados), Rafa ‘Mariachi’ Domínguez (guitarras y coros), Del Morán (bajista y coros), Ana Belén Estaje (violín y coros), Ramón Gacías (baterista), Javier García Vega y Javier Íñigo (vientos), Luis Miguel Romero (percusión)

Setlist: El club de los imposibles, La señorita hermafrodita, Que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, Lo que queda por vivir, Desmejorado, Anidando Liendres, El viento a favor, Salomé, Alicia, Que tengas suertecita, Los restos del naufragio, Lady Blue, Sí, Apuesta por el rocanrol, Iberia Sumergida (presentación de la banda), Infinito, Deshacer el mundo + La chispa adecuada, La última curda, Canto

Es que todo iba bien. Todavía hoy no comprendo qué pudo pasar para que el sonido de toda una torre de altavoces se fuera a paseo. Nos habíamos pasado todo el día trabajando bajo aquella carpa infernal, con un calor sofocante, caja arriba, caja abajo, cables por aquí y cables por allá. Era una fecha importante y nada podía fallar. Era la primera de dos noches seguidas en Madrid, un alto en el camino siempre fundamental para cualquier artista. Más de 3.000 personas se iban a reunir allí tras haber pasado religiosamente por taquilla, y eso es una responsabilidad que también compartimos los técnicos de la gira.

Ambiente de fiesta, los chicos y chicas, radiantes de felicidad, entraron con la hora justa, como siempre, ya que prefieren refrescarse antes de entrar al recinto que tener que gastarse 16 euros por un vasote de whisky del malo con refresco. Los que entraron antes pronto comprobaron que el lugar era una olla a presión por culpa del efecto invernadero de esa lona que lo cubría todo y que no hacía más que intensificar el calor de los primeros días de junio, multiplicado por el generado por el roce de los cuerpos humanos allí hacinados. ¡Sólo faltaba Lucifer con su tridente y sus cuernos! Las calaveras las puso Enrique sobre su sombrero y con su actitud.

La historia comenzó con El club de los imposibles, como siempre, y como siempre bien, con el público muy por la labor y muy ruidoso. Sin embargo, en La señorita hermafrodita, ocurrió. La columna de altavoces del lado derecho del escenario (la de la izquierda para el público) se apagó. Sin más, sin motivo aparente. La gente expresó su enfado instantáneamente, y a mi me pilló perdido por algún lugar del backstage. Me extrañaron los pitos, los silvidos, los gritos, pero la banda seguía tocando. Esto último me hizo pensar, instantáneamente, que algo fallaba con el sonido.

El tiempo se detuvo. Mientras los músicos seguían a lo suyo (debido a que ellos se escuchan a sí mismos tocar gracias a los monitores-altavoces colocados a sus pies en el escenario), todo el equipo técnico nos pusimos como locos a buscar el problema, detrás de una solución desesperada que hiciera que ese maldito silencio no durara más de lo que ya estaba durando, esto es, una eternidad. La banda se dio cuenta rápidamente de que el público no escuchaba bien, más que nada debido a que este, aparte de pitar, señalaba insistentemente hacia su izquierda y hacía gestos en plan «¡que esto no se oye!»

Cables por aquí, teclas por allá, botoncitos, vúmetros, numeritos rojos, numeritos negros, lucecitas… procurando no tocar el resorte que convirtiera la situación en algo aún peor, sobre la marcha se logró solucionar la papeleta y los altavoces, caprichosos ellos, volvieron a la vida como un maldito tsunami. Tanto que arroje en un acto reflejo tan lejos como pude los cascos que me había puesto. En realidad no me hacían falta, porque para mi, el tiempo se había detenido y por sonido sólo tenía cierto pi mental mientras la canción avanzaba. Recé incluso para que el estruendo volviera sin más.

Todos respiramos aliviados cuando la canción finalizó «en sonido estéreo» otra vez, pero nos preocupamos al escuchar las palabras de Enrique, visiblemente molesto. «¿Qué pasa? ¿Nunca han estado en un concierto de rocanrol? ¿Nadie estuvo en el Festimad el otro día? Estas cosas pasan». El público se enfadó aún más por esta respuesta airada desde el escenario, puesto que en realidad, según me explicaron un par de chavales, ellos sólo querían avisar de que no se escuchaba bien para que alguien arreglara el problema, no para mosquear a Bunbury. Pero le mosquearon. Vaya si lo hicieron.

El concierto continuó y pronto recuperó la pulsión, pero cualquiera que conociera a Enrique sabía que no estaba cómodo. De hecho, ya llevaba unas semanas algo tenso, como desconectado y desganado, pero esta noche parecía todavía peor. Pero claro, al final la música son canciones, y desde El viento a favor, curiosamente, todo fue como la seda, especialmente en los siempre reclamados recuerdos a Héroes del Silencio, incendiarios como en los mejores tiempos (sobre todo gracias a la muchachada, de justicia es reconocerlo).

¿Pero quien se puede resistir a una sucesión de canciones protagonizada por Salomé, Alicia, Que tengas suertecita, Los restos del naufragio, Lady Blue, Sí, Apuesta por el rocanrol, Iberia sumergida e Infinito? ¿Y si luego va un chuletón de Deshacer el mundo con finas hierbas a La Chispa Adecuada? Buah, insuperable. En todo lo que duró esta gira, hasta la relativamente previsible para nosotros espantada de Zuera (Zaragoza), dos meses después, nunca me cansé de esta parte del espectáculo, tanto por lo bien que se lo pasaban los chicos sobre el escenario, como por el desenfreno que provocaban entre los asistentes.

Mas esta noche, después de interpretar Canto, y cuando aún quedaban temas importantes y emocionantes como El Jinete o …Y al final, Enrique comunicó al resto que chapaban el chiringuito. En ese momento, todo el equipo técnico contuvo la respiración y pensamos en que alguien tendría que llevarse una magnífica bronca por el tema del sonido, que, sin duda, desestabilizó el buen desarrollo del concierto. Pero no, no hubo regañina. De hecho, no hubo nada. Con Enrique y los miembros de la banda desaparecidos, allí nos quedamos los pipas, los machacas, los técnicos y los de los bares, recogiendo los bártulos de la noche y, al mismo tiempo, preparándolos para el asalto de la noche siguiente.

Me sorprendió que, a pesar de lo mucho que yo y mis compañeros habíamos sufrido, el respetable (en esta ocasión tal vez más respetable de lo habitual), se marchó alegremente una vez que constataron que sus gritos de «otra otra» no iban a encontrar la respuesta deseada, después de unas dos horas de show, lo cual tampoco está nada mal. Esa noche hubo mucha gente enfadada y triste al final del concierto, pero hubo otro par de miles, los que fueron a pasárselo bien y a disfrutar del rocanrol, que salieron satisfechos y ajenos a lo que en las catacumbas del rock había ocurrido.

Nunca se me olvidarán sus caras. He de reconocer que me reconfortaron en gran medida y me ayudaron a afrontar el concierto del día siguiente, en el cual Enrique tocó media hora más de lo habitual y comenzó pidiendo una especie de disculpa por su enfado de la noche anterior. Como suele decirse, la alegria siempre va por barrios. Pero al final, mira tu por donde, esta vez acabamos todos contentos a pesar de todo. Y menos mal porque durante un par de minutos, ese viernes 3 de junio de 2005 pude sentir en mi culo el calor del infierno… ¡aunque no me quemé! El infierno, pues, puede esperar.


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4 thoughts on “– Bunbury (2005) Carpa Universidad Complutense. Madrid

  1. Al final de aquella gira pude ver a Bunbury «fuera de lugar» en dos conciertos (MTV Day y Mediatic Festival), y ya parecía sentirse desgraciado. Creo que fue una buena idea parar. La gira de este otoño pinta bien, con una banda de rock.

    Me ha dicho un pajarito que Bunbury es uno de los Celebrities confirmados para la nueva temporada de Muchachada Nui.

  2. Pues si, pues si…recuerdo el calor que hacia en aquella carpa, como para olvidarse, recuerdo salir de alli totalmente calado en sudor y medio afónico despues de haberlo dado todo.

    La verdad es que salvo el percance del sonido y el pequeño mosqueo de Bunbury fue un concierto que me gusto bastante y una gran noche, mas que nada porque despues del concierto fuimos a las fiestas de aluche donde nos esperaban unos bueno cubatillas y unos cuantos colegas para paliar el calor del concierto.

    KaStRoLaS

  3. Muchas gracias por tu comentario sobre el libro de «El niño del pijama de rayas», la verdad es que sí que es muy fácil de leer y algo predecible, pero creo que precisamente destaca por su sencillez y la capacidad que tiene de narrar algo tan complejo, como el holocausto judío de una manera tan simple.

    Felicidades por tu blog! Has ido a todos esos conciertooos?? Cómo te lo haces para conocer tantos grupoos?? Por cierto, he visto que también te gusta Bruce. Yo soy muy fan. Hasta estoy en un foro sobre él. Irás a alguno de los conciertos de Barcelona?

    Un beso.

    PD: Espero tus comentarios.

  4. Después de mucho tiempo me entero de que pasó aquella noche,yo estaba al otro lado y no me enteré del fallo de sonido, solo del mosqueo de bunbury, q me hizo pensar q le estarían insultando o algo así. fue una situación incómoda, pero supo sacar el concierto adelante. estuvo genial como siempre

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